Entre los egregios desconocidos de la música occidental moderna se encuentra el francés Edgar Varése, un músico de obra mínima (sus obras completas caben en apenas dos CDs, al igual casi que Webern), pero de gran influencia posterior, reconocida por la mayor parte de los músicos que comenzarían su carrera hacia 1950.
¿Dónde radica la importancia de Varése? No es, como podría serlo Schönberg el creador de un nuevo sistema músical, como lo fuera el dodecafonismo/serialismo, que supuestamente debía susbtuir a la armonía tonal nacida en el XVIII y completamente agotada a principios del mundo, ni el creador de una escuela que debía seguir y construir el sistema que acababa de surgir. La figura de Varèse por el contrario, es la de un experimentador solitario, un teórico que muestra y demuestra sus teorías en sus propias obras y que se mueve de un resultado a otro, buscando nuevos horizontes, y sin detenerse en ninguno.
Una actitud que le llevaría a conseguir dos first absolutos en la historia de la música occidental. La primera obra compuesta únicamente para percusión (Ionisation, 1930) y la primera obra donde se utilizaría música electronica (Deserts, 1954), reproduciendo sonidos grabados en cinta magnetofónica... y una actitud que explica, asímismo, la parquedad de su obra, claro producto de la necesidad de entregar al público productos que fueran perfectos, es decir, el experimento que había tenido éxito y no los fracasos que habían llevado a él, así como la frialdad evidente en cada una de ellas, la propia de un teórico que busca expresar sus tesis.
Algo que puede demostrarse simplemente con la lista de instrumentos que figuran en Ionisation: dos sirenas, dos tam-tams, gong, platillos, triangulos, bombos, tamborés, timbales, cascabeles, guiros, bloques chinos, címbalos, castañuelas, panderetas, yunques, maracas, campanas ,celesta, piano, etc, etc. Una selección por así decirlo de todo lo que se consideraba accesorio en una orquesta y que aquí pasa a primer plano... con la ironía de que es precisamente el único instrumento mayor, el piano, el que pasa a segundo plano.
Por supuesto, no se trata de ningún intento de hacer música racial, ese concepto burdo utilizado en occidente a la música que imita y remeda otras culturas. El propio batiburrillo de intrumentos, procedentes de las tradiciones más dispares y con utilidades no menos dispares, así debería avisarnos... sin contar con el hecho que Varèse es, como ya hemos dicho, un varguandista de tomo y regla, y lo que se propone es una investigación del sonido de estos intrumentos, y de las consonancias y disonancias que se producen al yuxtaponerlos, casi una expedición al límite entre ruido y música que Cage propondría unos años más tarde, y de la que Varése como en casi todo se muestra como un precursor y un adelantado.
Un aspecto, el de precursor y adelantado, así como el de su originalidad, en el que nunca se dejará de hacer bastante hincapie. Ahora mismo, basta escuchar casi cualquier banda sonora para encontrarse con construcciones percusionistas casi calcadas de la exploración Varesiana, y que se hacen pasar por toques étnicos o culturales, sin contar con que esas construcciones percusionistas se utilizan de la forma más evidente, para añadir tensión/suspense a las escenas ilustradas, un poco el caso de la música dodecafonista aplicada a los temas de terror/horror (más excusable en este caso debido a la conexión expresionista del dodecafonismo).
Unas excusas, la de la moda y la del tema, que Varése no necesita en Ionisation, y que ni siquiera se preocupa en utilizar, simplemente porque ambas, la referencia a otras música y la ilustración de temas similares serían los caminos fáciles, las excusas de las que hablo, para practicar la vanguardia, mientras que Varèse lo que propone es una exploración, un territorio indefinido en el que su música fluctua, sin permitirse caer nunca en el ruido que asociamos a la percursión y realizando frecuentes incursiones en la musicalidad que es propia de otros instrumentos...
... o lo que es lo mismo, oscilando entre la tensión y la relajación, entre la tranquilidad y la exasperación, convirtiendo la pieza en una especie de caleidoscopio donde se suceden diferentes modos y expresiones musicales y crean un ritmo propio, casi obsesivo, pero al mismo tiempor prefectamente lógico, una evolución que nos parece conducir a alguna parte, pero que, para nuestra sorpresa no lo hace, puesto que la obra concluye sin previo aviso, en un anticlímax, como si, con esa sorpresa, se pretendiese que volvieramos a escucharla de nuevo, para atrapar aquello que se nos ha escapado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario