Lunes, rescate de artículo de Tren de Sombras. En esta ocasión se trata de uno de mis mejores artículos, que estuvo en un tris de ser portada de la revista.
No es que esté desprovisto de defectos. En primer lugar, anuncia mi desmesurada tendencia a la la prolijidad. En segundo contiene muchos errores sobre el origen de la animación, atribuibles a esa ignorancia que implica la osadía, siendo el más evidente, el desconocer que la animación norteamericana también derivaba del cómic en sus inicios.
Pero dejando aparte esos errores y patinazos, aquí se lo dejo, y espero que lo disfruten, porque es (fue) una gran serie, la obra maestra de Bones, un estudio cada vez más perdido en sus contradicciones, la primera acabar siendo lo mismo cuya repulsa motivo su fundación.
RahXephon
Producción: 2002, Japón, Estudio Bones, Fuji Televisión Network.
Creada y Dirigida por Yutaka Izubuchi
Diesño de Personajes: Akikiro Yamada/Hiroki Kanno
Diseños Mecánicos: Michiaki Sato/Yoshinori Sayawa
Directores de Animación: Hirotoshi Sano/Shito Takeuchi
Música de Yoko Kanno, KhiKo Hashimoto.
Voces de: Maaya Sakamoto, Hiro Shimono, Aya Hisakawa entre otros
Dejemos las cosas claras desde un principio.
Estamos hablando de una serie de animación japonesa o anime.
Estamos también hablando de televisión comercial, destinada a conseguir una gran audiencia y, por supuesto, los beneficios monetarios que ella conlleva.
Sin embargo, ninguno de estos términos debería ser peyorativo, puesto que el arte, el verdadero arte, no conoce de nuestras estrechas y limitadas clasificaciones. Antaño, no hace tanto tiempo, los poetas tomaban las canciones populares, imitaban sus ritmos, utilizaban sus temas y no tenían reparo en reconocer esa influencia, no siendo muy distintos de los músicos que incluían danzas y melodías populares en sus obras, algo impensable en nuestros tiempos.
No deberíamos tener prejuicios por tanto, pero antes de comenzar a analizar esta serie conviene hacer un poco de historia.
El anime es relativamente reciente. Sus primeras series y películas famosas son de los primeros 70, mientras que las dos grandes escuelas de la animación norteamericana, la Disney y la Warner, nacieron en los años 30. Los primeros años del anime, sin embargo, no fueron buenos tiempos para la animación. El genero, a finales de los 60, se hallaba en crisis y todos los estudios se vieron en la obligación de disminuir la calidad de sus productos, para abaratar costes y permanecer en el mercado.
En América, fue el momento de triunfo de Hanna-Barbera. Su estilo es extremadamente característico y marcó el concepto y las pretensiones del dibujo animado para toda una generación. Fondos muy sencillos, sobre los que estaban superpuestos los personajes, que permanecían fijos mientras los fondos se desplazaban. Diseños muy simples y de movimientos estereotipados, extremadamente fáciles de animar y de replicar, reducidos casi a bustos parlantes. Guiones que se limitaban a repetir una y otra vez el mismo conflicto. Nada que ver con la expresividad y la imaginación desbocada de la Warner o la perfección técnica y belleza formal de la Disney.
Sin embargo la inmensa variedad de personajes que fue capaz de sacar al mercado la compañía y el agotamiento evidente del estilo clásico de la Warner y la Disney, permitieron que Hanna-Barbera se transformase en la productora de animación por antonomasia de los 70. Sin embargo, en América ese tipo de animación se vio siempre como algo transitorio hasta que llegasen tiempos mejores. Cuando esto ocurrió, en los 90, la animación USA volvió a recuperar su aspecto cinematográfico y, por así decirlo, animado.
El anime, al igual que la Hanna-Barbera, nació como un genero pobre y barato. Sin embargo, los japoneses supieron hacer de la necesidad virtud y crear un estilo completamente nuevo e inconfundible, rompiendo bastantes de la reglas asentadas de la animación
Uno de los principios fundamentales de la animación occidental fue y es, que nunca hay que mover la cámara, sino que es el dibujo animado el que tiene que moverse. Los japoneses, para ahorrar el dibujo de nuevas “cells”, exploraron con la cámara las pocas que tenían. De esta manera, casi por casualidad, descubrieron los dos movimentos básicos de cámara, el que acerca para destacar un detalle en el plano, y el que se aleja, para descubrir algo oculto a nuestra vista.
No fue el único cambio. Mientras que la animación Americana hundía sus raíces en el cine, copiando sus formas, el anime se inspiraba en el cómic japonés, el manga, considerado en Japón como una forma literaria más. De esa manera, la aproximación tridimensional del cómic, en la que el punto de vista cambia en cada viñeta para evitar el aburrimiento, se transformó en el anime, para disimular el estatismo de la animación, en un montaje de planos cortos y perspectivas cambiantes, opuesto al estilo occidental de planos largos y cámara casi estática, que fue la norma hasta muy entrados los ’80.
Para terminar, mientras que la animación occidental estaba dirigida a un público mayoritariamente infantil y familiar, el anime invadía casi todos los géneros del cine popular, desde la comedia romántica y el retrato de costumbres, a la novela histórica, la ciencia ficción o el cine erótico.
De esta manera puestos en contexto, es posible examinar lo que una serie como RahXephon, casi el último eslabón en una cadena de más de treinta años de anime, puede ofrecernos a nosotros, espectadores occidentales.
La inutilidad del arte.
Uno de los rasgos fundamentales del anime es el montaje de planos cortos, sin embargo, existe otra diferencia más que lo caracteriza, el hecho de tratarse de un montaje centrífugo. Es decir, si se muestra el diálogo entre dos personajes, no se limitará a un juego de plano contraplano, sino que, poco a poco, se apartará de los personajes, sus expresiones y sus reacciones, para dirigir la cámara a los objetos que les rodean.
De esta manera, se llega a planos como el ilustrado, completamente inútiles, que no sirven a la historia, ni aportan nada nuevo. Planos de los que se puede prescindir sin que lo que estamos viendo se resienta, planos que sobran y que sólo sirven para entorpecer.
¿O quizás estamos equivocados?
Este plano no es un plano tomado al azar. La casualidad no existe en el dibujo animado. Alguien ha tenido la sensibilidad de recordar el dibujo intrincado que la luz produce al filtrarse a través de una botella. Alguien más se ha preocupado de dibujarlo con todo cuidado para que sea perfecto, exactamente igual al natural.
No ha bastado con eso, las venas de la madera, los carriles de la puerta, la urdimbre de la alfombra también ha sido reproducidos. Así como la luz artificial que penetra en la sombra de una habitación a obscuras y el brillo que esa misma luz deja sobre un brazo desnudo.
Todo este cariño, todo este cuidado, volcados sobre un plano sobrante, sobre un plano completamente inútil.
¿Cuándo ha sido que hemos entrado en los dominios del arte?
La belleza del mundo.
Un instante de silencio. Una mirada al cielo, a la tormenta que se está formando, antes de reanudar la conversación.
No es habitual un plano así en el cine moderno. Como urbanitas, hemos desterrado la naturaleza de nuestras vidas y vivimos de espaldas a ella. Ya no sabemos ni observarla ni mucho menos representarla de una manera inocente. Nuestras películas transcurren en un verano/primavera eterno, donde nada turba a los personajes, donde las estaciones no cambian, donde no hace ni frío ni calor.
Sin embargo, en esta serie, como en tantas otras de anime, una mirada distraída revela el paso de las nubes en el cielo, asistimos al comienzo y al final de la lluvia, vemos nevar apaciblemente. La naturaleza sigue su curso, ajena a nosotros y nuestros afanes, pero influyendo siempre en nuestros sentimientos.
