martes, 30 de diciembre de 2014

Laberintos, símbolos, señales.


De entre las muchas institiciones culturales que organizan exposiciones en Madrid, creo que la que se lleva la palma es el MNCARs, Reina Sofía o Sofidú, si lo prefieren. La diferencia que le separa del resto de egregios competidores es que en sus muestras, el MNCARs intenta ir un paso más allá del simple reunir y mostrar obras de arte, para explorar el contexto en el que fueron producidas, hallar relaciones inesperadas entre esos objetos y nuestro presente, y romper así, o al menos corregir, nuestras impresiones equivocadas, aquellas que hemos recibido en nuestro aprendizaje sin cuestionarlas en los más mínimo.

Esto se pudo apreciar claramente en el verano pop de este año, cuando el MNCARs y la Thyssen decicaron sendas exposiciones a este movimiento artístico. La de la Thyssen era un todo vale, en el que era difícil encontrar un hilo conductor, se incluían obras completamente ajenas a este movimiento, mientras que otras simplemente contradecían el mensaje que la exposición quería trasmitir: Pop como guay y enrollado. Por el contrario, la exposición de Hamilton en el MNCARs era en primer lugar enciclopédica, pretendiendo ilustrar las muchas y múltiples etapas que este artista cruzó en su trayectoria, lo que conseguía mostrar la figura de un creador protéico, siempre en proceso de redefinición, en cuya amplia obra cabían la de muchos artistas menores.

No menos enciclopédica, universal, es la exposición abierta ahora mismo en el MNCARs dedicada a Mathias Göritz o Goeritz, artista menos multifacético que Hamilton, perseguidor de un objetivo concreto y constante, pero no menos destacado e importante, tanto para lo bueno como para lo malo... y de quien tengo que confesarles que no lo conocía en absoluto, pero de cuya obra que me he enamorado al primer vistazo.

lunes, 29 de diciembre de 2014

Mitos y Misterios

¿Y qué decir de Milans del Bosch? Su único referente político y cultural, por llamarlo de alguna manera, su referente vital, no era otro que el general Mola. Aquel organizador del 18 de julio del 36 sobre la base del "escarmiento". "Hay que dar un escarmiento a las izquierdas para que paguen sus excesos y no vuelvan a crecerse". Un escarmiento fue la base sobre la que se urdió el 23-F, y gracias a la impericia de esas acémilas uniformadas no les salió bien. Porque oposición fáctica, real, no hubo ninguna. El poder militar, el único existente, estaba dividido entre quienes se sumaron al golpe y quienes no se sumaron al golpe. La negativa del teniente coronel Tejero a consumar la operación Armada ante los parlamentarios detenidos no es más que la consecuencia de dos factores. El primero es que el golpe de Milans del Bosch ha fracasado, y el segundo es que Milans no está dispuesto a que Armada se instale, o trate de salvarse, instalándose sobre las espaldas de su fracaso. Tejero no le permitirá pasar al hemiciclo porque Milans no le ha concedido a última hora el permiso, o lo que es lo mismo, no ha dado la orden a Tejero que le permita hacerlo. Por eso va a ser a ese mismo general Armada a quien se entregue cuando fracase la intentona. Habían preparado y ejecutado un golpe de estado, no un golpe de timón, y en ese aparentemente inocuo juego de palabras está el meollo de asunto.

Gregorio Morán, Adolfo Suárez, Ambición y Destino.

Les confieso que la figura de Gregorio Morán, su independencia, su estar a la contra de la versión oficial de la historia reciente, me tenían intrigados, de ahí mi interés por leer El cura y los mandarines, que ya les comenté hace unos días. Tras terminarlo, mi curiosidad aún era mayor, así que me adentré en otra obra suya, la biografía de Suárez, escrita primero en 1979 y completada en 2009, en busca de respuesta a los hechos de una transición de la que fui en parte testigo, al superponerse a mi niñez y juventud.

