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martes, 20 de enero de 2009

Fate and Chance

Things might turned out differently. The British government could have chosen in May 1940 to seek a negotiated settlement with Hitler. The German leadership could have concentrated its attack in the Mediterranean and North Africa, not the Soviet Union. Japan could have decided to extricate herself from the damaging China imbroglio and not embarked upon the risky expansion to the south. Mussolini might have awaited events before deciding if it was worthwhile taking his country into the war and could in any case have avoided the disaster in Greece. Roosevelt might have sided with the isolationists and not run the political risks of helping Britain and pushing to the brink of direct involvement in the war. Stalin might have heed to the numerous warnings and better prepared his country to meet the German onslaught. The Japanese could have attacked the Soviet Union from the east while the German were still advancing from the west. Hitler might have refrained from declaring war on the United States, an enemy he did not know how to defeat.

Ian Kershaw, Fateful Choices.

Cuando se escribe historia se corre el peligro de caer en dos trampas muy frecuentes. Por un lado tenemos el viejo resorte mental que nos que hace creer que porque algo sucedió de una manera determinada, necesariamente debía haber ocurrido de esa manera y no otra, como si fuerzas sobrehumanas,el poder de dios, la necesidad histórica, la mano oculta del mercado, guiaran el devenir histórico, sin que los seres humanos pudiéramos hacer nada en contra, fuera de asistir como espectadores a sus designios y caprichos.

Una falsa conclusión que, curiosamente, la lectura de la historia militar, tan poco de moda hoy en día, es de gran a utilidad a la hora de rebatirla. En palabras de grandes generales "cualquier plan sólo es válido hasta que se dispara el primer disparo" y es que, por mucho que se entrene o se preparé un ejército, se busque mantenerlo en la vanguardia de la innovación tecnólogica, existe un instante en que el mejor general acaba por perder el control y el caos de la batalla por devorar todo el orden, todos los preparitivos, todas las disposiciones. En ese instante, un pequeño error, una jugada afortunada, la vacilación de una unidad, el coraje inesperado de otra, puede dar la vuelta a lo que parecía decidido y, literalmente, cambiar la historia.

El otro peligro es mucho más sutil, pero también de moda en día, se trata de jugar a los what-if, a intentar adivinar que hubiera pasado sí, dejando de lado la investigación de lo que ocurrió y porqué ocurrió. Un juego legal y aparentemente inocente, pero que muchas veces oculta al sofista y al manipulador, puesto que ese what-if se utiliza muchas veces para reconstruir y reformatear la historia, haciendo ver, por ejemplo que A es igual de (cruel, malvado, tiránico) que B porque en el caso de haber ganado A hubiera hecho lo mismo que B... o que un C que sí ganó.

Una impostura intelectual que, nuevamente, la historia bélica es perfecta para rebatir. En un entorno como el indicado, caótico por naturaleza, en la que cualquier pequeño cambio puede dar resultados inesperados, nadie puede arrogarse el derecho o la lucidez de saber que es lo que hubiera ocurrido si tal acontecimiento no hubiera sucedido, especialmente porque ese cambio hubiera cambiado otro y este otro y este otro, abriendo un abanico de posibilidades en el que al poco dejaríamos de saber cual es más probable, cual más verosímil.

En este sentido este libro de Ian Kershaw, centrado en diez decisiones tomadas por los bandos en conflicto en la segunda guerra mundial en los años 1940-1941, es fundamental a la hora de demostrar como un pequeño cambio puede hacer que el curso de la historia vaya en un sentido u otro, y como esta dirección, afectada por la inercia de las sociedades en que se toma, la personalidad, virtudes y defectos de las personas al cargo, más todos los impoderables que no se pueden tener en cuenta, puede llevar a las conclusiones más inesperadas.

Porque tendemos a creer que la guerra estaba ganada ya desde el principio por los aliados, o al menos desde que se formó la Gran Alianza entre Rusia, EEUU e Inglaterra, pero lo cierto es que el Eje pudo haber terminado el conflicto en tres ocasiones, o al menos haberlo convertido en una serie de guerras que ocupasen ese decenio y los siguientes. Basta pensar que hubiera ocurrido si Inglaterra hubiera capitulado en 1940, dejando a Alemania con las manos libres para atacar a Rusia. O simplemente que Moscú hubiera sido tomada en el invierno de 1941 dejando a Hitler como amo absoluto de Eurasia (un resultado que hubiera podido ocurrir también en 1942 si el dictador hubiera movido mejor sus fichas en el Cáucaso y Stalingrado). O por aportar un último ejemplo, si en Midway en 1942, los japoneses hubieran hundido los tres portaaviones americanos, dejando a EEUU sin fuerza area naval hasta bien entrado 1943 y consiguiendo lo que no lograron en Pearl Harbour unos meses antes

Claramente, en cualquiera de esos casos, el mundo de hoy hubiera sido muy distinto. Más no podemos decir, no ya porque no sea posible, sino porque lo que interesa es analizar porqué las sociedades y sus dirigentes tomaron las decisiones que tomaron, y qué fuerzas, si las hubo, les obligaron a persistir en el camino de su destrucción o de su triunfo, o que ventajas y virtudes propias les hicieron prevalecer en esos encuentros.

Algo que este libro magnífico consigue a la perfección, casi abrumándonos con la cantidad de datos que incluye y el análisis con lo que los acompaña. Un análisis que, no lo olvidemos, puede sernos de utilidad en este mundo actual, no tan distinto del de aquellos tiempos.

Nuevamente, Historia Magistrae Vita.

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