martes, 21 de enero de 2014

Uncharted Territory

Among the fascinating "discoveries" by scholars in modern times has been the realisation of just how diverse these Christians groups were from one another, just how "right" each one felt it was, just how avidly it promoted its own views over against those of the other. Yet only one group won these early battles. Even this one group, however was no monolith, for there were enormous untracked territories and gigantic swath of doctrinal penumbrae within the broad contours of theological consensus it managed to create, shady areas where issues remained unresolved until later rounds of trial and error, dogmatism and heresy hunting, led to yet further debate and partial resolution. We will not be plumbing the depths of those later debates from the fourth century and later. Their nuance are difficult for many modern readers to appreciate or even fathom. Instead, we will focus our attention on the earlier centuries, when some of the most fundamental issues of early Christianity doctrine were debated: How many Gods are there? Was the material world created by the true God? Was Jesus humane, divine or both? These issues, at least were resolved, leading to the creeds still recited today and the standardised New Testaments now read by millions of people throughout the world.

Bart D. Ehrman, Lost Christianities

Desde mi juventud he estado preocupado por los temas religiosos, en especial por el cristianismo. Esta obsesión me viene de mi educación en un colegio religioso, que promovió en mí un continuo meditar sobre los problemas de la fe y la existencia de Dios, resuelto en mi madurez por mi transición a un ateísmo que me parece tan natural - y tranquilizador - como para otros la creencia en seres sobrenaturales.

Así, aunque el contenido doctrinal cristiano me aparezca ahora completamente vacío de contenido - cuando no en ocasiones, sencillamente repelente - ciertos automatismos de la niñez me hacen volver al estudio y conocimiento de esa religión, especialmente en sus siglos formativos. Ese reflejo inconsciente es el que se esconde detrás de mi reciente lectura en paralelo de dos libros dedicados a ese cristianismo embrionario, escritos por dos expertos en los documentos de la primera cristandad: El Lost Christianities de Bart D. Ehrman, y el Christian Beginnins de Geza Vermer.

jueves, 16 de enero de 2014

Under the Shadow of Postmodernism (IX)

Born on December 18m 890, just twenty days before his father was murdered by one of his uncles on the order of his grandfather, Abd al-Rahman III was the longest reigning and most powerful of the Umayyad rulers of al-Andalus. Like Charles I of England, he looked tall on horseback, but was actually very short in stature, with fair hair, light-coloured skin, and blue eyes (like his grandfather). Several of these characteristics that he may be inherited from his mother, a Christian slave from the north of Spain, but she was by no means the first contributor of such genetic characteristics to the dynasty. Abd al-Rahmab II, Muhammad I, al-Mundir, Abd Allah, Hisham II, and all the ephemeral last Umayyads also had Christian slave mothers. The result was a family physical appearance that did not sit comfortably with an Arab racial stereotype, especially as the foremost representatives of the Prophet's own tribe of Quraysh. One source suggest that Abd al-Rahman resorted to dying his hair and beard black as to better conform to the desired image.

Roger Collins, Caliphs and Kings, Spain 796-1031

Esperaba con ilusión la publicación de la obra citada de Roger Collins - último tomo que quedaba por aparecer de la historia de España dirigida por John Lynch - por dos razones principales. La primera que hasta no haberla leído no podía continuar con mi lectura - y comparación - en paralelo con la Historia de España de Critica/Marcial Pons. La segunda era el buen sabor de boca que me habían dejado los dos tomos anteriores escritos por este mismo autor, tanto el dedicado a la Hispania Visigoda como el centrado en el primer siglo, el VIII, de la conquista musulmana.

Debo confesarles que esta obra - escrita casi dos décadas tras las anteriores - me ha defraudado un tanto y la razón es bastante simple. En el haber de Collins está presentar con detalle las fuentes textuales en las que se basa la reconstrucción del periodo, indicando sus defectos, problemas, contradicciones e distorsiones ideológicas, ya sean conscientes o inconscientes. En el debe está ese fenómeno tan común en tiempos postmodernos, en el que la narración histórica se desvanece sin dejar nada tangible, como si quiséramos atrapar un puñado de arena en la mano y apenas llegásemos a retener unos granitos.

jueves, 2 de enero de 2014

A Proust Odissey: Le Temps Retrouvé (III)

D'abord, du moment que rien n'était commencé, je pouvais être inquiet, même si je croyais avoir encore devant moi, à cause de mon âge, quelques années, car mon heure pouvait sonner dans quelques minutes. Il fallait partir en effet de ceci que j'avais un corps, c'est-à-dire que j'étais perpétuellement menacé d'un double danger, extérieur, intérieur. Encore ne parlais-je ainsi que pour la commodité du langage. Car le danger intérieur, comme celui d'hémorragie cérébrale, est extérieur aussi, étant du corps. Et avoir un corps, c'est la grande menace pour l'esprit, la vie humaine et pensante, dont il faut sans doute moins dire qu'elle est un miraculeux perfectionnement de la vie animale et psychique, mais plutôt qu'elle est une imperfection, encore aussi rudimentaire qu'es l'existence commune des protozoaires en polypiers, que le corps de la baleine, etc., dans la organisation de la vie spirituelle. Le corps enferme l'esprit dans une forteresse; bientôt la forteresse est assiégée de toutes parts et il faut à la fin que l'esprit se rende.

