jueves, 27 de noviembre de 2014

Enumeraciones y Repeticiones/Poeta de la Democracia (I)

I believe a leaf of grass is no less than the journeywork of the stars,
And the pismire is equally perfect, and a grain of sand, and the egg of the wren,
And the tree-toad is a chef-d'ouvre for the highest,
And the running blackberry would adorn the parlors of heaven,
And the narrowest hinge in my hand puts to scorn all machinery,
And the cow crunching with depressed head surpasses any statue,
And a mouse is miracle enough to stagger sextillions of infidels,
And I could come every afternoon of my life to look at the farmer's girl boiling her iron tea-kettle and baking shortcake. 

Walt Whitman, Leaves of Grass (edición de 1855)

Creo que una brizna de hierba no es menor que el diario viaje de las estrellas
Y que la formica es igualmente perfecta, y un grano de arena y el huevo del reyezuelo
Y que la rana arborea es una obra maestra en grado sumo
Y que la zarzamora adornaría las salas del cielo
Y que la menor articulación de mi mano ridiculiza toda maquinaria
Y la vaca, paciendo con su cabeza inclinada sobrepasa a cualquier estatua
Y que un ratón es milagro suficiente para asombrar a sextillones de infieles
Y que podría pasar todas las tardes de mi vida mirando a la hija del granjero mientras hierve el agua en su tetera de hierro y cuece un pastel

Aunque todavía quede algo de tiempo para el aniversario, el caso es que este año es el décimo de existencia de este blog. Dudo que quede alguien que lo haya seguido desde sus primeros tiempos, así que les cuento que el primer año fue bastante difícil para el recién nacido y casi estuvo a punto de perecer antes desarrollarse , por falta de regularidad en sus publicaciones. Curiosamente, por ese tiempo, verano-otoño de 2005, me hallaba enfrascado en la lectura de Whitman, cuya influencia se filtró en las pocas entradas de aquel periodo, mezclada con otra de mis obsesiones de entonces, el manga YKK.

Ahora, como podrán haberse dado cuenta, vuelvo a releer a Whitman, en la misma magnífica edición de entonces. Se trata una de la Library of America que recoge tanto la primera versión de Leaves of Grass, publicada en 1855, como la definitiva de los años 90, llamada "deathbed edition" ya que unicamente la muerte del poeta evitó que volviera a sacar una nueva edición, ampliada, remozada y corregida, como llevaba haciendo durante los cuarenta años anteriores, en los que el libro engordó de 150 páginas a casi 500.

sábado, 8 de noviembre de 2014

Solo hay un combate y es el del amor


Si je vous dis : " j'ai tout abandonné
" C'est qu'elle n'est pas celle de mon corps,
Je ne m'en suis jamais vanté,
Ce n'est pas vrai
Et la brume de fond où je me meus
Ne sait jamais si j'ai passé.

L'éventail de sa bouche, le reflet de ses yeux,
Je suis le seul à en parler,
je suis le seul qui soit concerné
Par ce miroir si nul où l'air circule à travers moi
Et l'air a un visage aimant, ton visage,
A toi qui n'as pas de nom et que les autres ignorent,
La mer te dit : sur moi, le ciel te dit : sur moi,
Les astres te devinent, les nuages t'imaginent
Et le sang de la générosité
Te porte avec délices.
Je chante la grande joie de te chanter,
La grande joie de t'avoir ou de ne pas t'avoir,
La candeur de t'attendre, l'innocence de te connaitre,

O toi qui supprimes l'oubli, l'espoir et l'ignorance,
Qui supprimes l'absence et qui me mets au monde,
Je chante pour chanter, je t'aime pour chanter
Le mystère où l'amour me crée et se délivre.

Tu es pure, tu es encore plus pure que moi-même.
Si te digo: "He abandonado  todo"
Es que ella no es ya en mi cuerpo.
Nunca me he enorgullecido
No es cierto
Y la bruma de fondo en la que me hallo
No sabe jamás si yo he pasado.

