sábado, 31 de marzo de 2012

Red, Blue, Yellow and Green

La Dance
Durante esta primavera, dentro de las exposiciones dobles que organizan el Museo Thyssen y la Fundacióm CajaMadrid (¿Bankia?) puede disfrutarse de una amplia retrospectiva del pintor ruso Marc Chagall.

No creo que a nadie le extrañe si digo que Chagall es uno de los pintores de las vanguardias históricas que más predicamento tiene entre el público en general. Otros quizás atraigan mayores multitudes, como es el caso de Picasso, pero a pesar de todo su nombre siguen pareciendo extraños y lejanos a la mayoría, a pesar de que la distancia entre nuestro presente y el de los ismos, se empiece a contar ya por siglos. No es el caso de Chagall, que se nos aparece especialmente humano, accesible y cálido, adjetivos que casi son antónimos del concepto de modernismo artístico.

Entre las razones que permiten explicar este fenómeno se halla la no-pertenecia de Chagall a ninguno de los ismos que sirven para orientarse en la maraña de fenómenos artísticos de la primera mitad del siglo pasado. Otros pintores fueron fundadores, figuras definitorias de algunos de estos movimientos, como es el caso de Picasso y el Cubismo, mientras que otros se ascribieron a algunas de esos estilos ya prexistentes y devinieron inseparables de ellos, como es el caso de Dali y el Surrealismo.

En este último estilo se ha intentado embutir muchas veces a Chagall, en parte por la obsesión de los surrealistas por convertirse en le único estilo posible y absorber el resto de las manifestaciones artísticas del siglo, en parte por la propia ignorancia de los aficionados que quieren reducir todo lo que ven a lo ya conocido, pero para cualquier que tenga unas cuantas horas de vuelo en exposiciones y el ojo un poco aconstumbrado a detectar matices, se hace claro que el adjetivo de surrealista es una mala elección para un pintor como Chagall, cuyo único punto de contacto es el onirismo de su propuesta, pero que nunca busca el hermetismo temático, ni muchos menos comparte el espíritu subversivo y revolucionario del núcleo duro del movimiento.

Es así como nos encontramos con una de esas figuras aisladas en el contexto del arte modernista de principios del siglo XX, que sólo pueden catalogarse con etiquetas cajón-de-sastre, como aquella de la escuela de París que engloba a todos los pintores que convivieron en el barrio de Montmatre, pero que no pueden adscribirse a ningún movimiento. Un pintor que como digo, está caracterizado por la amabilidad de sus temas, la accesibilidad de su pintura (todo ello por supuesto, dentro de la excentricidad de la vanguardia) y su compromiso constante con la belleza plástica y estética, un repudio consciente y constante de la fealdad, que le hace próximo a esos otros pintores favoritos del público que reciben el nombre del impresionistas.

La ventana en Zaoilchie
Dicho así, y para ciertos aficionados y críticos, lo anterior podría suponer una crítica demoledara, al encontrarnos con un pintor contemporáneo vació de un espíritu de crítica y revuelta, que, si no fuera por lo avanzado de su presupuestos estéticos, podría ser tildado de conservador y retrógrado, y aún así, podría ser despreciado como vulgarizador de los logros de otros pintores más avanzados pero menos afortunados (o avispados).

Por suerte, la realidad no es (fue) así, y el periodo en el que los pintores eran condenados o absueltos según su pertenencia a la ortodoxia hace mucho que han pasado.

De hecho, si se observa con atención la muestra y se mira más allá de ese originalísimo mundo onírico del pintor, rasgo característico suyo pero que puede llegar a ocultar otro aspectos esenciales de su pintura,  se lleva uno varias de esas sorpresas que no deberían serlo.

