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martes, 23 de abril de 2013
No Mercy
By 1943, most Japanese fighting men in Asia and the
Pacific were trapped and doomed and knew it. Many died of illness or
hunger. Scores of thousands of others fought with fanatic tenacity, and
frequently they went berserk in the final battles, allowing themselves
to be mowed down in hopeless attacks, blowing themselves with hand
grenades while they were still plentifully supplied with ammunition
which could have been used against the foe, engaging in bizarre and
almost ritualistic dances in the line of fire, charging to their deaths
screaming not only the Emperor’s name but outlandish phrases in English.
The vision of this battlefield frenzy and death agony naturally stunned
Allied soldiers and war correspondents. By his atrocities, the enemy
had become identified as a savage. By these banzai charges and mass
deaths, he became known as a madman. And from these battlefield hell
scenes emerged the picture of an entire race whose growth was stunted in
every way: in cultural evolution and in mental and emotional
development, both as individuals and as a group.
War Without Mercy, John W, Dower.
Durante los últimos días he estado leyendo el libro al que pertenece la cita que encabeza esta entrada. Es un libro que tiene ya unos años - fue escrito a mitad de los 80 - pero en su tiempo constituyó un salto cualitativo en la modo en que se concebía la segunda guerra mundial, al menos en el teatro del Pacífico.
Lo que Dower puso de manifiesto fue una verdad incómoda que había quedado oculta en la visión popular del conflicto en los EEUU: la frecuencia con la que los aliados se habían entregado a todo tipo de atrocidades en el teatro del Pacífico, al mismo tiempo que denunciaban acciones similares por parte de los japoneses. Es cierto que, al menos oficialmente, esas acciones no tenían sanción oficial, pero esto no evito que las tropas aliadas de forma espontánea adoptasen una política de no tomar prisioneros o incluso ejecutar a los pocos que ya habían capturado, lo cual explica en parte la elevadísimas tasas de muertos en el ejército japonés, más allá de su política de resistencia a ultranza.
War Without Mercy, John W, Dower.
Durante los últimos días he estado leyendo el libro al que pertenece la cita que encabeza esta entrada. Es un libro que tiene ya unos años - fue escrito a mitad de los 80 - pero en su tiempo constituyó un salto cualitativo en la modo en que se concebía la segunda guerra mundial, al menos en el teatro del Pacífico.
Lo que Dower puso de manifiesto fue una verdad incómoda que había quedado oculta en la visión popular del conflicto en los EEUU: la frecuencia con la que los aliados se habían entregado a todo tipo de atrocidades en el teatro del Pacífico, al mismo tiempo que denunciaban acciones similares por parte de los japoneses. Es cierto que, al menos oficialmente, esas acciones no tenían sanción oficial, pero esto no evito que las tropas aliadas de forma espontánea adoptasen una política de no tomar prisioneros o incluso ejecutar a los pocos que ya habían capturado, lo cual explica en parte la elevadísimas tasas de muertos en el ejército japonés, más allá de su política de resistencia a ultranza.
domingo, 21 de abril de 2013
sábado, 20 de abril de 2013
The dark expanses of being
Visitaba esta mañana la exposición Maestros del Caos: Artistas y Chamanes, aún abierta en el CaixaForum madrileño - nunca se agradecerá bastante a esa institución su predilección por las exposiciones etnográficas - y no podía evitar pensar en las ramificaciones que su contenido, aparentemente neutro y enciclopédico, tiene en el mundo presente.
Hasta ayer mismo vivíamos en un mundo racional, en el que todos sus fenómenos eran comprensibles por nuestra inteligencia y todos sus procesos ocurrían a plena luz del día. La ciencia - sobre la que se sustenta mi edificio ideólogico - y la economía - transformada también ella en un ciencia más - parecían prometernos la solución de todos nuestros problemas, devenir en una herramienta mediante la cual el mundo fuera tan sencillo de manejar como cualquiera de las otras máquinas que utilizamos en nuestro mundo diario. No contábamos con los mecanismos de la mente humana ni con el azar caótico inherente a esa misma realidad que tan bien sabemos describir y predecir.