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domingo, 27 de junio de 2010
100 AS (XX): Begone Dull Care (1949) Norman McLaren
En la revisión anual de la lista de cortos animados del festival de Annecy, de nuevo le ha tocado el turno a la National Film Board of Canadá y a Norman McLaren, en este caso representado por Begone Dull Care de 1947, que en mi opinión podría ser la obra quintaesencial de ese creador, al resumir por completo su concepción de la animación, basada en la abstracción y el abandono de la cámara, para pintar directamente sobre el fotograma, en lo que recibe el nombre de scratch movies.
A lo largo de la historia del cine, la abstracción ha sido un concepto elusivo, al menos en lo que podríamos llamar mainstream, es decir la corriente que iguala cine con largometraje (lo cual es absurdo como sostener que sólo la novela puede ser literatura). No obstante, al contrario de la literatura, la abstracción en cine no es un imposible, sino que ha sido cultivada casi de sus orígenes por grandes artistas como Oskar Fischinger, Len Lye o Stan Brakhage, además de otros menos conocidos pero no menos interesantes.
Una relación difícil, la del cine y la abstracción, negada incluso por algunos de sus máximos teóricos, pero cuya misma recurrencia e insistencia debería bastarnos para demoler bastantes de nuestras falsas certezas sobre este arte, se hallen o no sustentadas por grandes artistas; y que se ha manifestado de las formas más variadas, pero siempre con un objetivo en mente, el de crear una auténtica música visual, y que en sus formas más extremas, como las creaciones de Stan Brakhage, renunciará a la música sonora, para no verse limitada por ella.
No es el caso de McLaren, como ya debían haber intuido los que sigan estan notas. Él no veía ningún punto de fricción entre ambas artes y, si acaso, utilizaba la música como la urdimbre sobre la cual tejer su tapiz visual, tal y como ocurre en este corto, donde se entable un diálogo entre la música de jazz del trío Oscar Peterson. Una conversación en la que McLaren se esfuerza en hacernos ver la música, adaptando sus patrones al fraseo de los interpretes y tratando de identificar sus diferentes expresiones con diferentes motivos visuales.
Un intento de tocar junto al resto de los interpretes que distingue este corto de otras creaciones abstractas, e incluso otras del mismo McLaren, puesto que la rápida sucesión de formas, su constante alternancia y transformación, le confieren el ritmo apropiado para la musica de jazz y dan la impresión de espontaneidad, de improvisación, que se esperaría de una jam session, en oposición, como he indicado, con otros artistas que buscan disociarse de ese aspecto interpretativo de la música e intentan adaptar su creación a ritmos de mayor duración, tal y como haría un danzarín que intentase bailar al ritmo de esa música... porque en este caso ese bailarín es el propio espectador, al que se le pide no que analice esta música y estas imágenes, lo cual es casi imposible a menos que se examine la partitura nota a nota, el corto, fotograma a fotograma, sino que disfrute con él, que se deje arrastrar por el torrente visual que transcurre ante sus ojos y se emborrache con él.
Un objetivo que es característico de McLaren, ese artista abstracto que buscaba hacer un poco menos triste la vida de su prójimo, y que procuraba mantenerse bien a distancia de todas las torres de marfil y todos los campanudismos, a los que son tan proclives teóricos y revolucionarios.
Y como siempre les dejo con el corto, esta vez en la copia editada por la NFB del Canadá, así que no olviden ponerlo en máxima resolución, para no perderse ni un solo detalle.
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