martes, 31 de marzo de 2015

En Círculos (y IV)

Dann hatte Agathe also angeknüpft, und Ulrich gab die längste Weile keine Antwort und lächelte nur abwehrend, denn ein solches Spiel mit dem Toten zu wiederholen, kann ihn doch unerlaubt vor.
Da hatte sich Agathe aber schön gebückt und ein seidenes, breites Strumpfband, das sie zur Entlastung des Gürtels trug, vom Bein gestreift, hob die Prunkdecke und schob es dem Vater in die Tasche.
Ulrich? Er traute zuerst seinen Augen nicht bei dieser wieder ins Leben zurückgekehrten Erinnerung. Dann wäre er beinahe hinzu gesprungen und hätte es verhindern; einfach weil es so ganz gegen alle Ordnung war. Dann aber fing er in den Augen seiner Schwester einem Blitz von reiner Taufrische des frühen morgens auf, in die noch keine Trübe des Tagwerks gefallen ist, und das hielt ihn zurück. "Was treibst du da!" sagte er, leise abmahnend. Er wußte nicht, ob sie den Toten versöhnen wolle, weil ihm Unrecht geschehen sei, oder ob sie ihm einen Gutes mitgeben wolle, weil er selbst so viel Unrecht getan habe: Er hatte fragen können, aber der barbarische Vorstellung, denn frostigen Toten ein Strumpfband mitzugeben, das von dem Beim seiner Schwester warm war, schloß ihm von innen die Kehle und richtete in seinem Gehirn allerhand Unordnung an. 

Robert Musil, El hombre sin atributos.

Entonces reanudó Agathe la conversación y Ulrich no respondió la mayor parte del tiempo, sonriendo solamente a la defensiva, porque repetir ese ejemplo con el muerto, no le parecía estar permitido. En ese punto Agathe se inclinó, se sacó una ancha liga de la pierna, que llevaba allí para descargar el liguero, levantó la tapa del ataúd y la introdujo en el bolsillo de su padre.
¿Y Ulrich? Apenas daba crédito a su ojos ante ese recuerdo de nuevo vuelto a la vida. A punto estuvo de saltar y lo hubiera impedido, simplemente porque iba contra toda norma. Pero encontró en los ojos de su hermana un reflejo del fresco rocío de la mañana, aún no empañado por el trabajo cotidiano, y eso le contuvo. "¡Qué haces!" dijo, con callado recelo. No sabía bien si ella quería reconciliarse con el muerto, debido a alguna injusticia cometida, o si ella quería regalarle algo bueno, ya que él mismo tanta injusticia había hecho. Debía haberlo preguntado, pero esa bárbara idea, la de acompañar al gélido muerto con una liga aun caliente por el contacto con el cuerpo de su hermana, le hizo cerrar la boca y dejo su cerebro en completo desorden.

Llevo ya varias semanas dándoles la lata con El hombre sin atributos, la inmensa novela inacabada de Robert Musil. El punto de la lectura en el que les había dejado era prácticamente un callejón sin salida, tanto para los personajes como para la trama. Poco les quedaba por hacer que pudiera, no ya hacer realidad sus sueños, sino simplemente dotar a sus acciones de un movimiento que tuviera destino y sentido. La única salida a tanto caminar en círculos para retornar al punto de partida - y ni siquiera eso, porque el estado en que era (r)encontrado ese inicio era mucho peor que el original - se reducía a la muerte, como bien había presentido Ulrich que debía ocurrirle, si su año sabático se revelaba estéril y baldío. Eso, o la locura declarada, como empezaba a sucederle a uno de los personajes.

Esa parálisis mental  que aquejaba a los personajes de la novela podía contagiarse a la propia obra, así que no es de extrañar que Musil introdujese un personaje nuevo del que antes no se había hecho ninguna mención. Extraño y sorprendente, ese silencio, porque se trata ni más ni menos que de la hermana del protagonista, quien va proceder a hacer descarrilar las seguridades negativas de Ulrich, además de romper el orden estricto, propio de una cárcel, en el que la novela se había refugiado.

O quizás no. O quizás sí

lunes, 30 de marzo de 2015

Melancolías íntimas, soledades colectivas

Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros,
Ni el onda con sus rumores, ni con su brillo los astros,
Lo dicen, pero no es cierto, pues siempre cuando yo paso,
De mí murmuran y exclaman:
 
                                                —Ahí va la loca soñando
Con la eterna primavera de la vida y de los campos,
Y ya bien pronto, bien pronto, tendrá los cabellos canos,
Y ve temblando, aterida, que cubre la escarcha el prado.

—Hay canas en mi cabeza, hay en los prados escarcha,
Mas yo prosigo soñando, pobre, incurable sonámbula,
Con la eterna primavera de la vida que se apaga
Y la perenne frescura de los campos y las almas,
Aunque los unos se agostan y aunque las otras se abrasan.

Astros y fuentes y flores, no murmuréis de mis sueños,
Sin ellos, ¿cómo admiraros ni cómo vivir sin ellos?