En primer lugar, que Chagall ha sido uno de los mejores coloristas del siglo XX. En sus obras más logradas, es capaz de utilizar sólo los tres colores puros, rojo, azul y amarillo, incluir algunas notas de colores secundarios, principalmente el verde, distribuyendo las manchas de color, en posición y tamaño, para conseguir una compleja armonía que no sólo deslumbra a la vista, sino que se muestra necesaria y única, imposible de modificar en cualquiera de sus elementos sin que el conjunto se desmorone... para en la siguiente obra, conseguir el milagro precisamente de alterar esa distribución de los mismos tonos, o de construir su negativo perfecto, para alcanzar esa misma perfección, simplemente como digo con los colores, sin que el tema tenga arte ni parte, para bien o para mal, en la calidad del cuadro, que puede y debe ser disfrutado de forma completamente abstracta.

Una primera sorpresa a la que se une la demostración visual de que Chagal no es el pintor de tópicos que podría hacer creer la selección de su obra que se suele elegir para ser reproducida en los libros. En la exposición, entre las obras más completamente Chagalianas, se cuelan otras que no son menos importantes, pero que parecen pintadas por otra mano completamente distinta. Incluso en aquellas que más se ajustan a la idea de lo que debería ser un Chagal, la convivencia en salas cercanas de obras separadas por decenios, permite constatar las enormes diferencias entre las etapas artísticas de Chagal, diferencias que no se expresan en modificaciones temáticas, sino en mutaciones estéticas, lo propio de un pintor que trabaja siempre con los mismos temas para representarlos de una forma nueva y renovada, sin adormecerse ni acomodarse en el estilo que le ha hecho famoso.

Y por último, pero no menos importante, la exposición nos muestra a un Chagal desconocido para casi todos los aficionados, un Chagal ilustrador/dibujante, capaz de cultivar la obra menor con la misma pasión y altura que su obra mayor, y que por derecho propio pasa a convertirse en uno de los grandes dibujantes de la vanguardia.


La Zorra y las Uvas

jueves, 29 de marzo de 2012

Staged Reality

























Cuando veo documentales de finales de los sesenta y principios de los setenta, tengo la impresión de haberlos visto ya de muy niño en la televisión. Puede ser que sea ese el caso, o dado que sus autores eran grandes directores, lo que viera fueran copias bastardas hechas por cineastas locales para la TVE, pero el caso es que esa sensación de dejá vu la tuve con L'Inde Fantôme de Malle o la serie de documentales sobre China de Joris Ivens, y eeste domingo con el Chung-Kuo de Michelangelo Antonioni.

Chung-Kuo pertenece a lo que se podría llamar un subgenero del cine documental de esos años 60 y 70. En esos tiempos de guerra civil dentro de la izquierda que desembocarían en la disolución del marxismo en los 80 y 90, gran parte de los intelectuales progresistas, desencantados con el régimen soviético, literalmente se enamoraron lo que proponía el Maoismo chino, encarnado en la revolución cultural, de forma que se produjeron una serie de peregrinaciones para descubrir y describir esa revolución que, ésta vez sí, iba a ser la auténtica y definitiva.

Como es sabido por todos, la revolución cultural fue una inmensa impostura, una despiadada lucha de poder entre los dirigentes del PCC que se trasladó a la población china y que desembocó en millones de muertos, muchos más millones de represaliados y casi la caída del país en la anarquía... para luego tras la muerte de Mao, en una última y asombrosa pirueta, convertir un régimen comunista revolucionario en una dictadura capitalista de partido único, aunque esto es una historia completamente  distinta que algún día habrá que contar en detalle.

Lo que interesa aquí es que esos intelectuales de izquierdas, tan agudos en la observación de las contradicciones del sistema capitalista de sus países de origen, permitieron que su en un mundo mejor les vendará los ojos frente a las mentiras que la propaganda maoísta les preparaba en sus visitas a China y que a su vez propagaron a la vuelta de su viaje como loros que no se preocupan por descubrir el significado de las palabras que les han enseñado.

Esta falta de sentido crítico es especialmente patente en la obras de Joris Ivens de ese periodo, que ya comentará en entradas anteriores, el cual praticamente se convirtió en un actor más de las representaciones que los órganos del partido chino organizaban para la propagación de las bondades del maoísmo y la revolución cultural, y que si la ignorancia de la situación real podía hacer pasar por verosímiles en los años 60 y 70, ahora, conocida la impostura se revelan en toda su horror descarnado, especialmente cuando se sabe que esas sesiones de debate y autocrítica a las que tan aficionados eral los organos oficiales para mostrar la armonía del nuevo mundo maoísta podían acabar en la ejecución o el encarcelamiento de cualquiera que disintiese.

