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jueves, 11 de marzo de 2010
Eyewitnesses (y III)
Había señalado ya, en entradas anteriores de esta revisión de la trilogía de la guerra de Rossellini, como el director italiano había conseguido salirse de los estrechos moldes del cine bélico y abordar temas apenas tocados en esas producciones.
Por ejemplo, Paisa consituye uno de los pocos ejemplos en la historia del cine donde se muestra el sufrimiento de la población civil en el campo de batalla, pero si esto ya era excepcional, no lo es menos que en su siguiente película, Germania Anno Zero, Rossellini cruce el espejo y se atreva a mostrarnos la durísima postguerra de los ciudadanos del salvaje enemigo de ayer mismo, los alemanes, en un clara plasmación de lo que significa esa palabra tan hermosa y tan denostada ahora, que responde al nombre de humanismo.
Lejos de Rossellini toda romantización o sensiblería. Con perfecta economía de medios y una puesta en escena completamente casual y casi feísta, en la que se evitan escrupulosamente los subrayados, (son típicos de él los planos en los que los personajes se salen del plano y la cámara no los sigue) se nos descubre una situación durísima, la de una sociedad que se ha derrumbado completamente, ha quedado reducida a un campo de ruinas similar al Berlín bombardado por los aliados, y donde los peores enemigos no son las tropas de ocupación, que apenas aparecen en este relato de postguerra, sino tus propios compatriotas.
En la película todo atisbo de moral y solidaridad, de esos conceptos que asociamos con la civilización y, en cierta manera, erróneamente con el ser humano, han desaparecido por completo. El hambre y el frío, el no saber qué puede traer el día siguiente, o sí este traerá algo aparte de la miseria y la muerte, han convertido a todos en enemigos, dispuestos a traicionarse, a venderse por un poco de comida, por un pedazo de carbón. Un mundo donde todas las categorías morales se han revelado vacías, y donde lo que cuenta es la mera supervivencia, la competencia darwiniana más descarada, el muérete tú hoy que yo ya me moriré mañana.
¿Y quiénes son los responsables de este resultado? Rossellini nos lo deja bien claro, en sus propias palabras, como queda ilustrado en las capturas que encabezan esta entrada, puesto que los nostálgicos del Nazismo, agazapados en espera de tiempos mejores, que denuncian el estado de postración en el que se halla la Alemania derrotada, no se dan cuente de que ese momento histórico es la plasmación perfecta de sus ideales más queridos y de que con ellos han corrompido a todo un país, llevándole a la mayor catástrofe de su historia.
Como ocurrirá con el joven protagonista de la historia, en un ejemplo, esta vez terrible, de repetición de la historia, que confiará en las palabras de sus educadores y las pondrá en práctica, para descubrir a destiempo, cuando ya no tiene remedio, el horror que suponen.
Y hallarse convertido en un paria entre los parias, sin lugar al que volver, excepto la tumba.
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