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lunes, 31 de julio de 2006
En el exilio... (y 1)
jueves, 27 de julio de 2006
El síndrome del turista....
miércoles, 26 de julio de 2006
A través de Siria (y 4)
domingo, 23 de julio de 2006
A traves de Siria (y 3)
miércoles, 19 de julio de 2006
A traves de Siria (y 2)
Pocos, sin embargo, tuercen hacia el sur, hacia la frontera de El Líbano, que se encuentra a unos pocos kilómetros de distancia, siguiendo una carretara apenas utilizada, porque El Líbano que allí linda con Siria, no es El Libano de Hezbolla y los amigos de Siria, sino El Libano cristiano, enemigo de ésta y, en cierta manera, aliado de Israel.
Tras un corto recorrido, con el mar a la derecha, entre cañaverales que cierran la visión, en una zona vacía sin gente, excpeto algunas pequeñas casa de labor, se llega a uno de esos sitios mágicos, completamente desconocidos, que tanto abundan en Siria.
Allí, sobre una colina, invisibles desde la carretera, hay dos torres cónicas, erosionadas por el tiempo, pero sobre las cuales, esforzando la vista, se pueden apreciar contornos de formas, relieves que representaban dioses olvidados, pero que fueron venerados durante milenios, por fenicios, por griegos, por romanos, hasta que el cristianismo y el islám borrasen su recuerdo y lo declarasen maldito.
Y Juto bajo ellas un agujero en el suelo, un tunel que lleva a una cámara circular en cuyas paredes se escavaron nichos en la roca, a través de los cuales, si se alumbra con una linterna, pueden verse corredores y pasillos, ornados con más y más nichos, que se adentran en la obscuridad, hacia la nada, hacia el misterio... hacia nuestro pasado desconocido, ése que ignoramos y del que aún dependemos.
Nada hay ahí que pueda atraer la curiosidad el interés de la gente normal. No hay tesoros que supongan un reto para el Indiana Jones aficionado. Todo fue saqueado hace milenios y las riquezas allí guardadas, dilapidadas hace mucho. La mayoría de la gente, tras unos minutos, se aburre, como ocurrió con la mayor parte del grupo con el que iba. Tras unas exclamaciones de sorpresa, esa sorpresa falsa con la que se pretende un elogío pero que sólo demuestra ignorancia, retomaron el camino del autobús.
No habíamos terminado aún con la visita, apenas kilómetro más arriba, se encontraban las ruinas de un circo romano y de un templo dedicado a Melkart. El circo era como todos los circos, desnudo de todos su marmol y ornamento, reconocible únicamente por el hueco que había dejado. El templo, sin embargo erá único.
No sobresalía del terreno, En medio de una colina se había excavado profundamente, como si se hubiera querido construir un estanque o una piscina. En uno de los lados, se habían tallado unos escalones que permitían el descenso, hasta llegar a una especie de cornisa que circundaba el cuadrángulo del templo, y permitía rodearlo por completo. En su tiempo debía estar cubierto. Aquí y allá, se veían las losas que debieron formar el techo, y aquí allá, se alzaban aún los pilares que lo sostuvieran.
Sin embargo, no había forma de llegar al templo en sí. Aquella cornisa era sólo un mirador, un recorrido ritual que permitía ver el interior del templo, entre los espacios de las columnas, pero no alcanzarlo. Los constructores habían seguido excavando hasta que todo el interior del templo estaba muy por debajo de la galería y, en la ocasión en que lo visité, inundado por las lluvías, como si su propósito hubiera sido construir un estanque oculto, permitido solo para unos pocos.
Y en el medio una torre cuadrángular, rodeada por las aguas, inalcanzable para el visitiante, que superaba el nivel de la galería y el nivel original del terreno, para convertirse en el único elemento del templo visible desde el exterior.
Una torre que había sido construida con los mismos principios y aspecto que las torres que guarnecían las murallas y en la que, en uno de sus lados, se había tallado una hornacina, la morada del Dios Melkart, la imagen de aquel que los peregirnos venían a visitar.
Para que les concediese sus deseos, para que escuchase sus ruegos., para que les librase de la enfermedad, para que apartase la desgracia y el sufrimiento de sus vidas.
Y no se puede explicar, no se puede transmitir, lo que alguien sensible puede sentir al ver esto. Al encontrarse con un templo de esas características, del cual cualquier otro país se sentiría orgulloso, los restauraría, lo haría centro de visitas turísticas, lo destrozaría en una palabra.