Un fenómeno similar ocurre con la película de Antonioni, quien, en sus viajes por el país, fue también acompañado por funcionarios del partido que le impedían mezclarse con la gente y sólo le llevaban a lugares donde la liturgia maoista había sido cuidadosamente escenificada y ensayada... y sin embargo, es posible notar como poco a poco Antonioni se va distanciando de los que se le muestra y adoptando una progresiva actitud de escepticismo... la cual fue detectada por el régimen maoísta tras el estreno de la película, ocasionándole una airada respuesta de censura por parte del propio Mao, que alegaba que se había distorsionado y manipulado la imagen de la auténtica China (dijo la sartén al cazo).

La película de Antonioni se divide en tres parte, Pekín-Zonas Rurales-Ciudades. La primera parte es aquella donde la propaganda es más evidente y donde Antonioni parece aún más convencido. Todo lo que vemos, desde la atención hospitalaria a las diversiones teatrales, parece sacado de un panfleto publicitario, e incluso el propio director, cuya voz en off nos va comentando lo que sucede, no puede evitar deshacerse en elogios. Esta admiración rendida se disfraza de un falso objetivismo, esa verdad de la imagen tan ensalzada por la Nouvelle Vague en general y Godard en particular, según la cual una imagen tiene un significado único inconfundible, pero que en realidad se revela, como muestran estos documentales y ha demostrado la práctica televisiva posterior, el mejor medio para manipular  a una población que cree que ver con los propios ojos constituye un marchamo de veracidad irrefutable.

Sin embargo, a medida que la película avanza uno empieza a darse cuenta de que no es tan importante lo que dice Antonioni como lo que calla. Al igual que muchos corresponsales enviados a informar sobre países con regímenes dictatoriales y duras censuras, el director italiano empieza a utilizar un código secreto para sortear esas barreras e intentar transmitirnos la verdad, un código que se expresa como digo en sus silencios y en la selección de imágenes y que se hace evidente en la segunda parte cuando Antonioni visita las zonas rurales de China.

En esta sección, la pobreza y el atraso son más que evidentes, a pesar de todas las promesas de igualdad y bienestar que los guías oficiales repiten y repiten. No sólo, sino que en un par de ocasiones la barrera de mentiras se derrumba irreparablemente. Es en el instante en que el coche entra en una aldea donde la parada no estaba planificada y el alcalde intenta evitar que los habitantes, especialmente aquellos más viejos o más pobres, paseen por las calles y sean fotografiados por la cámaras, pero sobre todo, cuando la caravana se topa con un mercado creado espontáneamente por los campesinos sin autorización ni supervisión oficial y los guías chinos insinúan a Antonioni que si muestra eso en la película, el partido no va a sentirse muy contento.

¡Oh deliciosa ironía, que el único movimiento campesino espontáneo sea precisamente aquel que el gobierno maoista no desea!

Desde ese instante la voz de Antonioni calla, y durante la tercera parte de la película, aquella dedicada a las zonas urbanas, se limitará a indicar dónde estamos y qué estamos viendo, mientras que las imágenes, cada vez más disociadas de cualquier doctrina oficial, hablan por si mismas, hasta concluir en una larga secuencia final que recoge las acrobacias de una troupe circense, como indicación final de que todo lo que hemos visto no es más que carton piedra, tramoya y repersentación, completamente disociado de la experiencia cotidiana de la inmensa mayoría del pueblo chino

martes, 27 de marzo de 2012

...and justice for all (y IV)

Artículo 22

Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad social, y a obtener,
mediante el esfuerzo nacional y la cooperación internacional, habida cuenta de la organización y los
recursos de cada Estado, la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales,
indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad.


Artículo 23


1. Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas
y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo.
2. Toda personal tiene derecho, sin discriminación alguna, a igual salario por trabajo igual.
3. Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria, que le
asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana y que será
completada, en caso necesario, por cualesquiera otros medios de protección social.
4. Toda persona tiene derecho a fundar sindicatos y a sindicarse para la defensa de sus intereses.