Si El cura y los mandarines tenía claros defectos, estos son aún más visibles en Adolfo Suárez, Ambición y Destino, al tratarse de una obra primeriza. El peor de ellos es común a muchos libros escritos por periodistas y consiste en una dramatización de los hechos narrados que aunque posiblemente basada en los hechos, arroja serias dudas sobre su verosimilitud, ni decir tiene sobre su realidad histórica. El problema estriba que en este tipo de reconstrucciones se nos cuenta lo que los personajes pensaban, sentían y temían, cuando evidentemente nadie pudo saber en ese instante, y en muchos casos, a nadie comunicaron esos sentimientos, con lo que se hace especialmente deslindar qué es literatura, qué es especulación, qué deducción y qué hechos comprobados.

Afortunadamente este error queda limitado a secciones muy precisas del libro, básicamente las de la ascensión de Suarez durante el franquismo, que también son las que menos información de fuentes y notas tienen. Por el contrario, cuando nos enfrentamos al Suárez presidente y luego al Suárez descabalgado y busca de una revancha, es cuando la obra toma visos de ser más objetiva, más verosímil y cercana a la realidad histórica. Especialmente si se compara con el mito de Suárez como caballero andante de la transición que proclaman ahora desde todos los sectores, sobre todo desde una derecha empeñada en convertirle en uno de los suyos, mientras que cuando gobernaba lo que realmente querían es sacarle los ojos

Es ahí, en la demolición de ese mito donde el libro brilla y adquiere su auténtico valor. Una revisión crítica del antiguo presidente del gobierno que se centra en dos aspectos principales: la ascensión de Suárez a la presidencia del gobierno y los hechos aún sin aclarar que condujeron y acompañaron al 23-F

sábado, 27 de diciembre de 2014

Divulgación, popularización, vulgarización


Les confieso que tengo sentimientos encontrados sobre la exposición Depero Futurista, que aún se puede visitar en la Fundación Juan March madrileña.

Desde un punto de vista meramente expositivo, no hay pero alguno que ponerle. La muestra reune en un único espacio los diferentes ámbitos en que se desarrolló la obra de este artista italiano - literatura, pintura, manifiestos, performance, publicidad y propaganda, mundo de los negocios - sin que se produzcan discordancias visibles, a lo añade pequeñas excursiones en movimientos de la vanguardia afines - el futurismo, obviamente - y la situación social y cultural de la Italia de la primera guerra mundial y el fascismo.

Un envoltorio perfecto, por tanto. Atractivo, sugerente y fascinante. ¿Pero, merece la pena el contenido que encierra? Sí y no, en mi opinión. O mejor dicho, definitivamente sí, pero quizás no del modo y con las conclusiones que los organizadores de la exposición hayan querido.

viernes, 26 de diciembre de 2014

Ruinas y Páramos

Con ser duro, y vaya si lo fue para Max Aub ese reencuentro con otro mundo que daba la casualidad que era su país, o lo había sido, y que ya nunca lo sería, lo escandaloso y de mayor trascendencia es que no se trata de una experiencia individual, sino de un fenómeno colectivo. De una colectividad de individualidades que es la que formaba el exilio y que son conscientes, quizás por primera vez de forma concluyente, de que esta España ni es la suya, ni tiene nada que ver con la que ellos conocieron, ni - lo que es más transcendental en su caso - nadie les recuerda, no porque creyeran que habían muerto, sino porque nunca les interesó que estuvieran vivos; no los necesitaban. Están de más. Incluso incordian como le sucede a Max Aub. Esa será la cadencia, el condensado que rezuma como un jugo ácido ese libro tremendo que es La gallina ciega.

Gregorio Morán, El cura y los mandarines

El principal problema de la última obra de Gregorio Morán, perenne voz discordante en un relato de la historia reciente española que suele bordear la hagiografía, es que no acaban de quedar muy claras la intenciones del autor. Aunque su objetivo principal, según lo manifiesta, es la narración de la  evolución de la cultura española durante el periodo 1962-1996, principalmente en sus vertientes literarias ,la obra asume también rasgos de una historia crítica de la literatura española, con su inevitable escala de mejores y peores, de reconstrucción del ambiente social del tardofranquismo, la transición y el periodo socialista/felipista, sin dejar a un lado la crónica de como la izquierda española dejó de serlo y pasó a ser un grupo más de la élite, con sus intereses creados y su herramientas de poder para mantenerlos.