Hay que estar allí para entenderlo... y tener la mente preparada o la disposición adecuada, o como queramos llamarlo.
Porque así como yo me sorprendía, los naturales del país, crecidos entre maravillas, hartos de verla, no les daban ninguna importancia.
Eran sólo unas cuantas piedras más.
...
La historia. El pasado que pese a todo no se puede olvidar.
Porque allí, en medio de las ruinas de esa ciudad fenicia, camuflados entre los cultivos, casi invisibles hasta que no se está junto a ellos, se han desplegado varias baterías de cañones, que apuntan hacia el mediterráneo, en espera del enemigo que ya una vez, en 1967, atacó ese mismo lugar.
Toda esa zona es una base militar. Un objetivo seguro en caso de guerra.
Un lugar donde las bombas, además de los soldados y sus pertrechos, aniquilarán los recuerdos de fenicios y romanos, nos amputarán los últimos vínculos que nos unen a ese pasado mágico del cual procemos.
Para dejarnos huérfanos. Aún más solos de lo que ya estamos.
martes, 18 de julio de 2006
A través de Siria (y 1)
No ha sido ajeno a la recuperación de esta entrada la situación en la frontera entre Israel y El Libano, y su posible extensión al resto de la zona, pero no por las razones que podría pensarse.
Siria es ahora mismo uno de los pocos refugios que quedan en la arqueología del Oriente Próximo, mejor dicho del creciente fertil, el único lugar donde las excavaciones y las investigaciones pueden continuar con normalidad, el único sitio donde los yacimientos arqueológicos se cuidan y protegen, y cuyos museos albergan una riqueza sin igual
Una extensión de las hostilidades, la caída del gobierno sirio, una posible ocupación extranjera, el ascenso de los islamistas... la repetición en suma de lo que ocurrió en Irak en el 2003, el saqueo indiscrimidado de su patrimonio artístico, la destrucción de sus yacimientos arqueológicos, el abandono de la investigación, la pérdida de respuestas a preguntas que aún no tenemos.
Una catástrofe incalculable para la humanidad, porque nos cerraría el camino del conocimiento, el camino a comprendernos a nosotros mismos a través de la historia, nuestra historia, su evolución, sus errores, sus titubeos, sus logros y sus infamias.
Una catástofre, que como en el caso de Irak, no sería recogida por nadie, ni conocida más que por unos pocos, puesto que no sirve a los propósitos de los fanáticos de uno y otro lado... ni a los ingenuos que creen que el mundo se resolverá sólo porque ellos lo creen así.
....
De esta forma, por estas razones, he venido a pensar en Palmira, la Palmira que visité hace ya, miedo me da pensarlo, ocho añós.
El contraste entre los monumentos de Siria y los de Egipto es notable. En Egipto, uno se siente prisionero de un inmenso parque temático, creado para sacarle el dinero al turista, centrado en dos o tres sitios, donde apenas se puede andar de las multitudes que lo visitan y donde el resto del país está cerrado al extranjero, por propia voluntad de los naturales ("Está en restauración", "No hay nada allí que merezca la pena", "No va a encontrar quien le lleve", mentira tras mentira, que se contradicen la una a la otra).
Palmira, Siria, es completamente distinta. Apenas había una decena de visitantes en aquel mes de Julio. Una decena de personas perdidas entre las ruinas de lo que había sido una de las ciudades más importantes del Imperio, como si las calles de cualquier metrópolis actual hubieron sido vaciadas de sus habitantes y reservadas para tí solo.
Sólo bastaba para que te sintieras fuera del mundo. Arrastrado a uno nuevo, único, creado enteramente para tí, el mundo que deseabas y ansiabas.
No era lo único. Por la mañana y por la tarde, de las montañas que se alzan al oeste de Palmira, hacia el inmenso desierto que se extiende al este, sopla una brisa violenta. Un viento que arremolina las ropas, ensordece los oídos, arrastra arena que raspa tu piel y lija las rocas.
Un viento que te separa aún más de los demás, que te hace olvidar que unas decenas de metros más allá está el resto de tu grupo, que unas centenas de metros hay casas donde vive gente, lugares donde se repite, día tras día, la vida normal y tranquila de los seres humanos.
Un viento que te roba todas las ideas, todos los errores, todos los sueños, todas las ilusiones.