Artículo 24


Toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable de la
duración del trabajo y a vacaciones periódicas pagadas.


Artículo 25


1. Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la
salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los
servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo,
enfermedad, invalidez, viudez, vejez y otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por
circunstancias independientes de su voluntad.
2. La maternidad y la infancia tienen derecho a cuidados y asistencia especiales. Todos los niños,
nacidos de matrimonio o fuera de matrimonio, tienen derecho a igual protección social.


Artículo 26


1. Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo
concerniente a la instrucción elemental y fundamental. La instrucción elemental será obligatoria. La
instrucción técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios superiores será
igual para todos, en función de los méritos respectivos.
2. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento
del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la
tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos; y promoverá
el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz.
3. Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus
hijos.


Artículo 27


1. Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar
de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten.
2. Toda persona tiene derecho a la protección de los intereses morales y materiales que le
correspondan por razón de las producciones científicas, literarias o artísticas de que sea autora.


Artículo 28


Toda persona tiene derecho a que se establezca un orden social e internacional en el que los
derechos y libertades proclamados en esta Declaración se hagan plenamente efectivos.


Declaración Universal de los Derechos Humanos

El libro de Geoffrey Roberston, Crime Against Humanity, del que me hubiera gustado escribir más entradas (acháquenselo a la coyuntura) acaba con una serie de apéndices que recogen normas fundamentales del derecho internacional referentes a los derechos humanos, como pueden ser la Carta Fundacional del Tribunal Penal Internacional, los articulos pertinentes de la Convención de Ginebra o esta Declaración Universal de Derechos Humanos, documento fundacional de la ONU, esa organización tan denostada cuando no sirve a nuestros intereses y tan alabada cuando da vía libre a nuestras arbitrariedades.

Si lo anterior les pareció irónico (o sarcástico), la auténtica ironía es que el texto de la Declaración Universal de Derechos Humanos, en concreto, los artículos que he incluido, pueden parecer a algunos (digamos nombres, los neoliberales que tan vocales son en los medios de comunicación) como expresión y producto del más repelente extremismo político, un documento subversivo y revolucionario, propio de grupos radicales antistema

Pero vayamos por partes.

Robertson, a lo largo de su libro, distingue entre dos tipos de derechos humanos básicos. Por una parte, estarían los derechos políticos, es decir los que permiten a un ciudadano participar libremente en el gobierno de su país, expresar su opinión sin miedo a la censura o persecución, y tener la seguridad de estar protegido frente a la violencia y la arbitrariedad del gobierno o de otros grupos sociales que pudieran ostentar poder coercitivo. Frente a estos derechos, se situarían los derechos económicos, que son los que permiten a un ciudadano ejercer los derechos políticos, es decir, los que le aseguran un trabajo que le permita vivir con dignidad, así como el tiempo y la educación para poder usarlos y comprenderlos.

Para el credo neoliberal que tiene tanto crédito hoy en día, los derechos humanos se extinguen con los políticos (y ni eso, porque para muchos neoliberales hispanos, la libertad consiste en pensar como nosotros), mientras que los derechos humanos económicos se contemplan como obstáculos en la implantación del capitalismo liberal pleno, ése que habrá de traernos el paraíso perfecto una vez que se le de vía libre, de forma que se consideran bien producto de un idealismo ingenuo o, en el peor caso, maniobras de agentes subversivos que promueven otros órdenes sociales en las que la libertad, única virtud válida a la que deben subordinarse todas las demás, será abolida.

Una oposición que no debería sorprendernos, porque una breve exploración de esos derechos económicos nos los muestra completamente contrarios a la absoluta libertad, sin cortapisas ni controles, que deberían gozar los agentes económicos en el ideal neoliberal, a saber.

