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domingo, 30 de septiembre de 2012

The World at War: (IV): Alone, May 1940- May 1941







En el capítulo cuarto de The World at War se abarca el periodo de más de un año, de Mayo 1940, tras la caída de Francia, a Junio 1941, tras el inicio de la operación Barbarroja, en que el único aliado que se mantuvo en la lucha fue el Reino Unido, aunque muy a duras penas y con no pocos sacrificios, esos que Churchill había prometido en sus discursos.

En mi opinión, las potencias del Eje estuvieron a punto de ganar la guerra en tres ocasiones, ya hablaré de ellas en el curso de estas reseñas, siendo la primera de ellas el verano/otoño de 1940, durante el cual rugió sobre los cielos del sur del reino unido, lo que se conoce como batalla de Inglaterra, un largo y fallido intento de aniquilar a la RAF por parte de la Luftwaffe, para así hacerse con el control de los cielos e impedir la intervención de la Royal Navy en el area de las cabezas de puente de la operación Seelöwe: la nunca llevada a cabo invasión de Inglaterra.

Cualquier niño de mi edad, aún en España, ese antiguo país fascista reconvertido en defensor de occidente contra el comunismo, había crecido con la leyenda de la RAF y sus "so few", los cuales se habían apañado para contener y derrotar a los cachorros del nazismo, jovenes adoctrinados en el culto de las armas con las cuales conquistar el mundo, y cuya máxima expresión eran los pilotos de la Luftwaffe: los mismos que habían resultado decisivos años antes en los cielos de una España ensangrentada por la guerra civil.

La realidad, sin embargo, habia sido  muy otra. La batalla había sido perdida por la Luftwaffe, no ganada por la RAF. Es cierto que la fuerza aerea británica, contaba con importantísimas bazas, como el rádar y, más importante aún, un eficiente sistema para interpretar su información y transmitirla a las escuadrillas en combate, permitiendo ahorrar recursos y utilizarlas donde y cuando eran realmente necesarias, o un caza de primera fila como era el Spitfire, operativo hasta el final de la guerra, en un conflicto que empezó con biplanos de cabina abierta (como el Swordfish) y terminó con el jet de combate (el Me262).

Grandes ventajas que compensaron las deficientes tácticas británicas, que prescribían el ataque en formación cerrada, llamada por los alemanes Idiotenreihe (fila de idiota) o que los aeródromos y muchas de las fábricas de cazas estaban en el sur de Inglaterra, completamente a merced de la Luftwaffe, pero que no le bastaban para vencer de una manera clara, especialmente en un tiempo en que la mitad de la RAF se había perdido en la batalla de Francia y el número de cazas a disposición del mariscal Dowding, el auténtico genio tras la RAF y que sería despedido casi sin recompensas, era claramente insuficiente.

Así, durante las semanas finales de agosto y las primeras de septiembre, la batalla aere permaneció largo tiempo en tablas, sin claro ganador, en un tira y afloja en el que vencería aquel que tuviera mayores recursos y supiera utilizarlos mejor, un privilegio que en esas semanas de combate continuo, parecía irse decantando del lado de la Luftwaffe, que a mediados de septiembre parecía apunto de dejar KO a la RAF, con los aeródromos del sur de Inglaterra fuera de combate, el número de casas reducido al mínimo indispensable y los pilotos al borde del colapso.

No obstante, los oficiales alemanes no eran conscientes del estado de postración de la RAF. Su propia propaganda  y la borrachera de victorios en los cielos de Flandes,  les había hecho creer que tras la derrota de Francia y la humillación inglesa en Dunquerque, espantar a la RAF de los cielos de Inglaterra sería cuestión de días, cuando no de horas. Por eso cuando los días se convirtieron en semanas, las semanas se acercaron al mes, y la RAF continuaba saliéndoles al encuentro, mientras que las bajas propias parecían no tener fin, su moral y motivación se reducieron a cero.

Aún podrían haber ganado, en ese combate de aguante en el que se había convertido la batalla, si Göring no hubiera cometido uno de los mayores errores de la guerra, al ordenar que la Luftwaffe bombardease sin piedad Londres y las ciudades británicas en represalía por los ataques aeros sobre Berlín. Un nuevo objetivo en el que los aviones alemanes demostraron los bien que habían aprendido las lecciones de la guerra civil española y de los primeros meses del conflicto mundial: el bombardeo de aglomeraciones urbanas como Guernica, Varsovia o Rotterdam. Una fase del combate que se alargaría durante meses, llegando hasta la primavera de 1941 y que causaría 50.000 muertos entre la población británica, pero que permitiría a la RAF reparar sus aviones, entrenar a nuevos pilotos y recomponer las diezmadas filas de sus escuadrillas, de forma que en pocas semanas, la batalla de Inglaterra estaba ganada y la Luftwaffe tuvo que renunciar a los ataques diurnos.