Algo que, para las personas sensibles, sólo se puede expresar por estar dominado, al mismo tiempo, por una excitación incontenible y al mismo tiempo por las más absoluta apatía, como si hubieras encontado, al fin, ese lugar, por el que sueñas y ansía, y en ese momento de revelación, mejor dicho, tras ese momento de revelación ya no quedase más por hacer.
Así me ocurrió allí. Yo era, soy, de aquellos que consumían carrete tras carrete, intentado fijar lo efimero, detener lo transitorio. De los que se movían de un lugar a otro, sin descanso, intentado ver todo, aprender todo, memorizar todo, recordar todo.
Excepto allí. Algo, ese viento ese lugar, me robaron las fuerzas, no pude hacer otra cosa que sentarme bajo las inmensas columnas que recordaban el trazado de las calles, y olvidarme de sacar más fotos, puesto que ninguna imagen, ninguna palabra, podría reproducir lo que sentía en aquel momento, la alegría, la satisfacción, la completitud. Sólo podía dejarme llevar. Contemplar como la luz caía, como el sol desaparecía tras las montañas y las sombras ocupaban la ciudad entera, y como ésta, las ruinas, las arenas del desierto, las palmeras del oasis, se tenían de oro, de burdeos, de magenta, de morado, de negro.
Sin decir una sola palabra. Sin moverme un milímetro, sin apartar la mirada... sabiendo que tú estabas a mi lado, sintiendo lo que yo sentía, y al mismo, separada por eternidades de tiempo y espacio.
Para que luego al día siguiente se repitiera lo mismo.
El vagar sin rumbo entre las ruinas, prisionero del viento, bajo el azul del cielo, ese azul que nadie en Europa ha visto y que sólo pertenece a Siria, entre el oro nuevo de la arena y el oro viejo del mármol de las ruinas, sin pensamiento alguno en la cabeza, sin intentar conservar nada, sin sacar una sola foto.
Hasta que se detuviera el viento y el calor te aplastará contra el suelo.
Hasta que el paraíso se desvaneciera.
Hasta que la muerte reclamara lo que era suyo desde milenios.
lunes, 17 de julio de 2006
Ohne Eigenschaften (y 4)
Conocidos electrónicos, de esos cuyos recuerdos mutuos se reducen a los diferentes estilos de escritura, me han comentado mi extraño giro hacia, por decirlo así, el lirísmo, no ya en este blog, sino en mis comunicaciones personales.
Ha sido entonces cuando he recordado esta entrada de hace cuatro meses, de cuando me hallaba enfrascado en la dura tarea de leer El hombre sin atributos, de el austriaco Robert Musil.
Como bien se sabe la novela es el relato, inacabado, de un año en la vida de Ulrich, un hombre que, al contrario de sus contemporáneos, se descubre sin objetivos ni fines en su existencia... existencia, que como la de sus contemporáneos y las de la propia sociedad en la que vive, será destruida por la llegada, anunciada y al mismo tiempo inesperada de la primera guerra mundial... puesto que el año en que transcurre la acción no es otro que 1914, el último año de tranquilidad antes de la catástrofe final, que otro austriaco, Karl Kraus, habría de narrar.
Este no es el objetivo, sin embargo, de esta entrada. No. Quería señalar simplemente un detalle, quizás ínfimo en el desarrollo de la obra, pero que me sorprendió profundamente. En medio de las idas y venidas, los círculos sin salida en los que los personajes giran, sin darse cuenta de ellos, Ulrich tiene una conversación íntima con Diotima, una pariente lejana suya y por la que en cierta manera, se siente atraído.
Una conversación en la que Diotima, repentinamente, se da cuenta de porque a Ulrich, en las reuniones de familia, y sin que él lo sepa, se le ha dado el calificativo de mujer.
No porque Ulrich prefiera, como amantes a los hombres frente a las mujeres. No se trata un caso de homosexualidad reprimida o encubierta. Se trata, simple y llanamente, de que el modo que tiene Ulrich de hablar del amor y de expresarlo, no es el que se considera propio de un hombre o el que se esperaría de él, en esos tiempos o en esa sociedad... lo cual lleva a que Diotima se sienta incomoda en los momentos en que ambos están a solas.
Y esa ambigüedad en el sentimiento, se extiende al propio modo de expresarse del autor, el cual nos regala con frases maravillosas, como ésta de lo que otro de los personajes Gertha, siente en presencia del hombre que ama.
... und nametlich Gertha, als Mädchen die ältere von beidem, empfand das Verlangen nach vollendenter Unarmung so arglos stark, wie ein Baum empfinden konnte, der irgendetwas hindert, im Frühling zu blühen...
...y, por así decirlo, Gertha, como doncella la mayor de ambos, sentía la exigencia de consumar el abrazo con una ingenuidad tan poderosa, como pudiera sentirla un arbol, al que cualquier cosa impide florecer en Primavera...
...y en nuestros tiempos, en este Brave new World, en el que vivimos, este sentimiento, el de algo pesado e inamovible que impide el crecimiento dictado por la naturaleza, sería expresado de forma más directa y brutal, explicado con términos más clínicos y más cínicos...
...para al final llegar a la misma conclusión, la de que no se trata de otra cosas que fantasmas de la noche, monstruos de la soledad y la obscuridad que se desvanecen con la llegada de la luz...
...Das sind Delirien des Liebeshungers, sagte Ulrich, die mit der Sättigung vergehen...
...Estos son delirios del hambre de amor, dijo Ulrich, que se pasaran al saciarse...
...o quizás no, puesto que al final, como en todas las cosas, el resultado depende de la voluntad de sus protagonistas, de que quieran reconocer la situación en la que se encuentran, de que que deseen llevarla a término...
...und ich will gleich hinzufügen, auch die Dummen lassen sich aus. Dümmheit macht ja glücklich. Ich schlage also als erstes vor. Versuche wir einander zu lieben, als ob Sie und ich die Figuren eines Dichters wären, die auf den Seiten eines Buchs begegnen...
...y quisiera también añadir, que también los estúpidos se demoran en esto. Sí, la estupidez hace feliz. Le propongo por tanto esto. Intentemos amarnos, como si Ud. y yo fueramos los personajes de un Poeta, que se encuentran en las páginas de un libro...
jueves, 13 de julio de 2006
La muerte de los dioses
martes, 11 de julio de 2006
Sofistas, Sofistas y más Sofistas...
domingo, 9 de julio de 2006
Talantes y profesiones...
sábado, 8 de julio de 2006
...y los dioses caminaban entre los hombres...
viernes, 7 de julio de 2006
... de la absoluta ambigüedad de las imágenes...
Esta imagen, fanart de una serie de anime llamada Azumanga Daioh, que narra los tres años finales de instituto de seis adolescentes japonesas, la encontré, como no podía ser de otra manera, en uno de tantos foros dedicados al anime.
...y lo que me sorprendió es que los participantes, unanimemente, la calificasen como de buen gusto... no el hecho de que la imagen sea o no sea de buen gusto (mi opinión la podrán conocer los que sigan leyendo), sino el hecho de la unanimidad entre los fans...
Pero vayamos por partes.
La escena representada no ocurre en ningún momento en la serie, ni siquiera se insinúa, sino que es algo imaginado por el artista/admirador de la serie... y algo que otros fans y seguidores de la serie, como yo, pueden reconocer como perfectamente concordante con el carácter de uno de los personajes que aparecen... mejor dicho, la realización de una fantasía de estos personajes.
La chica de la izquierda es Kaorín, que durante el transcurso de la serie, se nos muestra como perdidamente enamoradade la chica de la derecha, Sakaki. Un amor, éste, no correspondido, puesto que Sakaki, directamente, no se da cuenta de la presencia de Kaorin, ni mucho menos de los sentimientos que en ella inspira... y si Kaorín llegase a confesárselos, seguramente sería rechazada de modo brutal y definitivo.
Un modo de enamoramiento que, como sabe todo aquel que lo ha sufrido, es el peor de todos, el más horrible y devastador, puesto que nunca termina en la consumación, porque sólo consiste en transitar de un dolor a otro, entre la presencia y la ausencia del ser amado, mejor dicho del ser que, por una razón u otra, no puede amarnos a nosotros.
Un tormento que consiste en alternar entre la huida de la persona amada, buscando en la soledad y el olvido el bálsamo que nos cure, hasta que ya no se puede aguantar más y se marcha a verla, para encontrar que tenerla junto a ti, tampoco constituye un alivio, puesto que es forzado ocultar todos y cada uno de los sentimientos, aplastar y asesinar el amor del que te sientes orgulloso, simplemente para no asustarla y espantarla, hasta que la tensión se vuelve a tornar insoportable y se huye otra vez a la soledad...
...y así una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez, sin que sea posible romper el círculo...