La luz también cambia, fresca por las mañanas, cálida y lánguida por las tardes, dura hacia el mediodía, gris en los días nublados, limpia tras la lluvia. Al igual que la noche es distinta en la soledad de las calles de como es en el interior acogedor de los hogares. Al igual que la iluminación difiere cuando se está bajo el dosel de un bosque a cuando se permanece al borde del mar.
Ver plasmado todo lo anterior, sin que apenes llegues a darte cuenta de ello, y contemplarlo en una serie supuestamente comercial, no deja de ser conmovedor.
Porque las horas pasan, los días comienzan y terminan, sin que el tiempo se detenga jamás.
Cotidianeidad.
Todos vivimos dos vidas. Primero está la vida pública, la de nuestro trabajo y nuestras obligaciones, aquélla que consume la mayor parte de nuestro tiempo y a la que dedicamos casi todos nuestros pensamientos. Luego tenemos nuestra vida privada, aquélla que pensamos ser nuestra vida auténtica, pero que se limita a los tiempos muertos que nos deja la otra.
Dos vidas distintas. Dos modos de vestir, el oficial y el de estar por casa. Dos modos de actuar, la imagen que muestras ante los que están por encima o por debajo de ti, y la postura que adoptas cuando nadie te ve o cuando sólo te acompañan las personas en que confías y a las que amas. Dos esferas distintas, casi incomunicadas, que esta serie logra plasmar casi a la perfección, mostrándonos a través de las ropas y del modo de actuar de los personajes, qué distintos son los protagonistas en el trabajo a cuando están en su casa.
Tiempos muertos. El anime está lleno de escenas en las que los personajes van o vuelven al trabajo, hacen la compra, dejan de trabajar para tomar un café, comen juntos con la familia o toman una copa con los compañeros del trabajo. No es extraño este énfasis, porque es en esos instantes de relajación, en esos tiempos muertos, cuando se anudan las conversaciones, cuando se descubren los sentimientos.
Como ocurre en esta escena, en la que mediante una banal conversación sobre gustos, descubrimos como una relación entre dos personajes se está volviendo cada vez más profunda... y un poco más tarde, en otra comida, la misma conversación nos mostrará como esa relación se ha roto.
Narración lateral
Esta serie de anime cuenta con 26 episodios, unas 8 horas y 40 minutos de animación efectiva. En ese periodo de tiempo hay tiempo de sobra para contar una historia, tanto que es posible perder el camino y volver a encontrarlo.
Esta serie, a pesar de ser, ante todo, una serie de acción, jamás se apresura. Sería muy fácil contarnos de qué va la historia desde el primer minuto, para pasar enseguida a los golpes de efecto. Sería también muy burdo. Cuando empezamos a vislumbrar qué está ocurriendo llevamos ya tres episodios y una hora de camino. Cuando la mayoría de los personajes han sido presentados, estamos ya por el sexto episodio y terminando la segunda hora.
Nada nos ha sido regalado. Nadie, en el mundo real, se lanza a pronunciar grandes discursos, puesto que sabemos que los demás ya están al corriente de la mayor parte de los que sucede. Así ocurre en esta serie, los diálogos se reducen a lo estrictamente necesario. Presenciamos como se conversa sobre algo conocido por los personajes, pero que nosotros ignoramos. Es nuestra tarea, ayudados por nuestra inteligencia de espectadores, el recolectar la información dispersa para componer un cuadro coherente, el estar atentos a los actos y expresiones de los personajes para descubrir las relaciones que los unen o los separan.