Con esas ambiciones no es extraño que el libro se desequilibre, dedicando amplias secciones a ciertos periodos históricos y olvidando completamente otros, de manera que al final, la mitad de su espacio se dedique a los primeros años sesenta, ese periodo de crisis entre un franquismo que ya no puede permitirse ser lo que fue, dictadura sanguinaria, y una izquierda que no puede llegar a ser lo que desearía ser. guía y referencia de una nueva España. A este clara preferencia por un tiempo o unos tiempos se une una tendencia a divagar que hace saltar al autor entre los diferentes aspectos que he señalado al principio, sin acabar de elegir uno en concreto, incluso aventurándose en lo que sería auténtica historia política, de la que Morán sabe más de lo que cuenta, y por supuesto mucho más de lo que nos han querido contar.

Sin embargo, a pesar de estos defectos, el libro constituye una lectura fascinante, casi necesaria y obligada para toda persona interesada en nuestra historia reciente.

jueves, 25 de diciembre de 2014

Viejas glorias

Sorolla, Retrato de Clotilde

Hace unas semanas les hablaba de que este tiempo del año es muy dado a las listas de mejores cosas, sean exposiciones, películas o artículos de broma. Les indicaba también que veía difícil que una muestra como la de Metamorfosis de La Casa Encendida se colase en los diferentes palmarés, pero de lo que no hay duda es que la exposición Sorolla y Estados Unidos de la Mapfre figurará en ellos. No por méritos propios, ya que tiene más de un problema y debilidad, sino porque Sorolla es un pintor popular, alguien que atrae multitudes, ya en el presente y el pasado, y cuyo nombre asegura el éxito de cualquier exposición que se le dedique.

Esa preferencia del público y de los expositores se debe en primer lugar a su afiliación impresionista, adjetivo artístico que siempre es un valor seguro para cualquier museo o institución, por lo que trae consigo de pintura que celebra el placer de vivir, la belleza del mundo y el gozo de su contemplación. Unas características que, no es sorpresa alguna, son especialmente apreciadas en una sociedad hedonista como la nuestra, donde esos placeres, antaño de ricos y privilegiados, han pasado a ser experiencia común de la mayor parte de nosotros.

A esta sintonía entre pintor y público - presentes y pasados, no lo olvidemos - se añade el hecho de que Sorolla es un artista de gran capacidad técnica, capaz de asimilar las lecciones del impresionismo y adaptarlas a tierras y paisajes que no son los originarios, de forma que su pintura se nos aparece no como la de un mero copista o seguidor, sino original y personal. Esta novedad se muestra especialmente en sus escenas de playa, donde supo representar como nadie las múltiples tonalidades y reflejos del mar, la claridad cegadora del mediterráneo y el blanco inmaculado de ropas y velas. Características que aunque tópicas, no dejan de ser menos ciertas.

Hasta aquí los elogios, pasemos ahora a los defectos.

martes, 23 de diciembre de 2014

Placeres Privados

Ribera, El Olfato
En Madrid, se han abierto - o recuperado - una serie de espacios expositivos cuya función y permanencia son más que dudosos, al no quedar claro a quién o a qué institución representan. Uno de estas salas es la que recibe el curioso nombre de CentroCentro, ubicada en el antiguo edificio de correos, que ahora se ha convertido en una extraña amalgama de antiguas funciones postales, nueva sede del ayuntamiento madrileño, atracción abierta a las visitas turísticas y recinto de exposiciones varias e inconexas.

