jueves, 12 de enero de 2006

La llave

A finales de 1941, en la recién conquistada Kiev, los alemanes cometieron una de las mayores atrocidades de la guerra.

Una unidad especialmente elegida para ese cometido, los tristemente famosos Einsatzkomanndos, se encargo de ejecutar a la población judia de Kiev, unas 30.000 personas, fusilándo y haciendo desaparecer sus cuerpos en el desfiladero de Babi Yar, cercano a la ciudad.

El método utilizado era el del Sardinenpackung, la lata de sardinas. Las victimas eran conducidos en pequeños grupos al desfiladero, obligados a desnudarse antes de descender al fondo y, una vez allí, tenían que tumbarse sobre los cuerpos de aquellos recién ejecutados, antes de que el soldado de turno les disparase un tiro a ellos mismos...

La razón de esta crueldad añadida no era otra que conseguir aumentar el rendimiento de la operación. Si las victimas morían ya colocadas en diferentes capas, no sería necesario arrastrar los cuerpos hasta la fosa común y se conseguirían almacenar muchas más personas en el mismo espacio.

Más tarde, a principios de 1943, cuando empezó a ser claro que la guerra estaba perdida, los criminales nazis comenzaron a temer la venganza de los supervivientes y decidieron borrar las pruebas de las matanzas cometidas en el territorio de la URSS. A Babi Yar, como a otros puntos, se envió una unidad con el objetivo de desenterrar los cuerpos y quemarlos.

Las personas reclutadas para este trabajo eran en su mayoría prisioneros destinados también al exterminio, que sólo se había retrasado el tiempo que tardasen en procesar los cadáveres.

No ocurrió así, sin embargo. Un grupo de prisioneros consiguió escapar de la cárcel donde los tenían prisioneros y utilizar el mismo desfiladero de Babi Yar, como ruta de fuga... el único lugar que los nazis no tenían vigilado.

Y todo fue así por una de las casualidades más increíbles que se hayan podido producir en la historia. Simplemente, porque al ir desenterrando cuerpos, uno de los trabajadores encontró una llave en el bolsillo de uno de los muertos.

La llave que abría la celda donde estaban encerrados.