Esta sobriedad se extiende a los flashbacks que revelan el pasado. En la mayoría de las películas este recurso es una muleta que sirven para introducir información imposible de presentar de otro modo. Sin embargo, aquí, y en otras muchas series de anime, los flashbacks no narran, sugieren, muestran retazos inconexos del pasado, apenas una imagen o dos, que sólo cobran sentido e importancia a medida que la narración avanza y otros flashbacks vienen a complementarlos
De hecho, uno de los mayores placeres de esta serie es volverla a ver en busca de todos los detalles que se nos habían pasado, de aquellos elementos o reacciones que nos chocaron en su momento y que sólo ahora, conocida la historia, se revelan plenos de sentido.
Silencios
El silencio es consustancial a esta serie. Es asombroso constatar qué poco hablan los personajes sobre los problemas que les aquejan, como, en vez de abrirse, se refugian en el silencio, como, al igual que en este plano, son incapaces de dar un paso adelante y acercarse a la otra persona, aunque el dolor les desgarre por dentro.
Es sorprendente al principio, cierto, hasta que reparamos con qué frecuencia callamos en la vida real, situaciones que esta serie se las arregla para representar casi en su totalidad.
Unas veces porque conocemos demasiado a una persona. Hemos compartido su pasado, descubierto sus secretos, conocido sus anhelos hasta tal punto, que una conversación sólo serviría para confirmar lo que ya sabemos, como ocurre con dos viejos amigos que se reencuentran en esta serie.
Otras porque simplemente es algo que concierne sólo a los participantes, como una de las relaciones amorosas que se entretejen en esta historia, algo tan íntimo y frágil que no conviene exponerlo al mundo.
Otras veces porque atreverse a formular el deseo que se guarda en el corazón sólo conseguiría acabar con él para siempre, demostrar su imposibilidad. Vale más engañarse, refugiarse en la esperanza, esperar un milagro que no llega.
Otras veces porque los secretos que pudieras confiar al que sufre, solo conseguirían enconar su dolor, porque a veces, como se dice en la serie, es más duro mentir que ser mentido.
Esto se consigue porque la serie cuenta con un amplio reparto de personajes, unidos por una densa de red relaciones oficiales y personales. Pero especialmente porque a todos se les concede un tiempo para expresarse, aunque sea con sus silencios
Acción y Personajes
Esta serie, y es ahora el instante de señalarlo, es aparentemente una serie de acción. En concreto pertenece a uno de los géneros clásicos del anime, el del muchacho que pilota un inmenso robot o mecha, el RahXephon, para derrotar a unos monstruos/robots que persiguen acabar con la humanidad, los Dolem, y el pueblo que los utiliza, los Mulian.
Sin embargo aquí se acaban las diferencias con el modelo. Como hemos visto la serie es mucho más intrincada y compleja de lo que podría suponerse con esta reseña, y casi inmediatamente se aparta de sus modelos, especialmente en lo que se refiere a las escenas de acción.
En el cine de acción occidental, es precisamente la acción la que justifica la película. Tras un arranque trepidante, se busca que cada escena supere a la anterior, que se hinche en tiempo y sobresaltos, hasta llegar a la gran fiesta final, dejando personajes e historia en un segundo lado, reduciéndolos a meras excusas para sustentar el espectáculo.
En esta serie ocurre exactamente lo contrario. Las escenas de acción cumplen una función estrictamente narrativa. Los personajes y sus relaciones son lo realmente importante. Esto queda claro desde el primer instante. Los tres primeros episodios están repletos de acción, pero se inserta de una forma completamente utilitaria, como introducción al mundo en el que vamos a movernos el resto de episodios, como presentación de los diferentes bandos en conflicto. Más aún, tan importante en estos primeros episodios como la acción son las escenas intermedias, largas y lentas, que sirven para definir a los personajes y asentar las relaciones que los unen.
A medida que los episodios se acumulan, la serie se aparta más y más del modelo. Las escenas de acción van teniendo cada vez menos importancia. Lo típico en una serie de estas características es que cada capítulo traiga al monstruo de la semana, pero en muchos episodios no aparece ningún enemigo nuevo. En los que sí aparece, los hay que sólo se muestra el principio o el final del combate, mientras que otros se interrumpe para dar paso al diálogo de los personajes. La mayoría de lo encuentros se resuelven de una forma extremadamente rápida y sencilla, casi torpe y burda, porque su función no es la de impactar al público, ni dejarlo pegado a la butaca, sino de la de resolver un conflicto planteado con anterioridad o introducir un elemento nuevo que haga avanzar la trama.