  • Derecho a la seguridad social, es decir a un orden social que mantenga los derechos económicos básicos para ejercer el resto de los derechos.
  • Derecho a un salario justo y a sindicarse para defender los derechos laborables.
  • Derecho a una jornada de duración limitada y razonable y a periodos de vacaciones pagadas
  • Derecho a la sanidad y a un subsidio de desempleo
  • Derecho a un nivel de vida mínimo que asegure su dignidad y subsistencia
  • Derecho a educación gratuita, en la que la propagación de los derechos humanos sea un elemento fundamental.
  • Derecho a poder disfrutar de las artes y las ciencias (y a que estas sean protegidas, por tanto)
  • Derecho a un orden social que proteja los derechos anteriores
Bien claro está, por tanto, tan claro que si algunos gobiernos llevasen al límite sus posturas ideológicas se encontrarían en transgresión flagrante de la declaración de los derechos humanos, y por tanto, si fueramos absolutamente lógicos, deberían ser susceptibles de bombardeo y ocupación como otros regímenes lo han sido (de acuerdo esto es una exageración, pero puestos a llevar las cosas al límite, nada como la reducción al absurdo para encontrar la verdad).

Un último, para concluir. Debemos de estar agradecidos que una humanidad que acababa de salir de la pesadilla de la segunda guerra mundial y vencido a los totalitarismos de derechas, aunque alguno quedase vivo por cuarenta años, decidiese poner esto por escrito para que sirviese de guía y de referencia. En tiempos más recientes, historiadores como Javier Tussel, manifestaron su incomodidad porque constituciones como la española del 78 incluyesen detalladas declaraciones de derechos humanos basadas en la de la ONU, ya que, según ellos, estos derechos eran evidentes y no necesitaban ser formulados explícitamente. Desgraciadamente, la experiencia reciente y la del pasado demuestra, que sólo es evidente lo que se pone por escrito, lo que no lo está, por muy racional que sea, siempre puede ser modificado y cambiado, especialmente por aquellos que tienen una fe, llámese religión, mercado o revolución.


domingo, 25 de marzo de 2012

100 AS (LXXXVb): Charade (1983) Jon Minis














Como todos los domingos, ha llegado el momento de revisar uno de los cortos de la lista de 100 mejores recopilada por el festival de Annecy... sólo que la semana pasada me había saltado varios de la lista B, ya saben, la lista visible que circula por la internet y que, cuando no se encontraba un corto de la lista A, lo substituía por otra producción animada, en ocasiones un olvido imperdonable de la lista A, en otras, un corto completamente prescindible y olvidable.

El corto de esta ocasión, Charade de Jon Minis, no es una de las obras maestras de la animación, pero es un ejemplo perfecto de la versatilidad y la expresividad de esta forma, incapaz como es sabido de reproducir las emociones que un actor es capaz de expresar con un leve movimiento de su rostro, y especialmente torpe e incómodo cuando intenta remedarlo, pero capaz de suplirlo con toda clase de símbolos y alusiones visuales que son imposibles en el cine entendido como imagen capturada.

La anécdota de Charade es bastante sencilla, un simple juego de adivinar la película mediante la mímica, en el que uel protagonista es incapaz de conseguir que sus amigos adivinen el nombre, por muy claro, gráfico o explícito que sea, mientras que su antagonista es capaz de conseguir ese milagro al instante, aunque su representación se reduzca a signos completamente herméticos. El típico chiste, por tanto, que sólo sirve para rellenar el exiguo espacio de un corto, pero para nada más, mucho menos para conseguir la complejidad y perfección de un largometraje.

...¿o no es así? Porque precisamente, al consistir la anécdota en la representación del nombre de una película mediante la mímica, abre el camino al despliegue de las auténticas posibilidades expresivas de la animación, esa que no teme a deformar sus personajes para reforzar sus intenciones, ni explorar la senda de las transformaciones, siguiendo el juego de las alusiones hasta agotarlo, sin que le importe la acumulación de imposibles, contradicciones o absurdos.

Una manera que es, como digo, la de la animación auténtica, pero que al público actual le puede parecer ajena y lejana, ya que la animación de éxito, especialmente la televisiva, se limita a replicar los modelos de las producciones de actores reales, sitcoms en un caso, peliculas familiares en el otro, de manera que se da la extraña paradoja de que se muestren (aparentemente) subversivas e irreverentes en sus contenidos, mientras que son esencialmente conservadores en su forma y estética.