Marcel Proust, Le Temps Retrouvé.

De entrada, puesto que todo estaba aún por hacer, yo podía estar inquieto, aun cuando creía tener aún ante mi, dada mi edad, varios años de vida, ya que mi hora podía llegar en cualquier instante. Era preciso partir del hecho de que yo tenía un cuerpo, es decir, que estaba perpetuamente amenazado por un doble peligro, exterior, interior. Pero yo no hablaba así más que por la comodidad del lenguaje. Porque el peligro interior, como una hemorragia cerebral, es tambíen exterior, al ser del cuerpo. Tener un cuerpo es la gran amenaza para el espíritu, la vida humana y pensante, de la que se debe decir sin duda alguna no que es un milagroso perfeccionamiento de la vida animal y psíquica, sino más bien que es una imperfección, aún tan rudimentaria como la existencia en común de los protozoos en políperos, que el cuerpo de la ballena, etc, en la organización de la vida espiritual. El cuerpo encierra al espíritu en una fortaleza, pronto esta fortaleza es asediada de todos lodos y es preciso que al final el espíritu capitule.

Como ya les había indicado en la entrada anterior, casi al final de Le Temps Retrouvé, la última novela de À la Recherche du Temps Perdu, el protagonista anónimo sufre una revelación, una epifanía/transfiguración,  a través de la que encuentra su auténtica vocación, mejor dicho, halla finalmente las fuerzas, la dedicación, la entrega que le permitan convertir en realidad su antigua vocación. La literatura, el trabajo de escribir, deja de ser un pasatiempo, mucho peor, una molestia, un estorbo continuamente retrasado a un futuro borroso que nunca llega, para devenir única y última realidad, trabajo y tarea diaria, irrenunciable puesto que se ha fusionado y confundido con la existencia, erigido en lo único que da sentido a este mundo y permite seguir viviendo en él.

Esa metamorfosis, de oruga a mariposa, es un reflejo de la que sufrió el mismo Proust, la que convirtió al ocioso y perenne invitado de las recepciones de sociedad, al escritor dilettante, al que de vez en cuando se le publicaba un artículo en un periódico, en un escritor en toda regla, para el que sólo tenía sentido el cultivo y perfeccionamiento de su arte, hasta límites auténticamente obsesivos. A pesar de esta coincidencia, no que hay que olvidar que la vida y su reconstrucción literaria son cuestiones muy distintas, casi opuestas. Andaría muy equivocado el que imaginase al hombre Proust sufriendo una revelación fulminante como la de su reflejo novelístico, del cual surgiera repentinamente un escritor - y una obra - completo, consagrado y perfecto.


Sabemos - ya lo he indicado aquí y allá, en estas torpes anotaciones - que el plan de À la Recherche no surgió entero, de una sola vez, de la mente de Proust, de forma que lo único que quedase por hacer es  completar lo que faltaba, decorarlo y embellecerlo. Del primer esbozo de lo que iba a llamarse el Contre Sainte-Beuve, que no iba a ser otra cosa que un tratado filosófico mal disfrazado con ropajes novelísticos, hasta el último borrador de Le Temps Retrouvé, pasaron 14 años, de 1908 a 1922. En ese tiempo, el ensayo se transformó en una novela completa, de ambiciones enciclopédicas, siempre en crecimiento, sin fin concreto y a la que se iban añadiendo sucesivas capas y niveles, tanto del presente del autor como de su presente. Un proceso de refinamiento y de destilación al que contribuyó no poco la casualidad, en forma de retrasos en la publicación, primera guerra mundial y relación trágica con su secretario Agostinelli, de manera que si los deseos de Proust se hubieran cumplido y el ciclo se hubiera publicado a mediados de la década de los 10, sería casi irreconocible en comparación con lo que todos conocemos.

Volviendo al final de Le Temps Retrouvé, podría pensarse que el descubrimiento de la auténtica vocación del artista, ya paulatino, como el caso de Proust, ya repentino, como el de su protagonista, llevase al ciclo a acabar en una nota de triunfo.

No es así.