Con un reparto lleno de personajes, con unos caracteres perfectamente individualizados, si uno continúa viendo la serie no es por asistir al próximo combate, descubrir los poderes del siguiente Dolem y averiguar como logrará vencerlo. No, uno lo hace para desentrañar poco a poco la red de relaciones que se ha entretejido entre los personajes, porque ha terminado por cogerles cierto cariño
Así ocurre en el plano arriba ilustrado, donde el combate que acabamos de presenciar ha sido una excusa. Lo importante es poder asistir a una escena en la que dos mujeres se sinceran y una encomienda a la otra el cuidado de alguien muy querido, ya que su rango le impide acompañarlo al combate y protegerlo en persona.
Música
En la primera escena de la serie, la música que se escucha es el preludio de los Maestros cantores de Wagner. No es la única pieza clásica que se escucha, en otros instantes se incluyen también fragmentos de Scherezade de Rimski-Korsakoff, piano impresionista o secciones dodecafónicas. Resulta extraño que cuando en nuestro ambiente cultural lo música clásica parece haber sido desterrada y cualquier referencia a ella recibe el apelativo de elitista o snobismo, sean los miembros de otra cultura lejana los que nos recuerden la riqueza de nuestra herencia y sepan utilizarla con propiedad.
No es la única música que se escucha, rock, techno, jazz, música incidental, construyen un ambiente musical mucho más rico que el que podemos encontrar en cualquier otra película o serie actual. La selección no es absoluto arbitraria, la primera vez que escuchamos una de las melodías, descubrimos que se ajusta al modo de la situación que estamos presenciando. La segunda vez que escuchamos esa melodía aplicada a otra situación, descubrimos que se está aplicando la teoría del leit-motif, donde músicas similares se relacionan con situaciones parecidas, de forma que el espectador quede preparado y/o advertido de lo que puede suceder y de cómo entenderlo.
La música que se escucha no es algo externo que se añade a la serie. Cuando suena, al principio, la música de Wagner es porque un personaje la está escuchando en unos auriculares. Más tarde averiguamos que, por su carácter y su biografía, es lógico que ese personaje prefiera ese tipo de música. Cada personaje, como en la vida real, escucha un tipo de música distinto, que bien corresponde a su personalidad o le trae recuerdos del pasado.
La importancia de la música no se detiene ahí. Cuando los Dolems atacan, cada uno emite un Aria particular, perfectamente reconocible, la misma que canta el Mulian que lo controla. De hecho esa música es la fuente de su poder, al igual que la del poder del RahXephon, cuyo piloto es llamado interprete, y cuya misión es conocerlo hasta el punto en que sea capaz de improvisar con él.
El mundo está sumergido en sonidos, dice Quon. La música es la forma única del mundo nuevo que puede ser creado, responde Ixtli. En esta serie, la música, la belleza irreductible que le es propia, el placer sobrehumano que nos provoca, tiene un poder salvífico, se convierte en la única potencia que podrá evitar el desastre. Con ese impulso, de salvación a la vez personal y colectiva, Quon ensaya una y otra vez al violín una pieza extremadamente triste de la que se ha perdido el final, confiando en encontrarlo por causalidad y devolverle su sentido, su armonía.
Porque como decían, los antiguos. Musica, laetitiae comes, medicina doloris. Musica, compañera de la alegria, medicina para el dolor. O como de manera más terrible, decía Proust, sólo por escuchar esas armonías merece la pena haber venido a este mundo, aunque al final nos espere la muerte.