No obstante, no hay que hacer más énfasis que el necesario en el patinazo de Göring. Lo cierto es que el fracaso de la Luftwaffe sobre los cielos de Inglaterra vino a demostrar que la imagen de eficiencia y organización del ejército nazi sólo era eso, una fachada. El ejército que acaba de asombrar a Europa, en realidad no tenía ni los medios ni la capacidad para cruzar los pocos kilómetros de mar que separaban Francia de Alemania. La Kriegsmarine no tenía posibilidades para enfrentarse con la Royal Navy, mientras que el el ejército de tierra nunca había hecho planes para llevar a cabo operacioens anfibias, algo que a los aliados les llevaría todo el conflicto bélico perfeccionar. Peor aún, la Luftwaffe era esencialmente táctica, de apoyo a las operaciones terrestres, sin autonomía ni capacidad de ataque para llevar la guerra a un país que su ejército no estuviera ya invadiendo.

Peor aún, Hitler realmente no quería invadir Inglaterra, si no que ya en septiembre, cuando la batalla de Inglaterra aún podía ganarse, empezó a preguntar a sus generales, según el testimonio de Halder, sí se podría invadir Rusia ese otoño, aceptando a regañadientes un retraso hasta mayo de 1941. Desde ese instante, los recursos que podrían haber doblegado a Inglaterra empezaron a desviarse hacia el nuevo frente, cuando, a pesar de su derrota en los cielos ingleses, alemania podría haber dejado fuera de combate al Reino Unido ese mismo año o como muy tarde el siguiente, si hubiera sabido jugar sus cartas como un imperio debería jugarlas.

Simplemente, poniendo todo su esfuerzo bélico en el arma submarina, que estaba diezmando los convoyes britanicos y podía haber rendido a ese país por hambre, mientras la aviación y el ejército de tierra llevaban la guerra a África, ayudando de manera decisiva a Italia, cerrando el canal de Suez e invadiendo los pozos de petroleo de Oriente Medio, los cuales nunca habrían podido ser defendidos con eficacia por una Inglaterra amenzada por un desembarco.

Pero Hitler, en contra de la leyenda, nunca fue un estratega, el pensaba en términos, como muchos de los enemigos que había derrotado, aún pensaba en los términos del conflicto mundial, en eliminar al enemigo rompiendo su frente o en resistir a ultranza. Un primer concepto que le funcionaría en tanto que la Wehrmacht estuviera bien engrasada y sus enemigos no aprendiesen, mientras que el segundo sólo contribuiría a acelerar su caída, una vez que las tornas cambiasen







viernes, 28 de septiembre de 2012

The Wild West (y III)










Hablaba en una entrada anterior de lo falsa que es esa común idea por la cual el cine de verdad había sido creado en 1916 con The Birth of a Nation, relegando las dos décadas anteriores de historia del cinematógrafo aparentement merecido. Obviamente, una obra perfecta como el largo de Griffith no puede surgir nunca de la nada, sino que necesita de una larga maduración y evolución estilistica, un puente que permita franquear el abismo entre simple capturar imágenes con la cámara de los Edison/Lumiere y un arte con un estilo reconocible, admirado y enseñable.

Ediciones como las colecciones de Treasures vienen a colmar ese vacío, demostrando como el olvido de generaciones y la pérdida de la mayoría de las obras de ese periodo han provocado una injusta ceguera, la cual sólo el DVD ha permitido reparar en parte. Una labor de reparación que no sólo se extiende a mostrar la secuencia de autores y obras que nos llevan de los Lumiére/Edison a Griffith, sino que permite contemplar como ese mismo director pasa de ser un mero aficionado a un autor en posesiòn de todos sus recursos formales, creando en el camino las bases de lo que decenios más tarde sería codificado por la crítica francesa como el estilo clásico.

