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sábado, 27 de junio de 2009
Rules? Which Rules?
Había señalado ya con anterioridad, la sorpresa sentida al descubrir los primeros cortos de Mickey Mouse, puesto que parecían hecho por un estudio distinto a la Disney, sin asomo de su sentimentalismo o conservadurismo, mientras que se complacían en la experimentación sin reparas y en una gozosa diversión anárquica, donde (casi) todo valía.
Por supuesto, me quedaba por toparme con los cortos mudos de Oswald, The Lucky Rabbit.
Estos cortos representan a la Disney antes de ser la Disney. En pocas palabras tenemos a Walt trabajando para un estudio, sin disponer de la propiedad de los personajes y los cortos creados (una de las razones que llevaron a la creación de Mickey Mouse, al ser Disney expulsado de ese estudio y perder los derechos sobre la serie de Oswald... y que llevó también a que se perdieran la mayor parte de ellos, por desinterés) y en los que no ejerce de jefe y casi dictador, sino que comparte la autoría con uno de los animadores más sorprendentes de la historia de esa forma, Ub Iwerks, cuya mano se deja percibir en cada uno de los cortos en los que intervino, de forma que es posible adivinar su presencia antes de leer los propios créditos.
Una de las primeras conclusiones tras ver esos cortos, es pensar en qué hubiera pasado si Disney no hubiera perdido los derechos sobre Oswald, quizás ahora el símbolo de su imperio sería un conejo de luengas orejas, o quizás no hubiera pasado de ser una nota al pie en la historia de la animación, puesto que como digo, el acicate para crear a Mickey y su propio estilo fue precisamente la expulsión del estudio y la pérdida de control sobre su obra... un incidente que le llevaría a mantener un férreo control sobre todo lo que produjera a partir de ese instante y, sobre todo, a figurar como único creador en los títulos de crédito.
No obstante, y es a lo que iba, el hecho es que cuando surge los primeros cortos de Mickey Mouse, Plane Crazy y Steamboat Willie, su perfección no ocurre por casualidad. Disney e Iweks tenían años de experiencia a sus espaldas y, sobre todo, habían podido experimentar a placer con Oswald.
Una experimentación que, como era común en los primeros tiempos de la animación, se basa en explotar las posibilidades de la línea y el dibujo, consiguiendo aquello que es imposible en la realidad, pero que en el tablero de dibujo, como se dice, esta a un trazo de distancia. En ese sentido es importante recordar que el dibujo animado americano surge directamente del cómic, un camino de doble sentido que se mantendría abierto durante muchos años (Baste recordar el desarrollo que Carl Barks daría a los personajes de la empresa, especialmente a Donald & co), y que, extrañamente en otros ambientes culturales, como son Japón y el anime, se repetiría de forma idéntica muchas décadas más tardes.
Una influencia, del cómic a la animación, y un mismo entorno de trabajo, el tablero de dibujo, que inmediatamente fue aprovechado por los primeros animadores, como Ub Iwerks, para dar movimiento a todas los elementos gráficos de la viñeta, incluyendo onomatopeyas, que debían conservarse en el mudo para transmitir la sensación de sonido, pero a los que nada impedía cobrar vida e interferir con los personajes, como se puede ver a continuación.
De lo cual se podrían dar incontables ejemplos, porque cada corto de Oswald, de los escasos trece que nos han llegado, rebosa de bromas visuales, de hallazgos animados,de rupturas de la lógica que sin embargo parecen completamente naturales en el ámbito del dibujo, pero sin que nunca aparezcan forzadas, como un intento de demostrar pericia o inteligencia, sino que conservan siempre su gracia y su jocosidad, lo cual es mucho decir, cuando hace ya más de 80 años de su creación.
Una catarata de hallázgos y descubrimientos que parece inagotable y que produce escalofriós (y desánimo) cuando se piensa que con uno sólo de los cortos de Oswald habría ahora material para crear series enteras. Mucho peor, que mientras que los animadores de los 20 (tanto el tamdem Disney/Iwerks como Otto Messner o los Fleischer) sabían que lo esencial de la animación es el movimiento y continuarían esa tradición en los 30, para luego ser relevados por la Warner, ahora la comicidad se reduce al guión y al texto, como es el caso notorio de una serie como Family Guy.
Lo cual, en cierta medida, puede ser atribuido al auge y éxito de la 3D, técnica que al intentar emular la realidad, niega a las creadores la libertad de las que les dotaba el lápiz y la irrealidad de la viñeta dibujada.
Estoy de acuerdo contigo en el comentario sobre las series de animación americanas "para adultos", como Family guy y en menor medida pero también, The Simpsons. Son animación solo porque cumplen la definición, si se hubiesen creado en los años treinta o cuarenta hubiesen sido seriales radiofónicos.
ResponderEliminarLo de la animación 3D no acabo de entenderlo, buscan el mayor parecido con la realidad, pero no pueden alcanzarla porque tiene que notarse que no es la realidad. Tendrán que cambiar porque ese planteamiento acaba cansando hasta al espectador menos exigente: también "El cantor de jazz" era más real que las películas anteriores y ahora no hay quien se la trague.
Y aprovecho para señalar que soy el auténtico rey mono y no tengo nada que ver con el del blog que aparece en la columna de la derecha.
Básicamente es el comentario sarcástico de Chuck Jones cuando hablaba de aquello de la "illustrated radio" que es aplicable a muchas de las animaciones recientes...
ResponderEliminar...y sí es cierto que al 3D le falta un hervor, de hecho, una de las cosas que más cabrean a los animadores es que si se coge una animación clásica de los años 30 a 60, es posible, observando el estilo, averiguar los nombres de los animadores implicados, cosa que es imposible con la 3D que uniformiza todo...
...y ya sé que no eres el Rey Mono de la lista de blogs, pero todo obedece a una confusión en facebook, donde me apareció otro rey mono pidiendo amistad y hacerse fan del blog...