Rosalía de Castro, En las orillas del Saar

Si he elegido este poema para hablar de Rosalía de Castro, no ha sido por su fama, que puede trabajar en su contra, sino por la fuerte resonancia personal que ese texto guarda para mí. Dada su presencia en todas las antologías, se encontraba también en los textos escolares de mi juventud, por lo que supuso mi primer encuentro con su poesía, mi conexión tempraqna con una persona cuya sentimentalidad era cercana a la mía... y lo sigue siendo.

La cuestión es que hay muchas Rosalías (y perdonen por utilizar su nombre propio, ya sé que no debería hacerlo, pero las viejas constumbres se resisten a morir). La poetisa decimonónica cuya obra se ve afectada por los resabios y lugares comunes de su tiempo, que la alejan de la sensibilidad actual. La escritora refundadora de toda una lengua, la gallega, que gracias a ella, recuperaba su lugar como vehículo de cultura. al igual que lo había sido en el medievo. La literata anfibia, capaz de moverse con igual de soltura en dos lenguas emparentadas pero casi irreconciliables, al igual que sus hablantes, pero al mismo tiempo, excelsa y defectuosa en ambas. La narradora y conservadora de las constumbres y esencias de su pueblo,  ya a punto de ser arrumbadas por el progreso y la emigración, rayana con el constumbrismo, pero al mismo tiempo cronista de la desolación íntima, de los paisajes baldíos donde unos pocos - o unos muchos - se ven forzados a habitar.

Cada uno de esos aspectos habría bastado asegurar  a Rosalía un puesto en los manuales de literatura como poetisa excelsa, para al mismo tiempo para relegarla al olvido, como tantos otros nombres famosos. Es, no obstante, de la conjunción de todos los elementos antes citados, de donde surge una Rosalía que es cercana y actual...  al menos para aquellos que (nos) sentimos como ella.


martes, 24 de marzo de 2015

La polilla y el orín

A todo esto nos dicen que desaparecerán juntos el cristianismo y la civilización occidental o grecorromana y que vendrá por el camino de Rusia y del bolchevismo una civilización, o como quiera llamársela, una civilización asiática, oriental, de raíces budistas, una civilización comunista. Porque el cristianismo es el individualismo radical. Y, sin embargo, el verdadero padre del sentimiento nihilista ruso es Dostoyevski, un cristiano desengañado, un cristiano en agonía.

Miguel de Unamuno, La agonía del critianismo.

Leía este Unamuno recientemente, un ensayo que se me escapó siendo joven, y mi primera constatación fue lo diferente que soy en la actualidad de mi versión adolescente, la de allá por los primeros años ochenta del siglo XX. Digamos que mientras que ahora mi posición religiosa es la de un ateo al que los problemas de la trascendencia han dejado de preocupar, que no de interesar, en aquel entonces aún me debatía entre las opciones de la fe - cristiana, dada mi educación - y las del agnostiscimo. En ese contexto, no es de extrañar que los textos de Unamuno, con su ardiente prosa inspirada en Kierkegaard, resonaran con especial fuerza en mi interior.

La agonía del cristianismo se puede considerar como un producto tardío de la resolución de una crisis religiosa, la experimentada por Unamuno en su juventud, que en su caso se decantó a favor del cristianismo, aunque no completa ni declaradamente ortodoxo. Sin embargo, el concepto de crisis religiosa es bastante engañoso. Solemos pensar en un tiempo de tensión y lucha, de agonía en el sentido que utiliza Unamuno, que ocupa un breve periodo vital, para resolverse de forma dramática y repentina. No fue ése mi caso, en el que debería hablarse más bien de lento deslizar, de paulatina erosión de las concepciones y convicciones recibidas, hasta que un día, sin drama alguno, el problema original se desvaneció por sí mismo, llevándose consigo todas sus dudas, preocupaciones y contradicciones.

lunes, 23 de marzo de 2015

El museo en el museo

Barnett Newman, Third Station

Como ya deben saber, el MNCARS se ha traído los contenidos del Kunstmuseum Basel, mientras ese museo está cerrado por reforma.  El número de obras - y obras importantes - que contiene esa institución suiza ha dado para tres exposiciones simultáneas, dos en el MNCARS, una en El Prado, que van a constituir el plato fuerte de ambos museos durante la primavera y el verano de este año.

El primer reproche, aunque pueda parecer extraño, es precisamente esta larga ocupación, casi completa, del espacio del MNCARS. Un rasgo característico de ese museo en los últimos años era buscar ilustrar al público sobre los nuevos caminos, las nuevas formas y soluciones, elegidos por el arte occidental tras la segunda guerra mundial. Esa tarea, esa misión, si lo prefieren, no es esteril, ya que si bien el público ha aceptado la vanguardia "clásica", al menos en parte, como viene a demostrar la exposición de Dufy en la Thyssen, no ha ocurrido mismo con la vanguardia "tardía", que sigue siendo objeto de fuerte rechazo y de incompresión.

sábado, 14 de marzo de 2015

Sensualidad y Erotismo

Raoul Dufy, La Grille
Llevo una buena temporada quejándome de las exposiciones organizadas por la Thyssen, La razón principal es su estrategia de referirlo todo al impresionismo, aunque se trate de una exposición de báteres, a lo que se une su táctica de confundir al visitante con nombres publicitarios que poco tienen que ver con lo que se muestra. Afortunadamente, las dos exposiciones abiertas ahora mismo, son monográficas, dedicadas a pintores, Raoul Dufy y Pauk Delvaux, que no son grandes divas de la vanguardia, de manera que con etiquetarlas con el nombre del artista basta y sobra, sin distraer de un contenido que, ésta vez, es de primerísima categoría.

