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sábado, 25 de mayo de 2013

Be a child again

Lote (Plomada)
 Paul Klee parece haberse convertido en una presencia recurrente dentro del panorama expositivo madrileño. Que yo sepa se han organizado al menos cuatro exposiciones suyas. La mítica de apenas terminado el franquismo,  cuando la Juan March se esforzaba en someter al público madrileño a un curso acelerado sobre el modernismo artístico, las no menos importantes del BBV (entidad bancaria desaparecida en combate en lo que se refiere a exposiciones) y del Museo Thyssen, ninguna de las cuales ha sido recordada en esta ocasión, y la que nos ocupa, de nuevo en la March, centrada en esta ocasión el aspecto más pedagógico de la trayectoria de Klee, casi inseparable de la Bauhaus alemana.

Klee es un pintor desconcertante. Cuando uno contempla sus obras por primera vez se hace difícil comprender el prestigio silencioso asociado a este pintor. Es precisamente esa paradoja, prestigio + silencioso, el primer aspecto que confunde al aprendiz de aficionado. Klee no suele aparecer entre los grandes pintores que acuden a la memoria del público, pero cuando su nombre, la exposiciones de su obra, se mencionan, es posible escuchar un silencio reverencial, aquel reservado a los maestros absolutos  e indiscutibles.



Es una vez aprehendida esta idea - Klee como gran maestro de la pintura - cuando entra en juego el segundo aspecto desconcertante de su pintura para todo aficionado aún inexperto. Toda la obra de Klee es de una aparente sencillez  pasmosa, lejos de la pirotécnia del Dalí que se puede contemplar unos kilómetros más al sur, en el Reina Sofía, o de la actividad proteica de un Picasso. Frente a estos dos gigantes, la obra de Klee parece - falsamente - irrelevante y menor, desprovista de cualquier significado o repercusión, rasgos que el pintor suizo parece rehuir conscientemente.

Es una impresión equivocada. Como otros artistas, la pintura de Klee necesita de un largo aprendizaje, de haber recorrido antes muchos otros pintores, muchas otras de expresión pictórica, ya que el modo de Klee  no se revela, no se entrega con facilidad, sino que exige un esfuerzo que no está al alcance de cualquiera. Esta dificultad de la obra de Klee no deja de ser otra de las paradojas de su obra, ya que pocos pintores han procurado despojarse como él de todo asomo de complejidad y retorcimiento, hasta alcanzar unos resultados que fueran comparables a la visión de un niño, simple e inocente, basada en el mero disfrute de la línea, el color y la composición, reducidos al mínimo indispensable.

Scheidung Abends (Separación Vespertina)

Es precisamente en esa búsqueda por la visión pura y simple, desprovista de todas las distorsiones que la cultura, el arte y la civilización han depositado año tras año en nuestras mentes, donde radica la fuerza de Klee. Un cuadro de Klee inmediatamente transmite una sensación de serenidad, de forma plena y perfecta, en la que poco más queda por añadir, ni nada resta por eliminar. Esta perfección casi absoluta es al mismo tiempo opuesta a todo tipo de seriedad, de endiosamento, de manera que el el goce que provocan sus imágenes es indisociable de una alegría buscada conscientemente, la cual roza, en muchas ocasiones, el propio chiste, la frase ingeniosa e inocente que es capaz de revelarnos, de un chispazo, territorios al que el trabajo y el estudio jamás nos abrirían las puertas.

Como puede esperarse, esta simplicidad, este pintar con los ojos y la mente de un niño, abierto a todas las posiblidades, a todos los caminos es también engañosa, la última paradoja que se puede asocia a la figura de este pintor. Como la exposición muestra, la mayor parte de la obra de Klee no surge de la nada, del pintor solitario que trabaja su obra ajeno a todo y a todos, sino que está asociada a su labor pedagógica en la Bahaus. De esta manera ambas labores, la pintura y la enseñanza, acaban convirtiéndose en una única entidad, de nuevo indisociable, aunque la invisibilidad de la labor educativa de Klee nos haya hecho olvidar esta faceta importantísima de su figura.

Por ello, más importante que la obra de Klee, a la que nunca importa volver y retornar, es la oportunidad que nos ofrece esta exposición de revisar los apuntes originales de Klee. Unos escritos en los que intenta sistematizar los fundamentos de su arte y, mucho más difícil, conseguir transmitir este conocimiento a sus alumnos, de forma que ellos sean capaces de trazar sus propios caminos partiendo de los espacios desbrozados por el maestro.

O quizás no, pues famosa y conocida es la frase de Klee al terminar su lecciones: Éste es un camino, yo he seguido otro.

Nordsee Bild (Imagen del Mar del norte)

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