Páginas

lunes, 5 de abril de 2010

Opposing feelings










Tengo sentimientos encontrados con respecto a la película de animación, Le Roi et L'Oiseau (El Rey y el Pájaro) de Paul Grimault , que en gran parte se deben a que es una obra con una larguísima gestación, de 1948 a 1980, y eso de deja notar demasiado en el resultado final.

Por resumir la historia, Grimault comenzó la película en 1948, con el nombre La Bergère et le Ramoneur, (La Pastora y el Deshollinador), donde los personajes del título, una pareja de enamorados, deberían escapar de un rey malvado que intentaba separarlos, un tipo de historia muy en consonancia con el estilo Disney, que había tomado por asalto la animación americana a finales de los 30 y se las había arreglado para eliminar al resto de sus competidores o dejar bien claro que estaban a un nivel muy inferior, y cuya influencia provocó que durante unas décadas la animación internacional adoptase un mismo tipo de personajes y casi el mismo tipo de historias.

Sin embargo, Grimault no pudo completar su obra, a primeros de los cincuenta el productor de la misma la hizo pública una primera versión antes de que el director la considerase terminada, lo que provocó su abandono del proyecto. No sería hasta mucho después, en 1967, que Grimault recuperaría el material y continuaría con el proyecto, modificándolo casi por entero, de manera que no sólo mudo de nombre, sino que ahora los protagonistas principales serían el rey y el pájaro que se convierte en aliado de los amantes perseguidos.

Desgraciadamente, el diseño de los personajes y ese tipo de historias estaban completamente anticuado en la década de los 70 ( ya empezaba a estarlo a finales de los 40 con la emergencia de la UPA y la animación experimental) así como el tipo de historias, con lo que continuar con la película era un extraño ejercicio de recreación histórica, más cuando se tiene en cuenta que Grimault aprovechó elementos y escenas originales de la primera versión y los conjugó con elementos de nueva creación. Es precisamente ese largo lapso temporal entre la primera versión y la definitiva, junto con la disonancia creada por elementos viejos y nuevos, la que en mi opinión constituye el principal lastre de la película, al dar un cierto aspecto de elementos recosidos y no completamente unificados, con transiciones completamente fallidas y situaciones que no se siguen o son completamente innecesarias.

Sin embargo, la película funciona y es más que notable, lo cual se debe simplemente a que Grimault es un animador de primerísima clase, capaz de expresar sentimientos y situaciones por el movimiento y de caracterizar a sus personajes por su lenguaje corporal característico, lo cual convierte a la cinta en un placer para los ojos, un desfile de hallazgos e inventiva, una vez que se ha dejado a un lado lo convencional de la historia y el extraño diseño de las criaturas que la pueblan.

Pero aún hay otro factor más importante, el que precisamente distingue a esta película y la convertiría en una influencia permanente, especialmente para la animación japonesa, se trata simplemente de que por primera vez tenemos el caso de un decorado, el del castillo-fortaleza-rascacielos donde habita el rey del título, de asombrosa modernidad en su diseño, concepción y presentación frente al aspecto retro de los personajes, que se convierte en un auténtico personaje más de la trama, de manera que la larguísima sección los dos tercios iniciales de la cinta, en la que, acompañando a los dos amantes en su huida, se explora esa ciudad inmensa desde sus más altos pináculos a sus más profundas mazmorras, se convierte en la mejor parte de la cinta, en la que continuamente se nos sorprende y fascina, una sensación que he intentado reproducir vagamente con las capturas que encabezan esta entrada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario