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domingo, 25 de septiembre de 2011

100 AS (LXIX): Ego Yena Kouritsa (1989) Igor Kovalikov














El domingo es el día de revisar un corto más de la lista que recopilará el festival de Annecy. Poco a poco, nos vamos acercando al final, aunque nos quede casi una año, entre la lista oficial y la lista b, de comentar cortos. Esta vez le toca el turno a Ego Yena Kouritsa (La gallina, Mi Mujer) realizada por el ruso Igor Kovalikov en 1989.

En este sorprendente corto confluyen varios hilos de la historia animada. Por una lado, como ya he indicado en otras ocasiones, el origen de la animación se encuentra en el cómic y la ilustración, raices que este corto se empeña en resaltar al asumir un dibujo que remite a un estilo muy preciso de cómic, el de los tiempos de la psicodelia de los 60, que también hallaría su reflejo en una obra esencial como Yellow Submarine. En este caso, sin embargo, los colores vivos que se atribuyen a esta psicodelia parecen haber sido apagados y atenuados, viraje acentuado por el aspecto de viejo, de celuloide sucio con el que se cubren las imágenes del corto.

Esta variación quizás deba atribuirse al segundo aspecto al que quería hacer referencia, ya que este corto constituye una de las últimas manifestaciones de una de las escuelas de animación más prolíficas e influyentes de su historia, la soviética, activa desde mediados de los cincuenta hasta la caida de ese estado y el cierre de los principales de animación, ya sin financiación pública, un golpe tremendo del que aún no se ha recuperado la animación rusa y que ha dado al traste con la carrera de bastantes artistas de talento y algunos genios.

Puede parecer extraño este elogio de las producciones de un sistema totalitario, pero que es que a partir de la muerte de Stalin y la relajación de la censura, los animadores soviéticos (y en general los del antiguo bloque soviético) se entregaron a un extraño y peligroso juego, donde la obligada propaganda era diluida en un formalismo y un experimentalismo cada vez más atrevido y acusado, que incluso servía para realizar agudas críticas al régimen, cuyos censores se veían imposibilitados de determinar si el material realmente era peligroso o no.  Este corto, como tantos cortos soviéticos o de los países del este, es voluntariamente hermético, voluntariamente experimental, voluntarianmente formalista y al mismo tiempo, abiertamente político.

Un mensaje político que utiliza las armas del absurdo y del surrealismo (ejercicio en el que sobresaldría otro artista esencial como el checo Jan Svankmajer) para narrar un mundo desquiciado, poblado por personajes imposibles que se afanan en rituales absurdos, pero que a ellos les parecen lo más normal del mundo, hasta que la llegada de un visitante descubre el imposible que es evidente para los espectadores desde el principio del corto, provocando que ese sistema, irracional pero funcional, se derrumbe sobre si mismo una vez descubierto su pecado original... en clara referencia al escándalo del sistema soviético y las reformas de Gorbachov, que acabaron por derribarlo.


Y como siempre, aquí les dejo el corto, mediten sobre él y saquen sus propias conclusiones, las mías seguramente serán equivocadas,

2 comentarios:

  1. Me voló la cabeza este corto y el estilo de Igor Kovalyov. Estuve devorando todo lo que me encontré de él y en verdad estoy muy impresionado. Un genio.

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  2. Cierto. No se llega a entender muy bien lo que ocurre (o debería ocurrir) en sus cortos, pero se las arregla para transmitir una sensación de desasosiego, de catástrofe inminente, que es difícil olvidar.

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