Racismo
Muchas veces al tratar este tema, se cae en el mismo error que los propios racistas. Demasiadas veces el hincapié se pone en la diferencia, se la hace visible y se la señala, evitando que el público se identifique con los que sufren, ya que ellos mismos, los espectadores, son distintos.
En esta serie, el racismo existe, es uno de los temas fundamentales, pero la “diferencia” no es visible. Como el SIDA, esa diferencia se lleva en la sangre y sólo un análisis puede descubrirlo. Al contrario del SIDA, no hay grupos de riesgo, no es posible decir de antemano quienes son susceptibles de sufrirlo y quienes no. Al igual que el SIDA, es posible adquirirlo y alguien perfectamente normal, alguien que amabas y en quien confiabas, puede, de un día para otro, convertirse en uno de “ellos”.
Éste es un matiz fundamental. En la mayoría de las obras que abordan el racismo, las posturas vienen dadas, por un lado están los buenos, por otro los malos, y ninguno de ellos cambia su opinión, ni puede ser salvado. En esta serie ocurre lo contrario.
La idea preconcebida, aquella en que los personajes han sido educados, es que los que tienen la sangre distinta son los enemigos y que hay que acabar con ellos, puesto que son unos monstruos. Así lo proclama la propaganda oficial, como muestra el fotograma que adjuntamos.
Sin embargo, ya hemos dicho que la “diferencia” puede adquirirse y, en un momento dado de la serie, se descubrirá que varios de los personajes centrales tienen esa “diferencia”. El drama surge entonces en dos planos. Por una parte, la confusión de la persona que formaba parte del mundo, que tenía su camino trazado, y ahora está fuera de él, enfrentado al odio y quizás a la muerte, sin haber cometido ningún crimen. Por otra parte, el dilema de aquellos que tienen que decidir qué es más importante, si lo que sentían por aquella persona o las ideas en que fueron educados.
Es en la descripción de estos dilemas, junto con en el dolor y la duda que conllevan que la serie consigue que la tesis deje de ser abstracta, que pase a convertirse en un sentimiento que podemos compartir, puesto que nosotros también hemos cogido cariño a esos personajes.
Desgraciadamente, nadie puede ayudar a nadie a elegir el camino. Al final esa decisión, la de estar o no del lado de la humanidad, se convierte en la única diferencia que importa.
Transcendencia
Lo sobrenatural, lo fantástico es una constante del anime en general y de éste en particular.
El Rahxephon no es un arma corriente, sus pilotos tienen que ser elegidos, pero esta elección no la realizan los seres humanos ni los Mulians, es un ente sobrenatural, el Ixtli, independiente de todos, libre y poderoso, poseedor de todos las claves, arbitrario y lleno de misterios, como el mismo Dios, quien elige a los suyos y los hace despertar.
Despertar. Expresado en términos e imágenes religiosos. En el caminar sobre las aguas. En el huevo de la vida que debe abrirse. En el ángel que desciende a la tierra, extiende su mano y salva a los creyentes. En un goce sobrehumano que aniquila cualquier otro que hayamos podido experimentar.
Despertar. ¿Pero a dónde? Varías veces a lo largo de la serie el telón de la realidad se rasga. El mundo que creíamos firme y real, se revela una mentira. No podemos vivir ya en él y tenemos que saltar a la nueva realidad que se ha abierto ante nosotros, aunque nada nos asegure que éste sea el verdadero. De hecho, Ixtli, el guía de los elegidos, no reconoce realidad alguna.
Porque éste es un concepto budista. Todo lo que vemos y experimentamos no es más que un sueño y una ilusión, pero tampoco existe una realidad auténtica en la que podamos despertar. La única salvación que nos queda es soñar conscientemente nuestro propio sueño, modificar lo que creemos realidad hasta crearnos nuestro paraíso. Cantar la canción prohibida y traer la armonía al mundo, como dice el propio Ixtli.