Esa metamorfosis, se realiza de un modo que a nosotros, los habitantes del siglo XXI nos parece tan extraño y incompresible como la existencia del taller de un pintor del siglo XIX, y el largo periodo de aprendiz que cualquier maestro antiguo tuvo que pasar en uno de ellos antes de poder independizarse. Un modo, como digo, que nos resulta extraño y ajeno al comparlo con la rebeldía y originalidad que debería ser la marca de cualquier pintor de talento desde sus años mozos, pero que sin embargo, permitían que cualquier maestro antiguo consiguiese un pericia, una experiencia y un conocimiento técnico que muy pocos de nuestros artistas contemporaneos llegan a adquirir en toda su carrera.

Esto mismo ocurría con los pioneros, puesto que el sistema de produccióin de esos primeros años se basaba en producir película tras película a un ritmo que nos parece ahora imposiblle, de apenas un par de días para cada película de un rollo (unos diez minutos de duración) y que nosotros asociamos con los productos baratos de serie Z o las telenovelas televisivas, unas creaciones que no nos parecen dignas del codiciado apelativo de arte, y que sólo buscamos y contemplamos para reírnos de ella.

Sin embargo, como en el caso del taller de un maestro y sus aprendices, este ritmo industrial de producción permitía que los más despiertos de entre ellos aprendiesen el oficio sobre la marcha, lo dominasen practicándolo todos los días, en clara oposición a una práctica actual en que los periodos de paro son más frecuentes que lo de creación, pero sobre todo permitía que estos pioneros crearan las reglas que aún no existían, educando al mismo tiempo a un público avido de entretenimiento, que poco a poco devenía un experto en el ritmo y la cadencia cinematográfica, sin tener que hacer esfuerzo alguno.

Y esto es lo que demuestran pequeñas obras maestras como Over Silent Paths realizada en 1910 por David W. Griffith, completamente invisible durante un siglo entero.







domingo, 23 de septiembre de 2012

The World at War (y III): The Fall of France, May-June 1940







 El tercer capítulo de The World at War está dedicado a la caída de Francia, en las escasas siete semanas que median entre el 10 de Mayo de 1940 y el 21 de Junio de de ese año. Un hecho casi único en la historía, si se tiene en cuenta el calibre de ambos contendientes (olvidesen por tanto de guerras coloniales o semicoloniales, como las dos guerras de Irak), que aún es más sorprendente si se tiene en cuenta que la campaña estaba decidida a los cinco días de haber sido lanzada, cuando los panzer alemanas cruzaron el Mosa en Sedán, tras atravesar el infranqueable bosque de la Ardenas, y encontraron la vía libre ante ellos, sin tropas aliadas que pudieran detener su carrera hacia el canal.

Este hecho de armas, tras el impasse de la drôle de guerre, puede considerarse como el inicio en serio de la segunda guerra mundial, cuando este conflicto dejo de concebirse como una primera guerra mundial venida a menos, cuyo resultado se resolvería mediante el bloqueo naval, tras una serie de infructuosas escaramuzas fronterizas. A partir de ese instante, la guerra mundial sería un conflicto de titanes, la peor guerra que el mundo viera hasta ese instante, y su emblema sería el concepto de la Blitzkrieg, la avalancha  motorizada de acero, apoyada por la aviación, que penetraba en profundidad en la retaguardia enemiga, dejando sin comunicaciones y suministros a sus tropas, a las cuales no les quedaba otra salida que rendirse.

No toda la guerra mundial fue Blitzkrieg, sino que la mayor parte del tiempo se pareció más a la matanza sin salida de la primera guerra mundial, interrumpida brevemente por esas ofensivas cataclísmicas que desplazaban el frente varios cientos de kilómetros, en un sentido u otro. La guerra relámpago, no fue el único mito que surgió de estos primeros de guerra, ya que a éste se unió otro que aún perdura, la de la absoluta eficacia alemana, producto de una planificación de hierro, máquina imparable capaz de conseguir imposibles, frente a la cual todos debian humillarse si querían sobrevivir.


Como todos los mitos, ambos Blitzkrieg y eficacia germánica tenían su parte de verdad y de mentira. Por ejemplo, la maquina alemana de los 1940, en los momentos de sus mayores glorias, era más bien imperfecta, y de hecho habría fracasado ante un enemigo más avisado y dispuesto. Hombre a hombre, los aliados tenían más divisiones que los alemanes en el frente oriental, e incluso les superaban en la arma que parecía asociada indisolublemente al ejército alemán: el tanque, del cual disponían de muchas más unidades de mayor potencia de fuego, en un momento en que muchos de los blindados alemanes eran aún del tipo Mk1, armados sólo con un par de ametralladoras.

