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jueves, 20 de septiembre de 2012

The Wild West (y II)

























Siguiendo con mis comentarios sobre el volumen 5 de Treasures from American Film Archives, tengo que decir que una de las grandes virtudes de las compilaciones de la National Film Preservation Foundation de los EEUU es el obligar al cinéfilo a poner en tela de juicio algunos de sus dogmas, incluso en colecciones aparentemente tan anodinas como este volumen 5, The West, dedicado a las visiones del Oeste en las producciones del cine mudo.

El primer dogma en caer es precisamente la idea de que el cine, el cine en serio, quiero decir, comenzó en 1916 con The Birth of a Nation de D.". Griffith, obra que parece surgir de la nada, perfecta y completa, como si nada parecido ni comparable hubiera existido antes. La realidad es muy otra, al igual que ocurre con la invención del cine en 1895, y lo cierto es que en las tres primeras décadas de vida del cine existe una serie de obras a cada cual más sorprendente, jalones que van construyendo, uno sobre otro, un estado de cosas del que acabará surgiendo la perfección Griffithian, no por si sola, sino a hombros de gigantes, como dice el dicho.

El problema por supuesto, es que muchas de esas obras, tras el cambio cualitativo de The Birth of a Nation, han pasado decenios olvidadas en los archivos, hasta que las tecnologías del vídeo domestico las han hecho visibles. Si han tenido suerte, claro, porque, dada la tendencia de los nitratos a descomponerse, muchas de esas obras pioneras han acabado convertidas en polvo, cuando no han sido directamente destruidas o se han perdido sin dejar rastro.

Salomy Jane de 1914, es una de esas obras que anuncian The Birth of a Nation, de las cuales casi nadie tenía constancia hasta ayer mismo. Producida por la California Motion Pictures, se la suponía perdida por completo, ya que el catálogo completo de esta compañía ardió en los años 30, quedando simplemente como una nota al pie en la historia del cine, hasta que una copia completa aparecio en Autralia en 1996. Un descubrimiento que fue doblemente afortunado, ya que las copias que ardieron en el incendio habían sido remontadas y recortadas, como tantas otras películas mudas, en un intento de hacerlas aceptable para un público que ya no entendía el modo y el espíritu en el que habían sido convencido.

Salomy Jane, no es una obra maestra, dejémoslo claro, tiene bastantes de las torpezas y tosquedades que se suponen en un arte que apenas había comenzado a andar y cuya eliminación en The Brith of a Nation, hizo a muchos considerarla como el inicio del cine, frontera que no ha hecho más que desplazarse hacia adelante a medida que las generaciones de cinéfilos iban falleciendo. Sin embargo, es una película sorprendente, ya que desmiente muchos de los tópicos normalmente atribuidos a esas películas pioneras, ésa misma torpeza y tosquedad que las hacen completamebte olvidables.

En primer lugar, asombra la claridad y precisión de su fotografía. Sabemos que California Motion Pictures era una compañía recién fundada en 1914, novata en todos los aspectos de la producción cinematográfica. Sin embargo, consiguieron hacerse con un fotógrafo(s) de primera clase, que no tendría nada que enviar a sus homólogos de décadas posteriores, y que por su misma perfección parece un tanto fuera de lugar en una fecha tan temprana como 1914.

Sólo por la belleza y precisión de muchos de sus planos la hora y media que dura la película ya merecería verse, pero lo cierto es que la película se permite ciertas audacias, algunas fallidas, otras conseguidas, unas que parecen fuera de lugar en la fecha de producción. La principal es que la cinta se atreve a ser compleja, reuniendo en su trama narrativa varios hilos argumentales, que se mezclan, entrecuzan en influyen, un reto del que sale bastante airosa, a pesar de que su novedad provoca que no esté exenta de esas tosquedades y torpezas a las que hacía referencia.

Esta multiplicidad de líneas argumentales le lleva a trabajar con un amplio reparto de personajes, los cuales para nuestra sorpresa, aparecen perfectamente descritos e individualizados. Una personalización no  exenta del tópico, del modelo repetible hasta el infinito, pero a pesar de esto, aquí radica otra de las virtudes de la película, ya que estos arquetipos no son sino el germen de los que cualquier espectador está aconstumbrado a ver en un siglo de películas del oeste... y que se nos muestran aquí en su estado inicial.

Gran parte del éxito de la película, que le permite desarrollar su historia sin demasiados tropiezos, se debe a que está basada en una obra de teatro, con una dinámica más que probada y asentada, y a cuyo reparto pertenecen varios de los actores de la película. Un origen teatral que no se intenta ocultar en ningún momento, véase por ejemplo en las capturas, la larga presentación de los actores, interpretando ya a sus personajes, pero que, paradójicamente, no convierte a la película en teatro filmado, ya que, para nuestra sorpresa, la actuación de los actores, no sólo no es teatral, sino que cuenta con una fluidez y una naturalidad que de nuevo, parece pertenecer a décadas muy posteriores.

Como ven una serie de descubrimientos insospechados, imposibles hace apenas un par de décadas, y que sólo la extensión del vídeo doméstico y la acción de entidades como la NFPF han hecho posible que sean disfrutadas por todos los aficionados.

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