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miércoles, 2 de enero de 2013

Diffussion

Antiguo Edificio del MEAC, Madrid
Torre Lever, Nueva York

Para los habituales del circuito de exposiciones madrileño, las que organiza la Caixa son cita obligada, aunque algunos de nosotros todavía añoremos su antigua sede, no tan llamativa arquitectónicamente, pero mucho más acogedora y apropiada. Curiosamente, una de las especialidades a las que parece haberse abonado la nueva sede es la de exposiciones de arquitectura, un tema que en principio parece imposible de ser convertido en muestra itinerante - los edificios no se pueden mover, obviamente - pero que se resuelve de manera elegante, mediante fotografías, esbozos, planos y maquetas, ya sean de época o construidos especialmente para la ocasión.

La última expresión de este tema expositivo, a punto de clausurarse - y sí, parece que sólo comento las exposiciones in extremis, pero es una consecuencia indeseable de no querer hablar de ellas, hasta haberlas visto dos veces - tiene de título, Torres y Rascacielos: De Babel a Dubai, y en realidad es una crónica, casi una loa, de la evolución del rascacielos moderno, desde los primeros experimentos americanos en el siglo XIX hasta la montaña de 800 metros de altura recientemente construida en Dubai... muy certeramente comparada con la torre de Babel, tanto por haber sido levantada en la misma zona geográfica, constituir una representación estilizada de la manera en que los artistas del renacimiento la concibieron - ¿diseño o coincidencia? - y coincidir su inaguración con la mayor crisis del capitalismo desde la gran recesión de 1929.

Por supuesto, narrar la evolución del rascacielos es asímismo narrar la historia de la arquitectura contemporánea, especialmente del estilo conocido como Movimiento Internacional, que dominó el panorama arquitectócnico de 1930 a 1980 y cuyas obras siguen dominando el panorama de las grandes urbes contemporáneas, hasta tal punto que parecen haberse convertido en una seña de identidad de la que es casi imposible desprenderse, como lo fueron las catedrales góticas o los palacios barrocos.

La principal característica del rascacielos es la sencillez de sus fundamentos estéticos, que pueden resumirse en el uso del prisma como forma fundamental junto con el uso de una red de pilares para sustentar el peso del edificio. Esta red, que se puede ampliar en las tres direcciones del espacio tanto como se quiere, permite eliminar los muros de carga, de forma que se creen espacios de planta flexible acondicionales según las necesidades del momento, además posibilitar el forrado del edificio con superficies casi continuas de cristal, dando paso a la iluminación natural hasta los últimos rincones de la estructura.

El estilo internacional y especialmente su emblema, el rascacielos, se convierten en el paradigma de la arquitectura funcional y racional, creando edificios que fascinan por la sobriedad, rotundidad y limpieza de sus formas, por lo que no es extraño que hayan sido elegidos una y otra vez, por un capitalismo contemporáneo que busca ofrecer al mundo una impresión de modernidad y eficacia, trasunto del éxito de las empresas que han encargado y que ocupan esos edificios.

Torre Albert, Paris
Torre Castelar, Madrid

Por supuesto, no es oro todo lo que reluce. Con demasiada facilidad - como ocurre también con el propio capitalismo - los edificios del estilo internacional tiende a olvidarse del ser humano, el cual es bien aplastado, bien expulsado, de los entornos creados por esta arquitectura, como una imperfección indigna de habitar el mundo ideal que este estilo conforma. Los espacios de la arquitectura moderna se vuelven así esencialmente inhóspitos, perfectos para ser contemplados por un visitante ocasional, cuya inteligencia se vea adulada por su perfección formal, pero cárceles destructoras de la personalidad para aquellos que se ven forzados a trabajar todos los días.

Una condena a la que no ayuda que muchas de las conquistas racionales en las que se basa la fascinación de esta arquitectura, parezcan haber sido concebidas sin tener en cuenta que seres humanos tendrán que habitar esos espacios, siendo la más famosa entre ellas, el hecho de que la inmensa luminosidad interna de estos edificios crea zonas de elevada temperatura que no contribuyen precisamente a alcanzar la productividad sin límites que el capitalismo tiene como objetivo e ideal.

 Pero dejando aparte estos "problemillas" que al final han obligado a revisar una y otra vez el diseño interno, que no externo, de estos edificios, hay un aspecto que esta exposición no cubre adecuadamente: la difusión del estilo internacional en nuestro país. A medida que me adentraba en ella e iba  (re)descubriendo edificios singulares - de esos que aparecen en todas las historia del arte - me topaba asímismo con construcciones que me recordaban edificios que llevaba viendo años y años en mi propia ciudad, y que por su fecha de construcción se inspiraban claramente - o no tan claramente - en esos edificios tipo que habían sido reunidos para ilustrar la exposición.

Una impresión que se vio confirmada cuando, al ir preparando esta entrada, fui reuniendo fotos del edificio original y de su correlato madrileño, tal y como habrán ido comprobando los lectores de esta entrada.

Torre Thyssen, Düsseldorf
Torre Cuzco, Madrid

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