La diferencia estaba en que los alemanes los utilizaban en formaciones concentradas, pensadas para avanzar a toda velocidad, mientras que los tanques franceses se concebían como apoyo a la infantería, entrando en combate en pequeños grupos, para verse siempre superados y rodeados por sus oponentes germanos. Los Panzer habrían tenido más problemas con los ingleses, que sí habían desarrollado, y aplicado, una teoría de la guerra de blindados, pero para su desgracia la utilizaban independientemente de las otras armas, pensando que los blindados se bastarían solos para decidir la batalla, en un error que se repetiría una y otra vez durante la guerra, como ocurrió con la obsesión de Harris y Churcill por dejar fuera de combate a Alemania usando sólo bombarderos pesados.

Frente a esta ceguera inglesa, los alemanes habían concebido la blitzkrieg como un esfuerzo combinado, en el que la aviación despejaría el camino ante los tanques, destruyendo campos de aviación enemigos y las  vías de comunicación, mientras ablandaba las posiciones de primera fila para hacer más fácil la penetración de los blindados, la cual sería protegida por la infantería motorizada que se desplegaría para proteger los flancos.

Hasta ahí la teoría que luego llevarían a la perfección rusos y americanos, ejércitos casi completamente motorizados, al contrario que el alemán, porque lo cierto es que la asombrosa máquina de guerra alemana que asombró al mundo, dependía aún de los caballos y el tren para el transporte de suministros, fuera de la punta de lanza acorazada y las divisiones de élite, provocando que poco a poco se abrieran peligrosos huecos entre estas vanguardia y la infantería que les seguía a pie. Una debilidad fundamental que causo más de un quebradero de cabeza a los generales alemanes, quienes tuvieron la suerte de que no se manifestase ni en los campos de Francia en 1940 ni en las estepas de Rusia el año siguiente.







En realidad, el asombro del mundo ante la victoria relámpago en la campaña de 1940, fue tanto por el uso magistral de la Blitzkrieg en los campos de Francia, como por el impesable y definitivo derrumbe de Francia a todos sus niveles. Como bien recuerda The World at War, Francia fue atormentado por profundas divisiones durante la década de los 30, las cuales no se atenuaron con el estallido de la guerra, y que se plasmaban incluso en la admiración de amplios sectores de la derecha por el régimen hitleriano, del cual envidiaban la rápidez en librarse de sindicatos y partidos de izquierda, lo cual ayuda mucho a comprender el rápido establecimiento del régimen de Vichy.... y el silencio vergonzoso que se guardo durante largas décadas sobre ese "incidente"

La política y la estrategia francesa parecen haber sido dictadas por un único objetivo, evitar a toda costa un baño de sangre como el de la primera guerra mundial, para lo cual se pensó que bastaría con fortificar la frontera con Alemania, la famos línea Maginot, para evitar una ofensiva, y aguardar a que el bloqueo naval británico ahogase la economía alemana. En el peor de los casos, si los alemanes intentaban de nuevo la penetración en Francia a través de Bélgica, la única via abierta que según el mando francés les quedaba, bastaría con desplegar las tropas en el interior de Bélgica, alejando la guerra de Francia, y bloquear su avance, el cual pronto perdería fuelle.

Tras tomar estas precauciones, Francia se echo a dormir. Miradas una a una, eran más que razonables, si la guerra se hubiera librado al estilo de 1914, pero ya hemos vistos que los alemanes tenían pensado algo muy distinto. Así, cuando la ruptura en Sedán  tuvo éxito, justo en el punto donde no podía tener lugar un ataque y donde se habían desplegado las peores divisiones , Francia descubrió repentinamente que la línea Maginot era inútil, que no había tropas de reserva que pudieran detener a los panzer y que las divisiones enviadas a Bélgica estaban condenadas.

Y todo se hundió en ese instante.

Las tropas francesas se rindieron en masa, sin que hicieran falta soldados alemanes que las condujesen a los campos de concentración, mientras que las carreteras se llenaron de fugitivos, sin destino ni esperanza, que las colapsaron por completo.

Un resultado, el del éxodo, que nadie había previsto, pero que fue un anuncio ante todo el mundo del carácter nuevo de esta guerra que entonces comenzaba, ese conflicto en el que morirían muchos más civiles que soldados, porque matar civiles se consideraría un objetivo legítimo y necesario para quebrantar la resistencia del enemigo.








sábado, 22 de septiembre de 2012

A taste of freedom (y II)




Estaba revisando últimamente los diferentes animes de Black Lagoon, concretamente, su segunda entrega, The Second Barrage, y debo decir que la evolución reciente de esta escuela de animación ha convertido lo que era un obra notable en su tiempo en un producto casi excepcional. O dicho de otra manera, que comparado con el mundo de personajes moe, conflictos propios de débiles mentales y ligereza rayana en la banalidad, esta serie parece venida de otro mundo, del auténtico mundo adulto en el que viven sus personajes.