El abanico de su boca, el reflejo de sus ojos,
Yo soy el unico que habla de ellos
Yo soy el único preocupado
Por ese espejo tan vano que el aire circula a mi través
Y el aire tiene un rostro amante, tu rostro,
A ti que no tienes nombre y los otros ignoran
La mar te dice: sobre mí, el cielo te dice: sobre mí
Lo astros te adivinan, las nubes te imaginan
Y la sangre de la generosidad
te lleva con delicias
Canto a la gran dicha de cantarte
La gran dicha de tenerte y de no tenerte
El candor de esperarte, la inocencia de conocerte

O tú que suprimes el olvido, la esperanza y la ignorancia
Que suprimes la ausencia y me sitúas en el mundo
Yo canto para cantar, te amo para cantar
El misterio por el que el amor me crea y se entrega.

Tú eres pura, tú era aún más pura que yo mismo.

Paul Eluard, Capital de la douleur

He estado leyendo estas semanas una antología de los poemas de Paul Elouard recopilada por el propio poeta, cuyo nombre J'ai un visage pour être aimé (Tengo un rostro para ser amado), dice mucho de qué temas consideraba este escritor como centro de su labor poética, aunque fuera a regañadientes. Desgraciadamente, esta compilación ha resultado ser una pequeña decepción, en parte provocada por la profunda impresión que me había causado hace unos años otro de sus libros: Capital de la Douleur (Capital del dolor) de 1926.

Pero vayamos por partes.

Cuando leí Capital de la Douleur me hallaba yo en proceso de enamoramiento, en los umbrales de un amor que creí gozoso pero que luego resultó ser otra más de mis catástrofes sentimentales. En ese momento, el de mi lectura, yo no sabía aún eso, pero digamos que me hallaba en el estado anímico preciso para conectar con el libro de Elouard, aunque, paradójicamente, esa colección de poemas no sea otra cosa que un intento de hacer balance tras un terrible desengaño amoroso, el que ligara y desligara en este tiempo a Elouard, su mujer Gala y el pintor surrealista alemán Max Ernst.

martes, 4 de noviembre de 2014

Experimentos

En el rincón aquel, donde dormimos juntos 
tantas noches, ahora me he sentado
 a caminar. La cuja de los novios difuntos
 fue sacada, o talvez qué habrá pasado. 

Has venido temprano a otros asuntos,
y ya no estás. Es el rincón
donde a tu lado, leí una noche,
entre tus tiernos puntos,
un cuento de Daudet. Es el rincón
amado. No lo equivoques.

Me he puesto a recordar los días
de verano idos, tu entrar y salir,
 poca y harta y pálida por los cuartos.

En esta noche pluviosa,
ya lejos de ambos dos, salto de pronto...
Son dos puertas abriéndose cerrándose,
dos puertas que al viento van y vienen
sombra               a                 sombra.

César Vallejo, Trilce XV

Sería un acto de vanidad pensar que a estas alturas voy a descubrir a alguien quién era César Vallejo o la importancia que tiene dentro de la literatura en lengua castellana. Su nombre figura en los manuales escolares  - o debería, hace mucho que dejé el colegio - y su obra ha sido objeto de profundos estudios, mucho más acertados y meditados que lo que puedan ser cuatro párrafos escritos deprisa y corriendo en una entrada de un blog apenas visitado.

Baste decir aquí que es uno de mis poetas favoritos, de esos que tienen la capacidad de acompañarte durante toda la existencia y a los que vuelves una y otra vez, a reencontrarte con él, a reencontrarte contigo, sin que se produzca el efecto de la desilusión y desencanto - como me ha ocurrido, por otra parte con otros poetas de fama, caso de Machado -. La intención de estas notas apresuradas no es otra que dejar constancia de mi admiración e intentar explicarla un tanto, a mí y a mis lectores.