Pero no quiero perder tiempo críticando otras obras, ése y no otro es mi mayor defecto, que lleva a quye me olvide de comentar el significado e importancia de la obra que he elegido. Por ello, ya que no hay mejor juicio que uno mismo, les dejo aquí pegado el corto para que lo disfruten. Desgraciadamente no tiene subtítulos en castellano, con lo que se pierden la mitad de la broma, los infructuosos intentos de la audiencia por adivinar el nombre de una película que debería ser evidente desde el primer momento.


jueves, 22 de marzo de 2012

Contradictions & Schisms












Aunque los pocos lectores habituales de este blog ya habrán notado como paulatinamente voy comentando menos series/peliculas de anime, cuando antes éste antes parecía un blog de tantos dedicado únicamente a esa escuela de la animación, el caso es que llevaba varias semanas intentando escribir unas líneas sobre Black Rock Shooter, la continuación/version en forma de serie de TV del OVA del mismo nombre aparecido hace ya unos cuantos años.

Esta serie no está recibiendo toda la atención que mereciera e incluso está siendo criticada por dos razones principales: la primera consistente en haberse apartado del clima narrativo del OVA, mucho más melodramático y exasperado en la serie, además haber modificado profundamente las relaciones entre los personajes, mucho más afectados, incluso destruidos, por los giros argumentales. El segundo pero es simplemente cierta inconsistencia narrativa, que lleva a que en el último tercio de la serie se siga sin saber exactamente las motivaciones de los personajes, cual es su papel en la historia que se nos quiere contar, de manera que aparezcan más como elementos que sirven para subrayar y apuntalar la tesis, por así decirlo, de la serie, que para construir un todo coherente y armonioso.

A pesar de esos defectos, especialmente ese desafuero sentimental de algunas escenas o la impresión de que la historia se construye a remiendos, no deja de tener un especial atractivo y resonancia, especialmente para mí, por razones tanto cinematográficas como extracinematográficas. Brevemente, el argumento de la serie se puede sintetizar en la consabida historia de ambiente escolar tan cara a las japoneses, sólo que esta vez, los conflictos y roces sentimentales entre el grupo de jóvenes que forman el reparto (subrayado el ente) tienen su reflejo en un mundo paralelo donde las tensiones se dirimen en auténticos combates, donde versiones híbridas de estas jóvenes, medio humanas, medio maquinas, no dejan de luchar entre sí hasta que una de ellas es destruida.

En medio de tanta serie donde la adolescencia es mostrada como una edad de oro, donde amor y amistad reían, esta serie, a pesar de sus exageraciones no dejar de ser eso que llaman soplo de aire fresco. En cierta manera, no es sino una alegoría de los conflictos y frustraciones de la juventud, de los impulsos irrefrenables que si no se aprende a controlar llevarán a la destrucción personal... sin contar la amargura y la casi desesperación que provoca  luego el comprobar todo lo que se ha malogrado hasta que se alcanza ese estado de equilibrio que llamamos madurez, a falta de otro nombre mejor.

Un estado de conflicto, de desequilibrio, de laberintos sin salida aparente, de contradicciones y conflictos sin resolución o negociación posible que queda perfectamente ilustrado en la oposición entre el mundo real, donde se espera de los protagonistas un comportamiento racional, educado y mesurado, frente al mundo paralelo donde todas sus frustraciones, su dolor y desesperación  pueden manifestarse en forma de esos combates a muerte, donde la única liberación existente es la muerte, único medio de aplacar el dolor de la existencia y darle término completo y absoluto.

Oposición y paradoja, cisma y contradicción que curiosamente se extienden también a las soluciones estéticas adoptadas por la serie, puesto que si el mundo real se ciñe casi estrictamente a las normas de la animación 2D dictadas por el anime japonés, el mundo paralelo está creado integramente con CGIs y animación 3D, sólo que convenientemente vestida y disfrazada para que parezca 2D y por tanto los personajes sigan siendo perfectamente reconocibles en un mundo y en otro.