Por explicarles un poco el título de la entrada, la sensualidad se refiere a Raoul Dufy, pintor que hizo del color, de su uso sensorial, su marca de estilo. Es lo que podría eaperarse de un pintor fauvista, movimiento caracterizado una utilización expresionista, aunque optimista, del color, pero lo que nos muestra la exposición es que Dufy descubrió  su estilo propio en fecha muy tardía, los años veinte. Un momento historico, tras la primera guerra mundial, en el que el fauvismo ya era cosa del pasado, un tanto viejo y caduco, tanto que sus participantes pretendieron realizar una vuelta al orden, a una pintura más académica, menos audaz y combativa. El resultado de esa vuelta atrás es que un pintor esencial como Matisse se vio sumido en una profunda depresión, mientras que otros, como Derain, se perderían definitivamente para la historia de la pintura.

sábado, 7 de marzo de 2015

Penitencias y Placeres

Frank Craig, La doncella

 Para que vayan sobre aviso, la penitencia a la que me refiero es la exposición El Canto del Cisne, sobre la pintura academicista del XIXI, abierta en la Fundación Mapfre madrileña, mientras que el placer es la muestra del fotógrafo Garry Winogrand, también en la Mapfre, solo que en su sección de fotografía.

¿A qué se debe esta distinción? Pues que últimamente, más o menos desde la emergencia del postmodernismo, las instituciones culturales parecen hallarse inmersas en una campaña de recuperación del arte no vanguardista de los siglos XIX y XX, ese decir, todo aquel que no figura en la corriente principal que llevaría del realismo del XIX a la abstracción del XX. En sí, este esfuerzo no sería reprobrable, ni mucho menos un ejercicio vano, ya que en toda historia del arte es inevitable que se pierdan nombres o se olviden fenómenos tan importantes como los subrayados en las enciclopedias. Es necesario, por tanto, permanecer alerta, revisar constatemente la versión aprendida para cuidar que cuando la transmitamos no seamos complices en esos olvidos, intencionados o no.

Sin embargo, frente a estos loables afanes se alinean otros más turbios. Los últimos treinta años han sido de (contra)revolución conservadora, cuyo impacto se ha extendido a todos los ámbitos de la existencia, culturales incluidos. En la visión del arte del pasado se ha producido un claro appel à l'ordre, de manera que el desprecio de los pintores vanguardistas hacía los llamados academicistas, con su consabido reflejo en la narración histórica, se intenta atenuar, incluso borrar, poniéndolos a la misma altura que sus contendientes estéticos.

Tal es el objetivo de la exposición de la exposición El canto del Cisne de la Mapfre, tarea en la que se permite claras inexactitudes y distorsiones que de nada le sirven, porque fracasa estrepitosamente en su tarea de modificar la verdad.

martes, 3 de marzo de 2015

A vueltas y revueltas



Tenía muy abandonada mi serie de entradas dedicadas a la música clásica contemporánea, con todo lo equivocado y restrictivo que esa etiqueta implica. Mi descuido se debía tanto a falta de tiempo - excusa más que habitual - como al hecho de que carezco de los conocimientos técnicos necesarios para poder hablar con propiedad. En pocas palabras, que no paso de ser un aficionado que se deja guiar por su intuición y al que es harto fácil engañarle. De ahí que enseguida pierda pie en cuanto me adentro en los terrenos fuera del canon, tal y como se recogía en libros de texto y enciclopedias de los lejanos tiempo de mi juventud, o que simplemente me deje llevar por la causalidad y el encuentro fortuito, para enamorarme así de lo prescindible, mientras dejo de lado lo esencial, sin ni siquiera percatarme de su existencia.

A estas alturas de entrada deben estar un poco harto de tanto despliegue de excusas y precauciones. Su justificación está en que en la última semana he estado escuchando en bucle la pieza que abre esta entrada, tras encontrármela sin previo aviso una mañana de domingo en la programación de Radio 2 (o Radio Clásica, que la llaman ahora). Mi obsesión no se paró ahí, sino que corrí a encargar el CD en la versión precisa y exacta que se puede disfrutar en youtube, para así poder escucharlo en los escasos momentos que no tuviera el PC encendido. Mi fascinación sólo ha empezado a ceder un poco ahora, en esta segunda semana, simplemente porque he acabado por saberme la partitura casi de memoria y ya no necesito reproductores de ningún tipo para escucharla.

Vale, ya nos hemos enterado. ¿Pero realmente vale la pena? ¿Qué es este Vivaldi Recompuesto por Max Richter del que intentas convencernos de su importancia agitando tu entusiasmo?

Pues todo y nada, por utilizar una coletilla que no dice nada y explica menos