Hace unos años cuando se estreno la película Der Untergang (El hundimiento), que narraba los últimos días de la vida de Adolf Hitler, muchos se apresuraron a exclamar, "¡Lo veis, Hitler también era humano!".
Acto seguido pensé en lo que se decía de algunos romanos en el Julio Cesar de Shakespeare.
Three or four wenches, where I stood, cried, ¡Alas good soul!, and forgave him with all their hearts. There's no heed to be taken at them, if Caesar would have stabbed their mothers, they would have done no less.
Pero esto no era más que una reaccíón visceral, y lo que importa son los razonamientos y las pruebas. Efectivamente, Hitler era humano, en el sentido de que tenía hambre y sed, experimentaba frío y calor, cagaba y meaba, y necesitaba satisfacerse sexualmente.
Como cualquier otra persona. Y este es precisamente el punto crucial, el observar en otro ser humano las necesidades comunes a toda ser humano, no nos dice nada acerca de su humanidad. Hay que esperar a ver como las expresa, entonces podremos decir algo.
Concretamente, lo que llevó a muchos a hablar de la humanidad de Hitler, fue la ilustración que se hizo en la película de estas escenas documentales.
¡Lo veis! - dijeron muchos - ¡Hitler era humano, quería a los niños!. Efectivamente, en esa escena Hitler se muestra afectuoso con los niños, pero solamente porque han sido fanatizados hasta tal extremo que están dispuestos a morir por él. Algo que le llena de satisfacion, al comprobar que esos niños porque marchan hacia el frente, a una muerte segura, sin rechistar, sin pensar en la inutilidad y el absurdo de ese sacrificio.
En aquel tiempo, a principios de 1945, la guerra estaba perdida, todo aquel que no fuera un nazi fanático lo sabía, y continuar la resistencia sólo llevaría a retrasar el final, a prolongar una matanza inútil, como de hecho ocurrió. Para Hitler y sus secuaces, el fin de la guerra suponía, lo sabían muy bien, el suicidio o ser juzgados, un desenlace que no estaban dispuestos a tolerar. Por esa razón, en un tiempo en que ya no quedaban soldados en Alemania, estaban muertos o en campos de prisioneros, Hitler decidió llamar a filas a los niños de apenas 14 años y a los ancianos de más de 60.
Si no sabían luchar, al menos sabrían morir.
Ese es el significado de la escena. Hitler está mandando a la muerte a unos niños que han crecido adoctrinados, aplastados, por la mentiras de su sistema. A unos niños que no han conocido otra cosa que el nazismo, y que no pueden concebir otra cosa que el nazismo. Un sistema en el que la mujer solo sirve para traer niños al mundo y el hombre para ser un soldado sin cerebro, que combata eternamente por el bien de la raza superior.
Ése es el Hitler humano que muchos creyeron descubrir.
Pero hay más, a principios de 1945, la guerra como digo, estaba perdida. La raza superior, destinada a dominar el mundo, había sido abatida por los subhombres, las hordas rusas provenientes del asia, en la propia terminología nazi. Eso siginificaba que Alemania había fallado a su destino evidente y manifiesto, había fallado a Hitler, y por tanto, no debería sobrevivir a la guerra, puesto que no tenía razón de existir.
En la mente de Hitler eso significaba que las salvajes represalias que el ejército alemán había aplicado en los países ocupados, ahora se aplicarían a los propios alemanes, en concreto la eliminación física, suya y de su familia, de todo aquel que flaqueara en la lucha, que no combatiera hasta el último aliento, de todo aquel que prefieriera sobrevivir a la derrota y no morir por una causa perdida.
Algo que debía completarse con la destrucción de todas las industrias alemanas, de todos los servicios y de todas sus infraestructuras, de manera que si, por causalidad, algún alemán sobrevivía, no lo hiciera por mucho tiempo en un país devastado por los mismos que, poco antes, se pavoneaban de su grandeza, que habría de durar mil años.. Unas ordenes delirantes que, afortunadamente, fueron saboteadas por Speer.
Ése es, vuelvo a repetirlo, el auténtico Hitler humano. El que nunca se apiado por el sufrimiento de otro ser humano, ni siquiera por el de sus compatriotas.
Por ello, ahora podemos comprender las siguientes imágenes propagandísticas, en las Göebbels, siguiendo la política inventada por el mismo de la Guerra Total, sin piedad y sin cuartel, manda al frente a una unidad del Volkstrum, esa milicia formada por viejos e inútiles, los únicos hombres que le quedaban a Alemania.
Y al ver a esos hombres, casi sin armas, sin apenas uniformes, marchar al frente a morir ante los tanques rusos, uno puede sentir otra cosa que horror ante la locura de la guerra, tristeza por como Alemania, el páis más culto de su época, se convirtió en el centro de todos los males, y sobre todo, odio a los nazis, a Hitler y sus secuaces, que la llevaron a ese estado.
Una conclusión que nunca debería olvidarse
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