La última que aún permanece abierta allí es la dedicada a la colección privada de pintura de Juan Abelló, poderoso financiero e industrial de la transición. No voy a dedicarme aquí a realizar una semblanza de las actividades económicas y políticas de este personaje, baste decir que en ambos mundos, el de los negocios y el del gobierno, ninguna fortuna es inocente, ninguna carrera es pura, sino que cualquier éxito, y más en nuestra patria, sólo se consigue a base de intrigas, traiciones, pasteleos, untes y componendas. Lo que sí que quiero señalar es que en el ámbito del arte la colección Abelló es una de las mejores,dejando traslucir un evidente gusto, bien informado y sensible, ya sea el suyo o el de sus asesores.

martes, 16 de diciembre de 2014

Mundos Alternativos




Los hermanos Quay

 Me gustaría pensar que la muestra Metamorfosis: Visiones Fantásticas de Starevich, Svankmajer y los hermanos Quay en La Casa Encendida madrileña (y antes en Barcelona) va a figurar en las listas de las mejores exposiciones del año que deben estar a punto de publicarse. Esta ilusión se me pasa enseguida. Desgraciadamente los medios no han movilizado su maquinaria para cubrirla de elogios, como ocurre con aquéllas organizadas por los auténticos templos de la cultura; mientras que para la mayoría de mortales, el mundo de la animación apenas merece una mirada de conmiseración, si eso, y un agudo comentario refrendando que "a mí también me gusta Pixar".

Pero da igual. Esta exposición es una de las mejores del año, quizás la mejor, si nos quitamos complejos y nos atrevemos a decirlo claro y alto. Lo es no sólo por el cuidado exquisito con que está expuesta, sino por el interés del material expuesto. En pocas palabras, no sólo conocemos cómo se crearon, compusieron y construyeron las obras de estos tres animadores- además de sus propias obras, proyectadas en ciclo continuo -, sino que éstas se ponen en contexto y relación con el mundo de la gran cultura europea - aunque ese adjetivo, gran, provoque un cierto repelús contemporáneo al colocarlo junto a la palabra cultura -, o al menos de otras vías igualmente válidas, igualmente valiosas de esa gran - de nuevo - cultura europea que han quedado un tanto en la penumbra frente a las oficiales, debido a su excentricidad o su carácter desconcertante y paradójico.

lunes, 8 de diciembre de 2014

El Año olvidado (y II)

At 19:50 hours the silence was again broken, this time by a high pitched voice chanting in Japanese from the depths of the Jungle. The one voice (and a beautiful voice it was) would recite for about one minute, after which the chant would be taken up by a number of other voices, rather nearer to where the 2/10th lay quietly waiting. Upon the second group completing their recitation, a third group, obviously comprising some hundreds of the enemy, and closer again, would sing in sonorous unison. This procedure was repeated three times. Whether it was some form of religious rite, or merely a boasting recital calculated to inspire courage in the chanters and despair in the hearts of the listeners, is not known, not did the batallion ever again hear this type of musical performance.

Eric Bergerud, Touched with fire: The Land War in the South Pacific.

A las 19:50, el silencio se quebró de nuevo, esta vez por una voz aguda salmodiando en Japonés desde las profundidades de la jungla. Esa voz (y bien hermosa que era) solía recitar durante un minuto aproximadamente, tras lo que el canto era continuado por varias otras voces, mucho más cerca de donde estaba desplegado en silencio el batallón 2/10. Una vez que el segundo grupo había terminado de recitar, un tercero, obviamente formado por cientos de enemigos, y aún más cercano, cantaba fuertemente al unísono. Este procedimiento se repitió tres veces. Si era algún tipo de rito religioso, o simplemente un alarde pensado para insuflar valor en los cantantes y desesperación en los corazones de los oyentes, es desconocido, y el batallón jamás volvió a escuchar ese tipo de representación musical.

