Même pour leur rendez-vous de soir, elle ne lui disait qu'à la dernière minute si elle pourrait le lui accorder, car, contant qu'elle le trouverait toujours libre, elle voulait d'abord être certaine que personne d'autre ne lui proposerait de venir. Elle alléguait qu'elle était obligée d'attendre un réponse de la plus importance pour elle, et même si après qu'elle avait fait venir Swann des amis demandaient a Odette, quand la soirée était déjà commencée, de les rejoindre au Théâtre ou à souper, elle faisait un bond joyeux e se habillait à la hâte. Au fur et à mesure qu'elle avançait dans sa toilette, chaque mouvement qu'elle faisait rapprochait Swann du moment où il faudrait la quitter, où elle s'enfuirait d'un élan irrésistible; et quand, en fin prête, plongeant une dernière fois dans son miroir ses regards tendus et éclairés par la attention, elle remettait un peu de rouge a ses lèvres, fixait un mèche sur son front et demandait son manteau de soirée bleu ciel avec des glands d'or Swann avait l'air si triste qu'elle ne pouvait réprimer un geste d'impatience e disait: "Voilà comme tu me remercies de t'avoir gardé jusqu'à la dernier minute. Moi qui croyais avoir fait quelque chose de gentil. C'est bon à savoir pour une autre fois!"
Marcel Proust, Du côte de chez Swann
Incluso en sus citas nocturnas, ella no le decía hasta el último instante si se la podría conceder, porque, dando por supuesto que él siempre estaría dispuesto, quería estar completamente segura que ningua otra persona le propondría salir. Ella alegaba que estaba obligada a esperar una respuesta de la mayor importancia, e incluso si tras haber hecho venir a Swan, algunos amigos solicitaban a Odette, cuando la cita ya había comenzado, de reunirse con ellos en el teatro o para cenar, ella hacía un gesto alegre y se vestía a toda prisa. A medida que se arreglaba, cada moviento suyo hacía que se aproximase para Swann el momento de dejarla, de cuando ella huiría llevada de un impulso irresistible; y cuando, al fin lista, se echaba una última mirada tensa y luminosa por la atención en su espejo, se ponía un poco de carmín en los labios, fijaba un mechón sobre su frente y pedía su abrigo de noche, azul con botones de oro, Swann tenía un aire tan trise que ella no podía reprimir un gesto de impaciencia y decía: "Hay que ver como me agradeces haber estado contigo hasta el último instante. Yo que creía haberte hecho un favor. ¡Lo tendré en cuenta para la próxima!"
Es un lugar común hablar de el framento Un Amour de Swan del primer libro de À la recherche.., como el nexo en el que se resume todo lo que Proust nos va a contar más tarde. En esa opinión pesa mucho el hecho de que muchos de los lectores del ciclo nunca hayan pasado de ese historia y de la primera novela, incapaces de superar los muchos obstáculos que el autor francés pone en el camino de sus lectores y que alcanzan su máximo tres novelas más en Sodome y Gomorre (curiosamente mi primera lectura empezó precisamente por esa obra). Esto ha llevado que exista un segundo tipo de lector/traidor a Proust, el que salta directamente a Albertine a disparue, y cree que con su lectura ya ha medido en toda su extensión al novelista francés.
Prefiero callarme la opinión que me merecen estos últimos. Porque los primeros, al menos lo intentaron.
Marcel Proust, Du côte de chez Swann
Incluso en sus citas nocturnas, ella no le decía hasta el último instante si se la podría conceder, porque, dando por supuesto que él siempre estaría dispuesto, quería estar completamente segura que ningua otra persona le propondría salir. Ella alegaba que estaba obligada a esperar una respuesta de la mayor importancia, e incluso si tras haber hecho venir a Swan, algunos amigos solicitaban a Odette, cuando la cita ya había comenzado, de reunirse con ellos en el teatro o para cenar, ella hacía un gesto alegre y se vestía a toda prisa. A medida que se arreglaba, cada moviento suyo hacía que se aproximase para Swann el momento de dejarla, de cuando ella huiría llevada de un impulso irresistible; y cuando, al fin lista, se echaba una última mirada tensa y luminosa por la atención en su espejo, se ponía un poco de carmín en los labios, fijaba un mechón sobre su frente y pedía su abrigo de noche, azul con botones de oro, Swann tenía un aire tan trise que ella no podía reprimir un gesto de impaciencia y decía: "Hay que ver como me agradeces haber estado contigo hasta el último instante. Yo que creía haberte hecho un favor. ¡Lo tendré en cuenta para la próxima!"
Es un lugar común hablar de el framento Un Amour de Swan del primer libro de À la recherche.., como el nexo en el que se resume todo lo que Proust nos va a contar más tarde. En esa opinión pesa mucho el hecho de que muchos de los lectores del ciclo nunca hayan pasado de ese historia y de la primera novela, incapaces de superar los muchos obstáculos que el autor francés pone en el camino de sus lectores y que alcanzan su máximo tres novelas más en Sodome y Gomorre (curiosamente mi primera lectura empezó precisamente por esa obra). Esto ha llevado que exista un segundo tipo de lector/traidor a Proust, el que salta directamente a Albertine a disparue, y cree que con su lectura ya ha medido en toda su extensión al novelista francés.
Prefiero callarme la opinión que me merecen estos últimos. Porque los primeros, al menos lo intentaron.