Páginas

martes, 8 de junio de 2010

Reproductions




Todo aficionado al arte sabe de lo falsas y desorientadores que son las reproducciones de las obras artísticas y como nada puede substituir a la observación directa, a estar frente al cuadro o la escultura, contemplándolo a gusto. No es ya que los colores originales se pierdan o se vean distorsionados, que el papel o la pantalla sean capaces de reproducir con fidelidad lo que está en el lienzo en el papel, es simplemente que la reducción, el paso de un tamaño a otro, borra y uniformiza las pinceladas, oculta los detalles, destruyendo, en definitiva, el trabajo de un artísta, las largas horas que dedicará a conseguir un efecto, trazar una figura, buscar unos colores, a pintar en definitivas.

Hay pintores que aguantan mejor que otros esta traición que es necesario realizar para que sean conocidos por su admiradores, pero también los hay para los que toda reproducción de su obra es una derrota completa, al ser, por esencia irreproducibles, ya que los sentimientos que provoca la observación directa de su trabajo sólo se pueden conseguir de esa manera. Tal es el caso de El Bosco o de Breughel el Viejo, ambos acumulan tantos y tan variados detalles, que una foto convierte a sus cuadros en un amasijo de figuras imposibles de identificar, a menos que se proceda a descuartizar el cuadro y se presente por pedazos inconexos. También ocurre lo mismo con Rothko, un pintor al que odiaba profundamente antes de ver un cuadro suyo de verdad, ya que las dimensiones de sus obras están pensadas para arrastrar al espectador al interior de sus inmensos lienzos de casi un único color, provocando al mismo una impresión de vértigo y de serenidad, imposible de sentir, solo de ser evocada, al contemplar una fotografía.

Barceló es de estos pintores. Como se ha podido observar en la magnífica retrospectiva que acaba de cerrar en la Fundación La Caixa de Madrid, los cuadros de Barceló no son meras superficies sobre las que se aplican colores, al contrario, como si fueran la misma tierra que pretenden representar, sufren de iguales movimientos telúricos, de plegamientos y erosiones, que se arrojan contra el espectador o pretenden absorberle. Una téctonica pictórica que provocan multitud de juegos de luz y textura, imposibles de reproducir por la fotografía y que transforman la pintura en escultura, en el sentido de que el espectador desearía acariciar con sus manos esas superficies, sentir sus relieves, confirmar su realidad, la existencia intuida por la visión.

¿Y que quiero decir con esta retahíla de palabras altisonantes, que buscan ocultar el vacío de mi expresión? Que Barceló es uno de los grandes.

Punto.

5 comentarios:

  1. Para apreciar a Barceló, a Rothko, a Pollock y a unos cuantos más, uno debe ser un poco niño en el buen sentido de la palabra (si es que hay un sentido malo). No ver la obra sino estar y sentirse ante ella y apreciar la belleza de los materiales por sí mismos, por su presencia. También serviría una roca pero entonces tal vez no nos fijaríamos en ella.

    ResponderEliminar
  2. Muy cierto.

    Hay que desaprender lo que sabemos.

    ResponderEliminar
  3. Es curioso que ahora esté de actualidad lo de Altamira. Los del CSIC dicen que no lo abran al público y que con las reproducciones que existen mejor que la gente se quede en casa. Para ser Superior, al consejo se le va un poco la pinza.

    ResponderEliminar
  4. Una exposición magnífica la de Barceló. Es una artista con bastantes altibajos, pero estoy de acuerdo en que es de lo mejorcito ahora mismo (y en estos tiempos en los que ya todo está inventado...)

    ResponderEliminar
  5. a ver por donde empiezo...
    Rothko, si no se llevó usted la obra, había una en la exposición sobre manet y la abstracción, en el tisen, pintado en colores puros tipo sinopis o rubrica, yo me mantengo en mis doce, y sostengo que si una "gran obra" para apreciarla necesita del fundamento de 5 años de estudios en arte..., (igual es que no lo es tanto),.. Quizás en ese aspecto Barceló, es más cercano. En mi visita, mis sobrinas rápidamente detectaron que la entraña masa informe con la que nos recibía, era un elefante, y todos incluso, expertos en arte por su trabajo, que intentaban ayudarme a sujetar a mis sobrinas, estaban gratamente sorprendidos, (excepto
    yo), a quien solo sorprendió el: ¿cómo consiguió que el elefante se estuviera quieto trompa abajo mientras ejecutaba la obra?
    En general a los expertos por su trabajo, les gustaron los cuadros grandes, a mis sobrinas y otros, les gustaron los pequeños, pero prácticamente todos coincidimos en que los dibujos y acuarelas que presenta, eran para tirárselos a la cara.
    Advierto, que escuche varias veces la conversación sobre la cúpula y lo que se había embolsado "vía ayuda al desarrollo", que no parece que ni con esta retrospectiva logre hacer que eso se olvide,
    Yo también me traje con la cámara a Giorgione en Felanix(1984) su MANIFIESTO PINTADO y rebelde declaración de principios.
    Una de mis sobrinas me hizo notar que la corona con la que se laurea era de plástico-pegao, y que el brazo izquierdo lo tenía mu laaaaaargo, (no me dijo nada de la cola)A

    ResponderEliminar