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domingo, 6 de abril de 2008

Persépolis

Hace unas semanas pude ver al fin una película a la que le tenía muchas ganas, concretamente Persépolis, basada en el cómic homónimo de Marjane Satrapi, y en cuya producción ella misma ha colaborado.

Desgraciadamente, y a pesar de sus virtudes, no es una gran película, simplemente porque se le ven las costuras.

Me explico, el intentar adaptar una obra de bastantes cientos de páginas al exíguo espacio de unos ochenta minutos, es una tarea casi imposible, especialmente cuando la obra original está dividida en multitud de episodios casi independientes y por tanto se hace imposible trasladarlos todos y los que se conservan tienen que ser recortados. De esta manera, el ritmo de la película se resiente al estar compuesta de multitud de paradas y arranques, no siempre bien unidos, terminando por convertirse en una colección de cortometrajes, unos resueltos magistralmente, otros no tanto.

Un error de construcción que mata a una película que podría haber sido una obra maestra. No, no estoy exagerando, esta obra consigue algo que ninguna adaptación Hollywoodiana reciente de un cómic consigue, y es animar el más que original mundo de la dibujante iraní, trasladando fielmente sus diseños a la gran pantalla, llegando a la osadía inconcebible de conservar el blanco y negro original, pero al mismo tiempo enriqueciéndolos, con la acumulación de detalles de la mejor animación, y la vida que supone ver ese mundo estático de viñetas de repente en movimiento.

Un trabajo en que los animadores, por así decirlo, han echado el resto y que a mí, admirador a ultranza de la animación 2D, me emociona al contemplarlo.

Y luego tenemos el tema abordado, ¡Ah el tema!

Resulta triste como comentaristas de una y otra orientación política han apartado la mirada de lo que contaba esta película, o bien sólo han querido ver lo que les interesaba. Y es que tanto izquierdas como derechas patrias han elegido su propio integrismo al que defienden a ultranza, simplemente porque molesta a los otros... una situación no muy distinta de la de la España de la primera guerra mundial, escindida en aliadófilos y germanófilos, dispuestos a sacudirse en las calles para defender a los de fuera, sin que nos fuera o nos viniera a nosotros nada en ellos.

Y es que a cierta izquierda le ha molestado, atribuyéndolo a obscuras maniobras yanquis, que se nos muestre lo que la república islámica de Irán es desde su fundación, allá por el 78, una teocracía rigorista que ejecutó a multitud de izquierdistas y que representa todo aquello contra lo que luchamos, como muy bien muestra Marjani al señalar el absurdo que supone estudiar arte en un sistema que aborrece el cuerpo humano




Mientras que a la derecha, por supuesto, le ha ofendido que Marjani, proclame su izquierdismo, y su admiración por Marx, plasmada en las conversaciones que ella tiene con Dios y el filósofo alemán.


o que deje bien claro que el Sha Pahlevi, a pesar de su occidentalismo, no era más que un tirano sanguinario, al que había que derribar, puesto que no era más que un espantajo, un títere puesto allí por la petroleras y mantenido por la lógica absurda de la guerra fría, que obligaba a las democracias a fomentar y apoyar dictaduras, como la muy longeva nuestra.


Pero ya se sabe, son cosas de ser más Papistas que el Papa.

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