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jueves, 11 de septiembre de 2014

Past Perceptions, Modern Conceptions












Description d'un combat (1960) es uno de los documentales que Marker dirigió al comienzo de su carrera y de los que luego se distanció, casi abjuró, por razones políticas y estéticas. Al contario que los dos que ya les comenté en una entrada anterior, dedicados a la China y la URSS de los años cincuenta, éste en concreto es el que más lejano se puede encontrar de las percepciones y sensibilidades actuales, ya que se trata de un retrato neutro, en ocasiones laudatorio del Israel de finales de la década de lo cincuenta.

Lo hemos olvidado, pero lo cierto es que durante las primeras décadas de su historia, el estado de Israel tuvo muy buena prensa en occidente. Por una parte, aún estaba fresco el recuerdo de la Shoah, que obligaba a compensar de alguna manera a sus supervivientes, como por ejemplo, permitiendo que se unieran al club de estados-nación en el que parecía haber cristalizado el orden mundial tras el conflicto. Por otra parte, se admiraba su capacidad de convertir una tierra aparentemente suspendida, congelada, en un tiempo pasado, como era el caso del Levante meditarráneo, en un ejemplo de la modernidad y el progreso, expresado tanto en sus ciudades surgidas de la nada o la irrigación del desierto, como en la potencia invencible de su ejército, siempre victorioso y además de manera fulminante.

Es cierto que en esta admiración ocultaba aún muchos de los prejuicios del colonialismo, según los cuales un esforzado grupo de occidentales tenía la misión de construir la civilización sobre una tierra virgen, sobre un espacio vacío en el que los "nativos" no pasaban de ser parte del decorado, casi otra especie animal más, a la que como mucho se le concedía el honor de servir a sus amos naturales. Sin embargo, lo que importa aquí es que esta admiración generalizada de occidente por Israel sólo empezaría a cuartearse tras la intervención de Israel en el avispero libanés en 1982, cuando  por primera vez el ejército judío se embarcaría en una guerra larga y sin salida, en la que las victorias sólo en eran jalones en el camino de la derrota final. Esa guerra sin fin, que con altibajos continua hasta hoy, marca también el instante en que el estado de Israel perdió el miedo a cometer crímenes de guerra, cuyo primer ejemplo, paradigmático, sería permitir que sus aliados de entonces masacrasen por él a los refugiados palestinos de Chabra y Chatila, en Beirut.

Hasta ese instante, por el contrario, la admiración por el estado de Israel era generalizada, incluso entre los partidos y medios de izquierda, que veían en el experimento de los Kibbutz un ejemplo de como una experiencia colectivista podía prosperar en el seno de una sociedad capitalista, llegando incluso a convertirse en uno de los rasgos de identidad del nuevo estado. La película de Marker, por tanto, tiene que ser entendida en ese contexto en el que el estado de Israel, su aventura, su lucha y sus logros, eran respetados universalmente en Occidente, incluso envidiados. No sólo eso, sino que constituye a una mirada a un tiempo que al final ha devenido una excepción, estado ideal al cual no es posible ya volver: las dos décadas en que Israel vivió dentro de las fronteras de 1948, mientras el resto de Palestina se hallaba dividido, pero libre, entre las soberanías de Jordania y Egipto.

He señalado que el tono de Marker en este documental es neutral, casi laudatorio, lo cual puede rechinar dada la animosidad presente contra Israel. No quiere decir tampoco que se trate de un panfleto ensalzador como los que promueven hoy en día tantos falsos amigos de ese estado. La mirada de Marker, como ya saben, es demasiado clara como para ser tendenciosa, o como para preferir cegarse voluntariamente. Marker no tiene jefes, directores, o al menos éstos no són los que podrían esperarse de sus convicciones políticas. Ante todo, su interés, su centro de atención está en el ser humano, en su batallar cotidiano, en esas actividades, aparentemente banales, claramente triviales, pero que realmente retratan un país, que nos permiten cruzar ese espejo que nos separa de nuestros semejantes nacidos en otras tierras.

Description d'un combat toma así la forma de un eterno vagabundeo, tanto visual como textual, que constituye el sello de toda película de Marker. El cineasta francés huye así de lo evidente, del travelogue, del relato interesado, para mostrarnos un Israel contradictorio, dividido en su interior, en permanente conflicto consigo mismo, con su historia y con su identidad. Ese conflicto se expresa por ejemplo en como a esa modernidad que le hacía ser epítome del progreso científico, se le oponen pervivencias, emergencias, del sentimiento religioso más irracional, tanto en expresiones multitudinarias, mezcla de carnaval y procesión, de las creencias religiosas, como en manifestaciones de claro carácter pagano, como las hogueras construidas por los niños de Haifa, en las que se queman efigies del héroe fundador Bar Kocheba, líder en el siglo II de la última rebelión contra el Imperio Romano.

Esa lucha interior se expresa también en la presencia fantasmal, pero insoslayable, de una población palestina de religión musulmana en el interior de un país que se pretende refugio y epítome del judaísmo mundial. Una población que, a pesar de todas las apariencias, no pasa de ser ciudadanos de segunda, cuyo estatus y consideración siguen siendo una cuestión pendiente e irresuelta del sistema israelí, a pesar de todas los esfuerzos propagandísticos para utilizarlo(s) como muestra y prueba de su tolerancia e inclusividad - al estilo de países árabes como Siria, que mantenían un puñado de ciudadanos judíos para demostrar que su combate no era contra esa religión.

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