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sábado, 3 de noviembre de 2012

Terra Incognita

Moving with little difficulty in a pluralistic society, groups of Eastern Christians fitted with ease into the vast horizons which opened up from Persian Central Asia. They joined other groups in the cosmopolitan oasis of Merv, and soon settled, also, among the Turkish nomadic tribes who acted as the overlords of the trading cities of eastern Central Asia.
From there they established themselves east of the Oxus, along the foothills of the Hindu Kush and the Tien Shan mountains, in the autonomous cities of Soghdia. The Syriac copu of a Psalm, made by a Christian schoolboy, with which we opened our account of the spread of Christianity in the first chapter, was made at Panjikent, a major commercial center in Soghdia, near Samarkand in modern Uzbekistan.
The Soghdians were wide-ranging merchants. Known to the Chinese as men "with mouths full of honey, and gum [to catch every penny] on their fingers" their journeys knit Asia together. An esatern Christian cross with a Soghdiand inscription has been found as far away as Ladakh, on the route to the Tibe. Through the Soghdians, Christianity become a religion of the nomads who gravitated aroung the western frontiers of the Chinese Empire. Syriac formed the basis of the script of the Uighur kingdom of southern Mongolia.

Peter  Brown, The Rise of Western Christendom.

Les había señalado ya hace unas semanas mi admiración por el libro de Peter Brown del que he incluido una pequeña cita. Debo decirles que mi admiración no hace más que crecer, ya que Brown se las arregla para revisar bajo una luz completamente este largo periodo, el que media entre la Antigüedad clásica, antes del siglo III d.C. y la Edad Media clásica, del siglo XI al renacimiento.

Puede surgir la pregunta de porqué es necesario estudiar un periodo cuyas fuentes son más que escasas y que parece de escada influencia en la europa moderna, la del renacimiento, ya que no es ni el ideal pasado al que se desea retornar, ni el tiempo del cual surgió, aunque luego lo negase por entero. En cierta manera, este renovado interés por este periodo se debe a que las formulaciónes clásicas de los tiempos que lo enmarcan han venido a substuirlo entero, de forma que para el imaginario colectivo, el imperio romano sigue siendo el de César y Asterix, mientras que la Edad Media temprana se nos aparece poblada de caballeros, princesas y castillos.

Es precisamente en este aspecto donde la obra de Brown brilla con especial fuerza, al esforzarse en reconstutuir la auténtica imagen de aquellos tiempos, es decir cómo se veían así mismo esas sociedades y de que manera pensaban sus integrantes. De esta manera, la obra de Brown se erige como una excepción, puesto que frente a la historia política y económica, su intención es reflejar los cambios culturales que llevaron de la Antiguedad clásica a la Edad Media Plena, del paganismo a un cristianismo occidental que aún reconocemos como propio. En ese sentido, la pregunta que se plantea Brown no es tanto como la irrupción de los bárbaros o el desmonoramiento del Imperio, según se quiera poner el énfasis en esta cuestión aún por resolver, sino en como una cristiandad primitiva, asociada intimamente al imperio Romano, se trasformo en una cristiandad occidental de diferencias irreconciliables con ese religión primero.

Para entender el problema que plantea Brown hay que tener en cuenta un hecho frecuentemente olvidado. La iglesia primitiva era esencialmente romana, en el sentido de imperial, con su destino inextricablemente unido a una sistema político concreto, el del último Imperio Romano del siglo IV y su sucesor del Este en los siglos V y VI. El primer efecto de este inmenso edificio político sobre el que se apoyaba la iglesia de Cristo era en primer lugar provocar una uniformización de este cristianismo y una intensa politización de su estructura, en la que la jerarquía eclesiastica jugaba el doble papel contradictorio de máxima autoridad religiosa y de funcionario del estado subordinado al emperador romano.

Por otra parte, el hecho de que el estado romano constituyese el máximo valedor de la iglesia tuvo además el efecto de proyectar la influencia de la iglesia más allá de las fronteras del Imperio, a pueblos como los bárbaros germanos, los abisinios o las poblaciones del creciente fertil, cuya fascinación por el Imperio romano fue una constante en su andadura histórica, llevándoles a copiar y reproducir todas sus instituciones, incluidas las religiosas. Esta influencia del imperio romano fuera de sus fronteras, no se limitó a cautivar a los pueblos vecinos, sino que, como sumidero de mercancias y riquezas puso en marcha la cadena de rutas comerciales que conectaban toda Eurasia - eso que llamamos la ruta de la seda - a caballo de las cuales se expandió por Asia Entera, hasta llegar a las tribus mongolas que merodeaban en las fronteras del Imperio Chino.

De hecho, en este cuadro de una iglesia expansiva con el apoyo de un imperio y cuyos tentáculos acaban por extenderse por prácticamente todo el mundo, ya fuera en sus versiones ortodoxas o en la de sus herejías - desde el punto de vista de los vencedores, claro - el papel de los bárbaros toma el valor de la fuerza que quiebra esa unidad y tiende a crear una miriada de microcristiandades aisladas, cada una con su propio carácter personal y creyéndose la única y verdadera iglesia católico. Esta fragmentación llevaría en el caso de Europa a crear esa cristianda nueva de la que hablaba al principio, ya que cada una de estas versiones cristianas, podría crecer y desarollarse a lo largo de siglos, hasta que de su interacción surgiese esa iglesia altomedieval que nos es tan familiar.

Por el contrario, en Oriente, esas microcristiandades caerían bajo el dominio de un nuevo Imperio Universal, promotor de una iglesia también universal, de forma que el asilamiento de cada una de estas pequeñas iglesias frente acabaría por convertirlas en minoritarias o hacerlas desaparecer, como cosas del pasado que no podían competir con el dinamismo de unas ideas nuevas que habían conquistado el mundo, y cuyo éxito demostraba que Dios estaba de su lado.

Por último, señalar que este análisis no se realiza de una forma abstracta, sino teniendo bien presente a las personas particulares, los que pensaron los cambios y los provocaron, o simplemente fueron notarios de su tiempo, de manera que por un breve instante, los abismos temporales que nos separan de culturas opuestas e incompresibles, aún cuando sean nuestras antecesoras, se desvanecen por completo, y tenemos la ilusión, la engañosa certeza, de poder comprenderles.

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