No deja de ser una conclusión pesimista que el único medio que pueda existir para cambiar el mundo, para devolverle la armonía, como se dice en esta serie, sea un medio sobrenatural, el único de cuya inexistencia estamos seguros.
El transcurrir del tiempo
El tiempo es otros de los temas centrales de RahXephon. El mundo ha sido dividido en dos regiones, Por una parte, Tokio y sus alrededores, por otra, el resto del planeta, cada una con su propio ritmo temporal, de forma que cuando la historia comienza, hay doce años de diferencia entre Tokio y el exterior. Aquellos que quedaron dentro de la ciudad aún son jóvenes, el resto han envejecido.
No es sólo el mundo el que está escindido. Cada uno de los personajes de la serie, aunque no se atrevan a confesarlo, cuenta sus días en antes y después de aquel momento. Todos han dejado algo atrás, algo que nunca más podrán recuperar. Cada uno ha tenido que aprendido a continuar viviendo a pesar del dolor y de la ausencia.
De nuevo, cuando hablábamos del racismo, sólo de esta manera la idea abstracta puede convertirse en personal y conmovernos.
Así es en el caso de Haruka Shitow. Ella dejó en Tokio la persona que amaba, Ayato Kamina, y a pesar del tiempo transcurrido no ha sido capaz de olvidarlo o substituirlo por un nuevo amor, aunque lo ha intentado. Cuando comienza la serie la vemos entrar en Tokio, encontrar a su antiguo amor y traerlo de vuelta consigo.
Para su desgracia, ella tiene ya treinta años y el sólo diecisiete. Mucho peor incluso, puesto que él no la recuerda en absoluto. Es difícil imaginar un tormento mayor que al que Haruka se enfrenta. Vivir al lado de alguien de quien estás enamorado y que no te ama a su vez. Alguien que, cuando le llegue el momento de amar, no te elegirá a ti, sino a una persona de su edad. Saber que tu alegría o tu dolor dependen de cómo se muestre hacia ti. Vivir sin poder manifestar lo que sientes, pues no sabes como reaccionará el otro. Esperando un milagro que no se sabe si ocurrirá
Doblemente doloroso, porque el personaje de Haruka es el de una mujer inteligente, independiente y llena de recursos, cuyo único punto débil, conocido sólo por unos pocos es este amor, tan fuerte que podría llevarla a perder la vida por defender a Ayato, aun sabiendo que quizás él no se lo agradeciera.
Porque la historia de RahXephon, si existe alguna, es la historia del amor no correspondido de Haruka por Ayato.
Para terminar, no deja de ser un milagro que todo esto nunca sea contado en la serie, que nunca se nos diga: Haruka amaba a Ayato. No es necesario, basta mostrarlo y que seamos nosotros, los espectadores, quienes lo descubramos.
El Arte de la digresión: Episodio 15
Normalmente consideramos que todos los elementos de una película tienen que estar orientados hacia su final. No toleramos, ni en la ficción ni en la realidad, aquello que se desvía.
Con este episodio y sin previo aviso, entramos en un mundo nuevo, tanto desde el punto de vista visual como narrativo. Los colores se apagan y adoptan una tonalidad sepia, la luz se difumina, las sombras se extienden. El dibujo se hace extrañamente más preciso y realista, más triste y seco que hasta ahora. La historia abandona el presente y se traslada al pasado, no al de los personajes principales, sino a la infancia de tres secundarios.
Nuevamente creemos estar en presencia de algo inútil, de algo sobrante, de algo que molesta y estorba.
Es una ilusión. Desde los primeros momentos del episodio sabemos que estamos dentro de un cuento de hadas, que nos hemos trasladado, nosotros y los personajes, al mundo repleto de sueños e ilusiones de la infancia.
No se intenta engañarnos, puesto que el mundo en que los tres niños protagonistas viven no es un mundo feliz. Crecen encerrados en una residencia donde cualquier falta, la más mínima, acarrea un castigo físico. Un ambiente donde no se tolera la debilidad ni el fracaso, donde los tres niños deben aprender a ser duros, a ocultar sus sentimientos frente a los demás, a buscar el éxito cueste lo que cueste, el único camino que les traerá seguridad y respeto.
