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jueves, 8 de febrero de 2007

La melancolía de las miradas (y 5): Parmigianino




A muchos les sonará esta imagen. De hecho, un artista cuyo nombre es conocido por todos, Escher, realizaría una versión casi idéntica, 400 años más tarde.



Sería esta una ocasión para adentrarse en la controversia copia/variación/plagio, pero ya deje muy claro mi postura en otra entreda anterior.

No, lo que quiero señalar es como una de excelsos excesos y experimtos, como es el Manierismo Italiano del XVI, encuentra su reflejo especular en los también excelsos excesos del siglo XX, coincidencia y encuentro que ha permitido la reivindicación crítica del Manierismo, y la aceptación de estos pintores, como lo que son, un hito en la historia del arte. Más aún, un ejemplo perfecto de esos tiempos, como el siglo XX, a caballo entre dos estilos, el que ha alcanzado su perfección y se ha agotado en sí mismo, y el desconocido que aún está por llegar. Un tiempo donde todo, absolutamente todo, está permitido, y no hay camino que esté vedado.

Entre esos pintores, esos aventuros cuyo temperamento y talento le permitieron atreverse, uno de los más interesantes ha sido, de siempre, Parmigianino, a pesar de que su muerte prematura le impidiera legarnos una obra más amplia.

En primer lugar, llama la atención de que Parmigianino fue uno de esos artistas de primera fila, que abandonaron el arte. En sus últimos años, se dedicó casi exclusivamente a la alquimía, y descuido completamente, lo que hasta entonces había constituido su profesión y su vida.

Aunque ahora sé perfectamente de los mecanismos y las razones que mueven a una persona a negar su esencia y reinventarse a sí mismo (hastío, juego, frustación, pérdida, embotamiento y tantas otras), el ejemplo de esos artistas que dejan de serlo, no deja de impresionarme. Quizás queda en mí, algo del adolescente que era incapaz de concebir que la gente dejara de ser, o dicho de otra manera más arrebatada, el levantarse un día habiendo dejado de amar.

Pero no es menos importante el rasgo de pintor cerebral de Parmigianino. Todas y cada una de sus obras están llenas de símbolos, con la diferencia inesperada de que esos símbolos no se pueden interpretar. Dicho de otra manera, como muchas otras pinturas del XVI (el ejemplo claro de Bronzino o Giorgone), lo que allí se muestra admite varias interpretaciones, con frecuencia opuestas, lo cual no constituye un defecto del artista, sino la invitación del artista a que el espectador realice también un tour de force mental, hasta consumir la red de relaciones y contradicciones representado en el lienzo.

Sin embargo, en las obras mayores de Parmigianino, muchos de los símbolos no son, como ya he dicho, descifrables, no existe un correlato que permita interpretarlos, si no que, como bien se daría cuenta Dali, ese copiador universal, actúan como cebos que atraen nuestro intelecto, agitando ante nosotros la ilusión de que hay un significado detrás de todo , solo para que tengamos el atrevimiento de zambullirnos en nuestras propias elucubraciones.

De pensar por nosotros mismos, sin que supongamos que alguien a de venir a darnos la solución o que debemos ajustarnos a una solución.

Pero podría pensarse que la importancia de PArmigianino se reduce a eso, a ser un ilustrador de juegos de ingenio. Yo mismo acabo de señalarle como pintor cerebral, un apelativo que se suele utilizar para descalificar a ciertos pintores, como pudiera ser Magritte, indicando que no dominan la técnica de la pintura. Sin embargo, tanto en el caso del Belga como el del Toscano, el concepto y la forma están intimamente unidos, no pueden disociarse ni entenderse el uno sin el otro.

Así si irresoluble, a lo surreal, es el concepto detrás de las obras de Parmigianino, no menos irreal, también a los surreal, es la manera en que éstas se plasman. Simplemente, el toscano parece ironizar sobre los conceptos básicos del Renacimiento apenas nacido, es decir, la representación cabal y casi fotográfica del mundo que nos rodea. De esa manera, la figura humana aparece frecuentemente distorsionada apartándose voluntariamente del canón.(famosa la virgen que que tiene más vertebras en el cuello de las que debe haber hasta asemejarla con una jirafa). Alejamiento premeditado que se produce también en su paleta, con las carnes semejantes al metal, o la ruptura de la perspectiva, (nuevamente el niño jesús que no puede sostenerse en el regazo de la virgen, o el profeta enano que comparte el primer plano con ellos).

...y en cierta manera, lo anterior me explica porque el Manierismo ha sido tan despreciado hasta nuestros días...

Por poner un ejemplo, y que no se diga que hablo en parábolas.

Ahora mismísimo por aquellos mismos que reducen el cine al largometraje y a un realismo que, a pesar de todos los experimentos formales, no deja de ser una representación estricta de la realidad.

O los mismos que reducen la literatura a la novela y al realismo que le dio sus mejores logros, tantos clásicos como vanguardistas.



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