Por ello, este dibujo era considerado de buen gusto, puesto que constituía un regalo por parte de los fans hacia el personaje de ficción, algo que en la serie no había ocurrido, pero que todos deseaban que sucediera, simplemente por el cariño que le tenían al personaje.
Sin embargo, lo más importante no es que Kaorin, en esta ilustración haya conseguido a Sakaki.
No
Si en este modo de enamoramiento todo se limitase, simplemente, a la posesión física de la otra persona, el sufrimiento, el dolor, la desesperación no existirían. Para aliviarlos bastaría con utilizar las armas de la trampa y el engaño, para conseguir meterse en su cama... o dicho de una forma más brutal, propinarle un golpe en la cabeza y aprovecharse de su inconsciencia para obtener su cuerpo.
Sin embargo, en esa tortura sin sentido que constituye el amor no correspondido, ni siquiera ese remedo de salvación se presenta disponible. Cuando se está enamorado de esa manera, no basta con conseguir el cuerpo de la otra persona, es esa persona la que tiene que amarnos a nosotros, con la misma radicalidad y desesperación con que nosotros la amamos.
Es ella la que tiene que buscarnos, la que tiene que desear nuestra presencia, la que tiene que confesarnos su amor, la que debe perder el sueño y el sentido.
Sólo así todo será completo. Sólo así se podrá obtener el descanso, la paz.
Y eso precisamente es lo que ocurre en esta ilustración. Porque si nos fijamos bien, en las manos que acaricían unos labiosm no es Kaorin quien está haciendo el amor a Sakaki, sino ésta a aquélla, mientras Kaorin se deja hacer, sin acabar de creerselo aún... porque había llegado a convencerse de que aquello era imposible, porque había llegado a desesperar...
...
...y podemos dar un salto mortal, y seguir en sentido inverso, la ruta de los artistas de los siglos XVI y XVII, que convertían la poesía amorosa popular en poesía religiosa y sacra...
...puesto que al ver la pintura de Ribera que cierra esta entrada, siempre pensado en las torturas del amor no correspondido...
...porque Santa Catalina de Siena también deseó la iluminación, y oró y ayunó y meditó hasta perder casi el sentido, sin que ésta se produjese....
...hasta que cuando menos lo esperaba, ésta se dio por si sóla... y en instante se acabaron todas los afanes, todas las prisas, y era permitido ya perder el tiempo, demorarse, posponer, puesto que aquello, el objeto tan deseado, no se marcharía de tu lado...
miércoles, 5 de julio de 2006
martes, 4 de julio de 2006
lunes, 3 de julio de 2006
domingo, 2 de julio de 2006
Moralia...
Supongamos alguien que encuentra, ese topico tan manido, la mujer de su vida.
Supongamos que por un estúpido accidente, esa mujer sufre daños cerebrales que le hacen perder la memoria y la capacidad de almacenar recuerdos, de manera que cada vez que le ve es como si fuera la primera vez, que siempre es un desconocido para ella.
Supongamos que durante cinco años se dedica a cuidarla, simplemente por el amor que la tenía, aunque él no lo expresaría así, esperando que un día, algo dentro de la cabeza de ella se desbloquee y aquella persona que amaba vuelva a este mundo.
Supongamos que pasados cinco años desesperó finalmente, busco una institución donde la cuidaran y se olvidó de ella.
Caso B
Supongamos ahora a alguien que, por un motivo y otro, decide vengarse de este mundo en general, y de las mujeres en particular.
Así que se deshace de toda delicadeza, de todo los disfraces con los que los hombres engañan a las mujeres para que se acuesten con ellos, y, presumiendo de la crueldad y el cinismo con que las trata, se dedica a hilvanar amante tras amante, apartándose de ellas en cuanto empieza a notar ciertas derivaciones sentimentales en las que ya no quiere involucrarse.
Para encontrarse de nuevo atrapado, por razones muy distintas a las del pasado, con alquien que le da lo que quiere o más bien como él quiere, y del que no sabe desprenderse o apartarse, por mucho que lo intente, por mucho que presuma de indepencia y desapego.
Pista:
Ambos casos corresponden a la misma persona, en diferentes etapas de su vida.
Reflexiones
¿Se puede extraer alguna moraleja? ¿Alguna lección moral de estas historias?
No, que yo sepa... o al menos soy incapaz de extraer alguna.
Sólo una se me ocurre. Yo sería incapaz de tanto A como B.
Ergo... ¿he llegado a estar vivo alguna vez?