As a lone ant from a broken ant-hill
from the wreckage of Europa, ego scriptor
The rain has fallen the wind coming down
out of the mountain
Lucca, Forti dei Marmi, Berchthold after the other one...
parts reassembled
...and within the crystal, went up swift as Thetis
in colour rose-blue before sunset
and camine and ambar
Como una homiga solitaria de un hormiguero destruido
del naufragio de Europa, ego scriptor
La lluvia ha caído, el viento baja
de las montañas
Lucca, Forti dei Marmi, Berchthold tras el otro
las piezas de nuevo montadas
...y en el interior del cristal, ascendió tan ágil como Tetis
en el color rosa-azulado de antes del atardecer
y en carmín y ambar.
Ezra Pound. The Pisan Cantos (1948)
Les había indicado ya como los 30 primeros cantos de Ezra Pound, publicados en 1930, son una de las obras maestras absolutas de la poesía del siglo pasado. En ellas se mezclan todo tipo de referencias, históricas, políticas, religiosas, mitológicas, literarias y artísticas, así como diez lenguas distintas, latín, griego, inglés, francés, italiano, alemán, español, provenzal, chino y japonés, para crear un conjunto que escapa a toda clasificación. Una obra que no tiene un propósito definido, ni una estructura clara, que parece limitarse a divagar sin rumbo, pero que acaba por adquirir una coherencia y una resonancia inusitadas. La de una persona que de repente descubre que no hay civilizaciones, sino civilización, que no hay historias, sino historia, que no hay culturas, sino cultura. Un continuum artístico-ideológico sin límites ni jerarquías, donde todas las experiencias, todos los descubrimientos, son válidos, tengan el origen que tengan.
Les contaba también como en las sucesivas entregas de los cantos, su calidad y su interés iba decayendo de modo notable, coincidiendo con la fascinación del autor por el fascismo Mussoliniano. evolución que le llevo a pasar la segunda guerra mundial en Italia, como colaborador consciente de ese régimen en contra de su patria de origen. Los cantos del XXXI al LXXI adoptan así poco a poco un carácter panfletario en el que Pound sólo se preocupa por convencernos de un ideario político que no acaba de quedar muy claro, fuera de la maldad y el engaño inherente a la democracia liberal tal y como había sido constituida en occidente tras la Guerra de Independencia Norteamericana. La trampa de esos sistemas queda expresada simplemente en que la libertad de la que estos regímenes se ufanan, se ve siempre contradicha por la realidad de un poder económico que impone sus designios a la ciudadanía... una tesis que puede ser muy cierta - y creo que lo es - pero que no acaba de funcionar en formato poético, y mucho menos como justificación del fascismo
Los últimos cantos llegan a ser tan aestéticos, si me permiten el neologismo, que da la impresión que Pound ha perdido su musa poética por completo. Tanto que estuve a punto de interrumpir su lectura, para no estropear el buen sabor de boca que me habían dejado los XXX primeros.
Fue entonces cuando me topé con The Pisan Cantos, escritos por Pound tras la Segunda Guerra Mundial. Y volví a enamorarme de este poeta y de la forma única que el había creado.
Si hubiera que definir de alguna manera a estos Pisan Cantos, sería como elegía. Una larguísima oración fúnebre a una Europa muerta en la salvaje guerra que había ocupado los seis años anteriores, pero en la que - sorpresa, sorpresa - Pound no cede un ápice en sus convicciones políticas.
Para él, el fascismo sigue siendo la única ideología válida, la que representaba lo mejor de la tradición europea, pero que en su combate por salvar al continente había sido destruida por οί Βάρβαροι, los bárbaros venidos de allende el Atlántico y de las estepas asiáticas. De esa manera, en una sección de la obra que podría provocar derrames cerebrales a muchos franquistas reconvertidos en fervientes churchilianos, Pound celebra que Inglaterra se haya desecho de su famoso primer ministro y fabula con haya vuelto a convertirse en un lugar donde se pueda vivir, libre de la mentira y la codicia que él asocia con el Imperio Británico.
No hay en los Pisan Cantos ningún intento de disculpa por sus ideas pasadas ni de intentar explicarlas como error inexcusable o enajenamiento pasajero. Pound sigue convencido de que la justicia estaba del lado de su bando, así que tampoco se encontrará referencia alguna a los crímenes indiscutibles cometidos por el fascismo y el nazismo. Esta nueva entrega de los cantos podría haber quedado reducida así a la lamentación de un refractario, incapaz de aceptar el paso de la historia o sus propios errores, pero no ocurre así. Y no ocurre porque, primero, Pound reencuentra la vena lírica que había perdido desde la publicación de los treinta cantos iniciales; y segundo, porque a pesar de sus vejez y de las penalidades sufridas - o quizás a causa de ellas - encuentra la energía necesaria, la propia de un adolescente, para experimentar sin treguas ni cortapisas.
