That certain works of Cicero should survive only in one copy, and that the under-layer of a palimpsest, emphasises how fragile civilisation is.
Peter Watson, Ideas, From Fire to Freud
He estado leyendo, ya a punto de terminar, el inmenso mamotreto de 1000 páginas de Peter Watson, que intenta construir una historia de la humanidad desde el punto de vista de su evolución científico/filosófica, o dicho de otra manera los intentos por describir o explicar el mundo en el que debemos vivir.
Por supuesto, como ocurre con todos los compendios divulgativos, el propósito de Watson no puede escapar de errores muy comunes, de los cuales el menor quizás sea el hecho de tener que seleccionar el material de partida, de elegir entre aquello que debe ser conservado y lo que debe ser destinado al olvido. Mucho más notables son, por supuesto, su tendencia a incluir la última opinión investigadora, sin esperar a que el polvo se deposite (véase el caso de la controvertidas inscripciones indias que supondrían un inicio de la escritura distinta al sumerio comúnmente adoptado, pero que tienen en su contra el que sus descubridores hayan aportado una traducción de las mismas, cuando las inscripciones posteriores de la cultura del Indo son un inmenso rompecabezas sin solución) y sobre todo el triste hecho de que una persona sola no puede aspirar a dominar todos los temas tratados (piénsese solo que estamos hablando de 5000 años de historia, una docena de civilizaciones, otras tantas religiones, etc, etc), lo que le lleva nuevamente a confiar en la opinión crítica de un autor, del cual no sabemos exactamente su estatus.
Sin embargo, nada de esto disminuye el valor del libro, puesto que todos estos defectos se suponen conocidos. Su auténtica importancia como puede suponerse, es el de servir de acicate, el de reunir en un sólo volumen un amplísimo corpus de conocimiento que suele hallarse disperso e incompleto... o simplemente olvidado o descuidado por el lector por muy culto o aficionado que sea. Una confluencia de ideas, algunas complementarias, otras enemigas íntimas, otras sorprendentes, muchas conocidas pero vistas desde un ángulo inesperado, que, como poco, sirven para despertar la curiosidad del lector, llevándolo a saber más de aquello que pensaba conocido pero que, ante su sorpresa, no lo es en absoluto, o que en el mejor de los casos, puede producir pequeños y reveladores cortocircuitos cerebrales, al yuxtaponer opiniones, resultados y campos que siempre se habían observado desde la lejanía, bien guardaditos en sus cajitas.
Todo muy bien y muy bonito, pero.. ¿a santo de qué la cita?
Simplemente porque a medida que leía este libro me iba dando cuenta (o mejor dicho, recordaba una de mis obsesiones) de cuan frágil es la transmisión del conocimiento, de como la casualidad influye, casi decisivamente, en el cúmulo de ideas que han terminado por construir nuestro presente, ése, que lleno de orgullo, no ve la razón por la que debiera preocuparse del pasado. Si alguien no hubiera estimado que debía leerse tal o cual manuscrito, si alguien no hubiera decidido conservarlo, si alguien no hubiera decidido copiarlo cuando ya era viejo, si alguien no hubiera creído que era aún válido y que podía ser de utilidad para sus contemporáneos, la cadena se habría roto y el conocimiento habría desaparecido para siempre.
O por decirlo de otra manera, el fin de semana pasado me compré el Epítome de Floro, un resumen realizado en época clásica sobre las Historias Filípicas de Pompeyo Trogo (siglo I a.C). Desde el punto de vista de un historiador, ese libro si se hubiera conservado entero y no en su quinta parte, habría sido una obra de información valiosísima, puesto que narraba la historia del poder Macedonio desde su fundación por Filipo, hasta su disolución a manos de romanos y partos, abarcando un inmenso ámbito geográfico desde Grecia y Egipto, hasta el Indo y Samarcanda.
Si se hubiera conservado entero claro, pero lo que nos queda es un apretado resumen, donde se han cortado las disgresiones explicativas sobre geografía, política y sociedad, donde se han eliminado los topónimos, los apodos que permitían distinguir entre gobernantes, hasta el extremo de convertirlo en un batiburrillo indescifrable.
Todo por que su lengua no era lo suficientemente noble y pura para interesar a los eruditos, y los hechos narrados, la decadencia de un imperio, no podían utilizarse como ejemplos que justificaran otros.
Lo que provocaba que no valiesen el esfuerzo y el coste de copiarlos y conservarlos.
Lo que me recuerda un poco al argumento regionalista, gritando por que su idioma no muera (lo dice un catalán que el 99% de su tiempo habla en inglés y el 1% es el castellano de internet)... porque junto al idioma, va el libro... la cultura, el pensamiento... cuantas culturas enteras habrán muerto sin que conocieramos de ellas? cuantas Atlántidas?
ResponderEliminarEs una de las pocas lecciones que se pueden extraer del estudio de la historia.
ResponderEliminarComo el vandalismo, el odio, la desidía, o simplmente la necesidad han ido privándonos de testimonios, de opiniones, de visiones cuyo valor nunca podremos juzgar, puesto que no están ahí.