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sábado, 5 de febrero de 2011

The City You Love Most














Debo confesar que tengo sentimientos encontrados sobre el gran documentalista Joris Ivens, cuya obra estoy revisando en las últimas semanas, impulsado por mi encuentro/revelación con uno de sus primeros cortos, el magnífico Regen (Lluvia) de los años 20, sobre el cual ya hable en este mismo blog.

Tras sus primeros cortos formales/experimentales, su afilliación comunista empieza a ser cada vez cada vez más patente, hasta el extremo de llegar a rodar un film propagandístico para la URSS donde se celebraba la construcción de la ciudad industrial  de Magnitogorsk por voluntarios comunistas, aunque ahora sepamos que en su mayoría eran deportados del GULAG. Ese posicionamiento político le llevaría luego en los años 60 a documentar la guerra del Vietnam desde el punto de vista del régimen del norte, para luego crear una larguísima loa del régimen maoísta chino durante la revolución cultural, Comment Yukong déplaça les montagnes, en español, Como Yukomg movió la montaña.

En este sentido, Ivens cayó, ya sea voluntaria o involuntariamente, en la misma trampa que tantos militantes izquierdistas del siglo XX: como la denuncia valerosa de los abusos del capitalismo salvaje, ése mismo que ahora mismo vuelve a levantar cabeza, como hidra de lerna, les hizo volver la vista al horror y la miseria de los regímenes revolucionarios, considerando sus atrocidades como situaciones pasajeras justificadas por el combate revolucionario y que desaparecerían en cuanto la victoria fuera cierta.

Un inmenso error que pesa como una losa sobre la izquierda actual y que la derecha rediviva de ahora, rabiosa y deseosa de venganza, no deja de repetir a cada ocasión.

Por supuesto, si las películas de Ivens siguen siendo vista y este cineasta continúa manteniendo su importancia dentro del documental es obviamente porque su obra es algo más que propaganda, incluso en su obras más políticas y comprometidas. Su experiencia de juventud, lo aprendido durante la composición de sus primeras obras, las más formalista y experimentales, le acompañó duirante toda su vida, haciéndole especialmente sensibles a esos pequeños detalles de la vida cotidiana, los que merecen conservarse porque definen un tiempo. un lugar, una sociedad.

Pero de lo que les quería hablar era de algo muy distinto. De la impresión que me ha producido uno de sus documentales más comprometidos, de esos rodados con prisa, forzados por la urgencia de los acontecimientos, Earth of Spain, rodado en 1937 durante la guerra civil española y que muestra la vida en el Madrid sitiado.

En mi propia ciudad.

Debo confesarles que no pude evitar un estremecimiento. Resulta especialmente desasosegante pensar que aquellos lugares en donde ha transcurrido toda tu vida, la ciudad que amas como si fuera parte de tu propio cuerpo, fueron los escenarios de sangrientas batallas durante casi tres años. Que el lugar donde estudiaste tu carrera, la ciudad universitaria de Madrid, era un campo de batalla, con los nacionales ocupando las facultades convertidas en fortalezas, rodeadas de trincheras, contra los contraataques republicanos, que los lugares donde ibas luego con tus amigos a tomar algo tras las clases eran bombardeados diariamente por los sitiadores y esas casas fueron gravemente dañadas, o que en la plaza centrica que hoy mismo has cruzado, Callao, era blanco corriente de los obuses, disparados contra civiles inocentes.

Un tiempo, un momento, que nunca ha sido descrito cinematográficamente, y cuando digo esto, me refiero ha que siempre lo ha sido desde un punto de vista partidistas o político, pero nunca se ha escuchado la voz de los civiles, de los que tuvieron que seguir viviendo, sobreviviendo, a pesar de todo y de todos, en la ciudad que amaban.

O de como uno de los pocos centros culturales de España, su Ciudad Universitaria, fue arrasada por su autonombrados salvadores, sus colecciones destruidas (entre ellas importantísimos hallazgos arqueologicos, de los que sólo nos queda constancia), sus bibliotecas quemadas, durante los combates casa por casa.

Pero ya sabemos que los salvadores nunca han sido muy dados a respetar y proteger lo realmente importante.

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