A pesar de esta dureza, aún tienen ilusiones, aún pueden permitírselas. Fuera de la residencia existe otro mundo, seguramente distinto a aquel en que viven. Un día, cuando crezcan, cuando lleguen a ser adultos, saldrán de allí y entonces, por fin, serán dueños de su destino. Mientras, podrán seguir soñando, mantener la fe y la esperanza frente a la frialdad del mundo.
Sus esperanzas cristalizan una noche, cuando en las profundidades de la residencia encuentran un ser, distinto a todo lo que conocían, tan prisionero como ellos. Un ser que se convierte en su secreto frente a los profesores y preceptores, algo que, por unas breves horas, les permite ser, no lo que los demás desean, sino lo que ellos quieren.
No hay finales felices en este mundo. Cuando el episodio termina, ilusiones y esperanzas se han quebrado para siempre y, nosotros, como espectadores, hemos aprendido varias cosas, que hay personas que son unos hijos de puta desde el día que nacen hasta el día que mueren, que otras se quiebran bajo el peso de la vida y devienen lo que más odian, que otras tienen la suerte de conservar sus sueños hasta la edad adulta.
El punto de inflexión: Episodio 19
En toda gran serie de anime hay un punto de inflexión. Se nos lleva a creer y a confiar que la historia es o será de una manera y, de repente, se da un giro en redondo, dejándonos desnudos emocionalmente.
Dentro de esta serie, este capítulo es el momento de la verdad. Hasta entonces, nada parecía ir en serio. Al fin y al cabo, Ayato, y nosotros con él, estábamos del lado de los buenos. Nuestra lucha era justa. La victoria era segura. Tampoco había sangre ni sufrimiento. Cada vez que RahXephon destruía un nuevo Dolem, no había hecho otra cosa que destruir una máquina horrenda. Nadie había sufrido daños, nadie había muerto.
Acabado el día, los personajes podían volver a sus casas, perderse en sus devaneos amorosos, sin que nada viniera a turbarles. Aquí y allá, algún elemento discordante anunciaba una realidad más fría y dura, pero no había motivo de preocupación, porque la luz y la justicia habrían de imponerse.
Tras este episodio ya no es posible mantener esa mentira. Tras cada Dolem hay un ser humano, igual que nosotros, una persona con sueños y esperanzas, que desea enamorarse y ser feliz en este mundo, una persona que habrá de morir de una forma horrible cuando el Dolem sea destrozado a manos del RahXephon, porque en este mundo no hay guerras limpias, ni tampoco causas puras. En todas ellas unos seres humanos destruyen a otros seres humanos. Todas traen dolor y miseria.
Ni siquiera queda el recurso de buscar refugio en la huida. Llegado el momento, todos tendremos que elegir bando y quizás, sin ni siquiera saberlo, acabar con la vida de aquel que más amamos en este mundo.
Me encanta este articulo. Lo leí hace mucho, mucho tiempo. De hecho, ayer lo encontré porque lo tenía guardado en un DVD junto a la serie,
ResponderEliminarhe buscado la página y al fín acabé aqui. Enhorabuena por el escrito y gran serie sin duda alguna.
Un saludo.
Gracias, gracias por los elogios. El artículo es de cuando la serie acababa de terminar (¡El año 2004, ni más ni menos!)...y sí puede contarse entre lo mejor que he escrito, a pesar de ciertos errores evidentes
ResponderEliminarExcelente escrito!
ResponderEliminarMe gusta la forma en que has narrado tu análisis en cuanto a varios aspectos de este hermoso anime.
Se agradece, se agradece. Ya he comentado que es uno de los escritos de los que estoy más orgulloso, a pesar de sus lunares.
ResponderEliminar