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miércoles, 5 de agosto de 2009

Remove the wool from your eyes








Cuando se habla de cine, es posible determinar un canon "clásico", un conjunto de obras que remiten a la formulación teórica de un estilo que hemos dado en llamar clasicismo, y de cuya revisión podría extraerse el modelo de la película ideal que respondiera a los ideales de su estilo, o en menor medida, una regla que nos sirviera para medir la calidad de las películas que pretendiesen formar parte de estilo.

Asímismo, es posible fijar también un canon moderno, el de todas aquellas obras y cineastas que partiendo de ese modelo clásico, intentan salirse de él, romperlo y disolverlo, recorrer otro camino, pero que a pesar de esas intenciones, sólo tienen sentido cuando se examinan a la luz de las normas del clasicismo, puesto que sin esa clave, sin esa base de la que se quiere partir, para ampliarla, renovarla o negarla, su significado e igualmente, su calidad se nos escaparían por completo.











Pero si miramos con más cuidado y más atención ese arte del siglo XX que llamamos cine, nos llevaríamos una sorpresa. El ámbito en el que se han movido las producciones cinematográficas de ambos cánones tiene poco que ver con el arte que se expone en los museos de arte "contemporáneo" o el que es objeto de exposiciones, tanto antiguo como moderno, de forma que hay una disociación casi extrema entre lo que supusieron y pretendieron las diferentes vanguardias en otras artes y lo que se nos propone como modelo en el cine, casi como si intentase equiparar James Joyce y Corín Tellado, por poner un ejemplo sacado de tiesto y completamente demagógico.






O lo que es lo mismo, si se quisiera encontrar un cine del siglo XX equiparable al arte producido en el siglo XX, sería necesario construir un nuevo canón, compuesto por nombres casi desconocidos y obras apenas vista, excepto en los circuitos que están fuera de los circuitos. Una labor en la que habría que andar a tientas, casi en la obscuridad, sin prejuicios ni concepciones previas, olvidando todo lo visto anteriormente, renunciando a las normas, las obras construidas sobre ellas y las obras construidas contra ellas.

Hablo por supuesto del cine experimental, esa contradictio in terminis, porque cuando hablamos de Picasso no hablamos de pintura experimental, sino simplemente de pintura, con lo cual no debería haber cine experimental, sino simplemente cine. Hablo de todos artistas cuyos nombres apenas aparecen en estudios e historias del cine, gente de obra corta y apenas vista, pero que en la mayor parte las ocasiones es mucho más importante y profunda que la de tantos otros cuyo nombre no deja de oírse, tanto en el modo clásico como en el moderno.

Hablo de gente como Joseph Cornell y de cortos como este By Night with torch and Spear, creado en algún momento de los años 40 a base de remontar material preexistente, invirtiéndolo y pasándolo en marcha atrás, utilizando el negativo, y negándonos cualquier posibilidad de interpretación fácil.

Excepto al final, cuando aparecen perfectamente legibles, en un intertítulo, ese Por la noche con antorcha y lanza, y observamos a dos hombres adentrarse en la noche, el agua hasta la cintura en pos de una presa desconocida y elusiva.

Como cualquiera que quiera disfrutar realmente del arte.

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