Este juicio puede parecer exagerado, como siempre, pero si se compara Black Lagoon de mediados de la década pasada, con Jorgmungand, un intento reciente de volver a un mundo similar, el de la delicuencia organizada, se verá como este último producto ha sido corrompido, carcomido y podrido por ese complejo moe-kawai que los otakus japoneses exigen en todas sus series y que corre el peligro de matar al anime, si no lo ha hecho ya.

No es que en Black Lagoon no aparezcan, aquí y allá, rasgos que recuerdan a este odioso complejo moe-kawai. Basta recordar los dos infantes gemelos que protagonizan la primera historia de The Second  Barrage, las dos sirvientes, Roberta y Fabiola, vestidas de forma anticuada y ridícula, que hacen su aparición en la serie original y que tendrán un especial protagonismo en la tercera entrega, Roberta's Blood Trail. Había señalado también la larga lista de personajes excéntricos, de auténtico Grand Guignol, que pueblan la ciudad maldita de Roanapur, el hogar de nuestros protagonistas, y que sirven para hacer humorísticas las explícitas escenas de violencia.

Estos factores bastarían para demoler series menos sólidas que ésta, pero en el caso de Black Lagoon, sirven de contrapeso al verdadero tema que palpita tras esa fachada de ligereza. El hecho de que los protagonistas, y de forma indirecta, los espectadores, viven en lo que nos se puede calificar de otra manera que no sea de círculo del infierno. Una obscuridad insondable que poco a poco devora a todos los que se adentran en ella, exterminando a los más débiles, y convirtiendo a los supervivientes en sirvientes suyos, colaboradores voluntarios que comparten sin reservas la locura abrasadora que mantiene en marcha a la ciudad de Roanapur.

Este tema, el traánsito de los personajes de  un mundo normal, pacífico, reglado y ordenado, a la anarquía en estado puro, donde solo existe la ley del más fuerte, es el tema subyacente en la película. Una transición, de la legalidad a la legalidad, de la cual no hay retorno ni liberación, si no es la muerte, y que todos los personajes que pueblan la serie han tenido que afrontar en algún momento, con el agravante de que los mayores y más crueles dirigentes de los poderes que gobiernan Roanapur fueron, en el pasado, defensores a ultranza de la justicia y los débiles, como es el caso de Balaika y de Chang. Metaformosis que puede parecer imposible, pero que en la serie parece obedecer a cierta lógica perversa, según la cual, aquellos capaces de mantenerse puros, incluso en el infierno, acabarán siendo arrojados al basurero por el mismo mundo al que defienden, viéndose convertidos, por rencor y despecho, en los mayores enemigos de esos ideales sacrosantos en los que habían depositado su fe.

Esta transición, ejercida en un tiempo pasado para algunos de los personajes, es el tema principal de la serie, y se encarna en quien es su protagonista, el empleado japonés de nombre Rock caído en ese mundo tan extraño al mundo civilizado de los países desarrollados y que actía como guía de los espectadores, también pertenecientes al mundo de Rock, en ese otro mundo. Un personaje que al principio parece no ser otra cosa que una nota discordante, mostrada en su insistencia en vestir las ropas de su antiguo trabajo, un inocente que será reventado por el torbellino de violencia de Roanapur,  pero que poco a poco, en una perversión de su papel de guía, va encontrando un placer mayor en dejarse cautivar por ese mundo de violencia sin límites, de forma que al final de la serie, parece que vaya a convertirse, como Balalaika o Chang, en uno de los dirigentes de ese mundo de libertad absoluta... para los que tengan armas.

Una pérdida de la inocencia que, curiosamente, según se nos insinua, puede suponer la caída en la demencia definitiva para otro personaje, la pistolera Revy, su introductora en ese mundo y al mismo tiempo su protectora. Alguien que parecía monolítico, animada simplemente por una única pasión, la del uso de las armas, pero que en medio de su furor parece haber encontrado en Rock un último asidero, la prueba de que existe otro mundo fuera de aquel infierno en el que siempre ha vivido, pero que puede quebrarse, como digo, en cuanto Rock realize su tránsito definitivo al mundo de Roanapur, ese lugar del que, como ocurre con la muerte, jamás se vuelve.