Así, muchas secciones de estos Pisan Cantos acaban por quedar completamente disociadas de sus afinidades políticas. La lamentación que constituye su tema central deja de ser una elegía a la caída de los fascismos, para convertirse en un llanto a la muerte de Europa, a la pérdida de su centralidad en el mundo, que a partir de ese instante será dominado por poderes externos al continente. Una idea abstracta que queda expresada en imágenes concretas, cotidianas y cercanas, tomadas de la naturaleza, de las nubes, los cielos y los aires, de los animales y los campos, las ciudades y las aldeas, en ocasiones en símiles y asociaciones de estremecedora belleza, propias de otros poetas más líricos y sentimentales, más preocupados por el análisis de lo que ocurre en el interior de sus cabezas que del destino de la humanidad.
Un giro a lo concreto y a lo cercano, que no supone que Pound renuncie a sus excursiones por toda la historia de la humanidad, por toda la extensión del planeta, ni que se preocupe por avisarnos de cuando gira o de como debemos unir el puzzle. Lo que tenemos ante nuestros ojos es un rompecabezas que milagrosamente ha sido ensamblado de otra manera, sin que sobre ninguna pieza, con todas encajando perfectamente, que debemos desmontar para armarlo correctamente, si es que podemos. No obstante, en ese desorden completo el azar ha creado islas, continentes incluso, en los que una nueva lógica, una nueva necesidad se ha constituido por si sola. En ellas, Pound recrea el mito, mejor dicho restituye el sentir de sus participantes, se deja arrebatar por el conocimiento de la divinidad y nos hace partícipes de él, de su paroxismo, de su frenesí, de su éxtasis.
Para luego dejarnos abandonados en medio del desierto, sin guías ni referencias, excepto seguir sus huellas, que no sabemos si vuelven a conducir a la civilización o se adentran más profundamente en la nada.
no overstroke
no dolphin faster in moving
not the flying azure of the wing'd fish under Zoagli
when he comes out into the air, living arrow.
And the clouds over the Pisan meadows
are indubitably as fine as any to be seen
from the peninsula
οί Βάρβαροι have not destroyed them
as they have Sigismundo's Temple
Sobrepaso
No hay delfín más rápido en moverse
Ni el huidizo azul del pez volador en Zoagli
cuando surge al aire, flecha viva
Y las nubes sobre los prados de Pisa
son sin duda tan bellas como cualquiera que sea
en la Península
οί Βάρβαροι no las han destruido
como hicieron con el Templo Malatestiano
from the wreckage of Europa, ego scriptor
The rain has fallen the wind coming down
out of the mountain
Lucca, Forti dei Marmi, Berchthold after the other one...
parts reassembled
...and within the crystal, went up swift as Thetis
in colour rose-blue before sunset
and camine and ambar
Como una homiga solitaria de un hormiguero destruido
del naufragio de Europa, ego scriptor
La lluvia ha caído, el viento baja
de las montañas
Lucca, Forti dei Marmi, Berchthold tras el otro
las piezas de nuevo montadas
...y en el interior del cristal, ascendió tan ágil como Tetis
en el color rosa-azulado de antes del atardecer
y en carmín y ambar.
Ezra Pound. The Pisan Cantos (1948)
Les había indicado ya como los 30 primeros cantos de Ezra Pound, publicados en 1930, son una de las obras maestras absolutas de la poesía del siglo pasado. En ellas se mezclan todo tipo de referencias, históricas, políticas, religiosas, mitológicas, literarias y artísticas, así como diez lenguas distintas, latín, griego, inglés, francés, italiano, alemán, español, provenzal, chino y japonés, para crear un conjunto que escapa a toda clasificación. Una obra que no tiene un propósito definido, ni una estructura clara, que parece limitarse a divagar sin rumbo, pero que acaba por adquirir una coherencia y una resonancia inusitadas. La de una persona que de repente descubre que no hay civilizaciones, sino civilización, que no hay historias, sino historia, que no hay culturas, sino cultura. Un continuum artístico-ideológico sin límites ni jerarquías, donde todas las experiencias, todos los descubrimientos, son válidos, tengan el origen que tengan.
Les contaba también como en las sucesivas entregas de los cantos, su calidad y su interés iba decayendo de modo notable, coincidiendo con la fascinación del autor por el fascismo Mussoliniano. evolución que le llevo a pasar la segunda guerra mundial en Italia, como colaborador consciente de ese régimen en contra de su patria de origen. Los cantos del XXXI al LXXI adoptan así poco a poco un carácter panfletario en el que Pound sólo se preocupa por convencernos de un ideario político que no acaba de quedar muy claro, fuera de la maldad y el engaño inherente a la democracia liberal tal y como había sido constituida en occidente tras la Guerra de Independencia Norteamericana. La trampa de esos sistemas queda expresada simplemente en que la libertad de la que estos regímenes se ufanan, se ve siempre contradicha por la realidad de un poder económico que impone sus designios a la ciudadanía... una tesis que puede ser muy cierta - y creo que lo es - pero que no acaba de funcionar en formato poético, y mucho menos como justificación del fascismo
Los últimos cantos llegan a ser tan aestéticos, si me permiten el neologismo, que da la impresión que Pound ha perdido su musa poética por completo. Tanto que estuve a punto de interrumpir su lectura, para no estropear el buen sabor de boca que me habían dejado los XXX primeros.