Hace unos días les hablaba del libro Fire in the Sky, de Eric Berguerud, en el que se narra el largo forcejeo entre las fuerzas aéreas aliadas y japonesas en el pacífico sur -Nueva Guinea, las Islas Salomón y las Islas Bismarck - durante el periodo del verano de 1942 a la la primavera de 1944. En esa ocasión les indicaba los varios defectos de esta obra de Berguerud, entre ellos la copia literal de secciones enteras de un libro suyo anterior: Touched with Fire, que trataba del mismo teatro de operaciones en el mismo periodo, pero centrándose en esta ocasión en las operaciones terrestres. Esos pasajes repetidos no son lo único que Fire in the Sky heredó de Touched with Fire, sino también la mayor parte de sus errores que se encuentran también en la obra más temprana, sólo que aumentados y amplificados.

El principal problema es simplemente que aunque la obra se pretenda un análisis objetivo de esa campaña desde ambos bandos, Berguerud escribe claramente sólo para uno de ellos, sobre el que recaen sus simpatías. El autor intenta justificar ese desequilibro arguyendo la dificultad de entrevistar a los veteranos japoneses, al no dominar su idioma, pero esa barrera lingüisticas no debería haberle impedido recurrir a fuentes secundarias que sí han tenido acceso de primera mano a esos testimonios y de las que existen multitud de publicaciones en lenguas occidentales. Como consecuencia, mientras que las operaciones militares aliadas se explican en todo detalle y se las confiere un viso de racionalidad - o se muestran a las claras sus errores - la japonesas se tornan absurdas e incomprensibles, producto de una mentalidad de la que nos separa un abismo.

martes, 2 de diciembre de 2014

El año olvidado (I)

Japanese formations above the level of shotai (la escuadrilla básica japonesa de tres aviones en la Segunda Guerra Mundial) mystified American pilots during the war and remain difficult to explain. If there was any structured formation designed for aircraft to support one another, American pilots could not recognise it. In after-action reports from all parts of the South Pacific throughout the story period described Japanese units as "gaggles" of birds or "swarms of bees". Regularly American pilots would see Japanese aircraft doing various acrobatic maneuvers or engaging in mock combat. A typical description was written during the war by William Gardner, an ace with the 5th USAAF 8th fighter group, "My first contacts with the enemy were in the latter part of 1943. The Jap fighter formations were loose and could be recognized in the distance as a swarm of flies. Many of the planes would flip momentarily on their backs for a good look underneath, and other would be rolling"

Fire on The Sky: The Air War in the South Pacific, Eric M. Begerud.

Las formaciones japonesas por encima del Shotai (escuadrilla básica japonesa de tres aviones en la Segunda Guerra Mundial) confundían a los pilotos americanos durante la guerra y siguen siendo difíciles de explicar. Si existía una formación estructurada que permitiese a los aviones defenderse unos a otros, los pilotos americanos no podían descubrirla. Los informes escritos tras las acciones del Pacífico Sur durante el periodo de estudio describían a las unidades japonesas como "bandadas" de pájaros o "enjambres de abejas". Con frecuencia, los pilotos americanos veían a los aviones japonesas realizar diferentes maniobras acrobáticas o enfrentándose en combates simulados. Una descripción tipo fue escrita durante la guerra por William Gardener, un as del octavo grupo de combate de la quinta flota aerea de la USAAF: "Mis primeros contactos con el enemigo tuvieron lugar al final de 1943. Las formaciones de cazas japonesas eran abiertas y en la distancia se asemejaban a un enjambre de moscas. Muchos de los aviones se invertían un instante para tener una buena visión hacia abajo, mientras que otros hacían barriles".

En la narraciones de la Guerra del Pacífico, suele haber un año perdido. El relato suele centrarse en los primeros seis meses de victorias relámpago japonesas, equilibrándolo con la reacción americana posterior, expresada en los hitos del Mar del Coral, Midway y la larga campaña de Guadalcanal. Una vez establecida la superioridad aliada a finales de 1942 con esas tres batallas, la historia se interrumpe hasta finales de 1943 con el asalto de los marines a Tarawa, que marca el inicio de la lenta y sangrienta progresión que llevaría a la rendición japonesa en 1945 tras el lanzamiento de las dos bombas atómicas.

Entre medias queda el largo año de 1943 en el Pacífico.