Fue entonces cuando me topé con The Pisan Cantos, escritos por Pound tras la Segunda Guerra Mundial. Y volví a enamorarme de este poeta y de la forma única que el había creado.
Si hubiera que definir de alguna manera a estos Pisan Cantos, sería como elegía. Una larguísima oración fúnebre a una Europa muerta en la salvaje guerra que había ocupado los seis años anteriores, pero en la que - sorpresa, sorpresa - Pound no cede un ápice en sus convicciones políticas.
Para él, el fascismo sigue siendo la única ideología válida, la que representaba lo mejor de la tradición europea, pero que en su combate por salvar al continente había sido destruida por οί Βάρβαροι, los bárbaros venidos de allende el Atlántico y de las estepas asiáticas. De esa manera, en una sección de la obra que podría provocar derrames cerebrales a muchos franquistas reconvertidos en fervientes churchilianos, Pound celebra que Inglaterra se haya desecho de su famoso primer ministro y fabula con haya vuelto a convertirse en un lugar donde se pueda vivir, libre de la mentira y la codicia que él asocia con el Imperio Británico.
No hay en los Pisan Cantos ningún intento de disculpa por sus ideas pasadas ni de intentar explicarlas como error inexcusable o enajenamiento pasajero. Pound sigue convencido de que la justicia estaba del lado de su bando, así que tampoco se encontrará referencia alguna a los crímenes indiscutibles cometidos por el fascismo y el nazismo. Esta nueva entrega de los cantos podría haber quedado reducida así a la lamentación de un refractario, incapaz de aceptar el paso de la historia o sus propios errores, pero no ocurre así. Y no ocurre porque, primero, Pound reencuentra la vena lírica que había perdido desde la publicación de los treinta cantos iniciales; y segundo, porque a pesar de sus vejez y de las penalidades sufridas - o quizás a causa de ellas - encuentra la energía necesaria, la propia de un adolescente, para experimentar sin treguas ni cortapisas.
Así, muchas secciones de estos Pisan Cantos acaban por quedar completamente disociadas de sus afinidades políticas. La lamentación que constituye su tema central deja de ser una elegía a la caída de los fascismos, para convertirse en un llanto a la muerte de Europa, a la pérdida de su centralidad en el mundo, que a partir de ese instante será dominado por poderes externos al continente. Una idea abstracta que queda expresada en imágenes concretas, cotidianas y cercanas, tomadas de la naturaleza, de las nubes, los cielos y los aires, de los animales y los campos, las ciudades y las aldeas, en ocasiones en símiles y asociaciones de estremecedora belleza, propias de otros poetas más líricos y sentimentales, más preocupados por el análisis de lo que ocurre en el interior de sus cabezas que del destino de la humanidad.
Un giro a lo concreto y a lo cercano, que no supone que Pound renuncie a sus excursiones por toda la historia de la humanidad, por toda la extensión del planeta, ni que se preocupe por avisarnos de cuando gira o de como debemos unir el puzzle. Lo que tenemos ante nuestros ojos es un rompecabezas que milagrosamente ha sido ensamblado de otra manera, sin que sobre ninguna pieza, con todas encajando perfectamente, que debemos desmontar para armarlo correctamente, si es que podemos. No obstante, en ese desorden completo el azar ha creado islas, continentes incluso, en los que una nueva lógica, una nueva necesidad se ha constituido por si sola. En ellas, Pound recrea el mito, mejor dicho restituye el sentir de sus participantes, se deja arrebatar por el conocimiento de la divinidad y nos hace partícipes de él, de su paroxismo, de su frenesí, de su éxtasis.
Para luego dejarnos abandonados en medio del desierto, sin guías ni referencias, excepto seguir sus huellas, que no sabemos si vuelven a conducir a la civilización o se adentran más profundamente en la nada.
no overstroke
no dolphin faster in moving
not the flying azure of the wing'd fish under Zoagli
when he comes out into the air, living arrow.
And the clouds over the Pisan meadows
are indubitably as fine as any to be seen
from the peninsula
οί Βάρβαροι have not destroyed them
as they have Sigismundo's Temple
Sobrepaso
No hay delfín más rápido en moverse
Ni el huidizo azul del pez volador en Zoagli
cuando surge al aire, flecha viva
Y las nubes sobre los prados de Pisa
son sin duda tan bellas como cualquiera que sea
en la Península
οί Βάρβαροι no las han destruido
como hicieron con el Templo Malatestiano
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