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sábado, 29 de octubre de 2005

Alejandro y su cronista



En la antiguedad era común plantear esta paradoja. ¿Quién era más importante? ¿Alejandro, que había conquistado el mundo entero? ¿O su cronista que se había limitado a seguirle y describir lo que ocurría, sin que su participación pudiera decidir el resultado de las campañas?

Alejandro, evidentemente, respondía el alumno. El había concebido la idea, planificado las campañas, convencido a sus subordinados de que podía hacerse, insuflado coraje en sus soldados, mantenido la sangre fría en los momentos difíciles, descubierto los puntos débiles de sus enemigos.

Cierto, respondía el sofista, pero si el cronista no nos hubiera contado todo eso, Alejandro que salió de Macedonia y subyugo el mundo entero, no sería distinguible del inválido que se quedó en Pella, la capital del reíno, sentado sobre su montón de estiercol.

Ambos serían unos completos desconocidos, olvidados por todos.

Es más, continuaría el maestro ¿Cuánto hay de invención, cuánto de error, en el relato? Nadie recuerda en la India que Alejandro llegara hasta allí. ¿Quién nos asegura que no se quedo haraganeando en Samarcanda o en Persépolis? Lo mismo todo fue un cuento, para demostrar ante el mundo que no había estado perdiendo el tiempo, que si lo hacía con las manos vacías, no era porque no lo hubiera intentado, sino porque las dificultades habían sido insuperables.

¿Y Cuál es el Alejandro verdadero? ¿El de Plutarco? ¿El de Quinto Rufio? ¿El de Arriano? ¿El fantástico y maravilloso del Pseudo Calístenes, en el cual creyó la Edad Media entera, cristianos y musulmanes por igual, y fue represetantado y comentado una y otra vez?

Lo mismo ocurre con el arte.

¿Quién es más importante? ¿El artista que crea el objeto artísticos? ¿El espectador que decide que objetos son arte y cuales no?

Y si en el caso de Alejandro y sus cronistas podía existir alguna duda, en el caso del artista y su publico no existe ninguna duda.

Si el espectador quisiera, crearía un arte sin ningún artistas.

De hecho lo hace todos los días sin darse cuenta.

Al mirar a las nubes, al contemplar los árboles, al descubrir un cuerpo joven y hermoso.

Con sólo decir. Esto es bello.




martes, 18 de octubre de 2005

Realismos ... (y 2)

Releyendo mis anotaciones del día anterior, no puedo quitarme la idea de un profesor cascarrabias, entrado en años, olvidado ya del amor que tenía al arte, preocupado únicamente por demostrar su sapiencia ante los demás, para construirse, con sus palabras, una altísima columna desde la cual mirar con desprecio a los ótros... al menos a aquéllos que no se inclinen, con adoración, ante ella.

No es por eso por lo que uno toma esto del arte y las exposiciones como afición... al menos no es el motivo por el que debería tomarlo.

El goce debería ser interno, entre el objeto y el espectador, despojado de todas las enseñanzas y doctrinas, que sólo son muletas que nos entorpecen el paso. Algo tan inocente que nos llevase a compartirlo con los demás, no con todo el mundo, sino con aquellos que consideramos nuestros amigos, para cogerles del brazo y llevarlos a verlo, porque no pueden perdérselo.

Mirar sin que importe la firma, ni el estilo, gustar basándose en los propios gustos, no en los de los demás.

En otro tiempo, no me importa confesarlo, al ver los cuadros de Derain aquí expuestos, hubiera torcido el gesto y me hubiera apartado, especialmente al comprobar el nombre del artista.

"He aquí" me diría a mi mismo, completamente seguro de mi sapiencia "un Derain post Derain. Una obra de cuando había abandonado los ideales de la vangüardia y se había perdido, algo prescindible, algo en lo que no merece perder el tiempo."

Así pensaba yo no hace mucho.

Cuando uno es joven tiene el privilegio, sin habérselo merecido, de estar siempre en la cresta de la ola. Haga lo que haga, seguir u oponerse, creamos y componemos la acutalidad, forjamos las reglas de la actualidad y vivimos acorde a ellas.

Pensamos que todo será siempre así, que continuaremos marcando el ritmo, riéndonos del futuro, carcajeándonos del pasado, porque, quien puede dudarlo, sólo nosotros tenemos razóm, y nadie antes la ha tenido. Al fin y al cabo todos somos jóvenes... y nadie puede contradecirnos. Los viejos morirán pronto, los nuevos jóvenes aún no han nacido.

Las olas rompen, no obstante, pero en la vida, lo hacen sin estruendo, sin espuma, sin resaca. De repente estás sentado en la playa. Ser fiel o rebelarte no tiene ya ningún sentido. Ambas respuestas sólo provocarán la risa de los que ya están detrás empujando.

Sólo queda seguir adelante, por el camino al que tú mismo te condenaste, sabiendo que no lleva a ninguna parte, pero que al menos es tu camino, no el de ningun otro.

Entonces es cuando aprecias la obra de los francotiradores, eso que seguirían estando aparte, incluso cuando llegasen los suyos, como Derain, como Hopper, como Heartsfield, como De Chirico, como Balthus, como Pirandello, como Fautrier...

lunes, 17 de octubre de 2005

Realismos...

Como comienzo de la temporada de exposiciones en Madrid, el Museo Thysen, junto con la Fundación Caja Madrid, presenta lo que se pretende un compendio/ejemplo del realismo en el arte occidental entre 1920 y 1945

La muestra intenta, en cierta medida, demostrar que frente a la espectacularidad de las vanguardias históricas, existió un algo más, otra corriente subterránea, heredera en cierta manera de la tradición renacentista y que surgiría de nuevo al llegar el reflujo de las vangüardias.

Objetivo en el que fracasa completamente... no porque el realismo no sea otra corriente más dentro de las vangüardias históricas, tan importante como las más rebeldes, si no porque se enreda en sus propios planteamientos.

En efecto, la fecha con la que se abre el recorrido, 1920, es sintomática. No es necesario ser un experto en la historia del arte para relacionarla enseguida con lo que se conoció entonces como L'appel al ordre. Tras la catástrofe de la segunda guerra mundial, los artistas que habían asaltado los fundamentes del arte en los inicios del siglo XX parecieron renunciar a esa agresividad y espíritu levantisco. Se tranquilizaron y dejaron la agitación a otros.

En ese sentido, la inclusión de Derain como apertura no puede ser por menos que ser acertada. Uno de los miembros más vocales de los Fauves, un pintor a la altura de un Matisse en aquellos primeros años, alguien que había rozado la abstracción pura y había estado a punto de embarcarse en ella, de repente se puso a pintar casi al estilo un Chardin... algo que no se comprendíó en su época y aún hoy resulta casi imcomprensible.

Es precisamente esta inclusión la que demuestra las limitaciones y errores de la propuesta. La appel al ordre fue general entre los pintores consagrados de entreguerras, los cubistas, Picasso, Braque, Léger, Gris sufrieron un ataque de clasicismo y empezaron a pintar como si hubieran abjurado de sus propias conquistas. ¿Por qué entonces incluir a Derain y no a los otros? Quizás porque Derain continúo en esa vía, mientras que para el resto fue sólo algo pasajero.

Derain se transformo en una individualidad aislada, lejos de corrientes y demás, en un francotirador que pintaba como quería, sin rendir cuentas a nadie. Así ocurre con cada uno de los pintores que formar la muestra, cada uno de ellos es una personalidad aislada, y esto es más notable aún en la parte de las exposición que está en la casa de las alhajas. Balthus, Heartfield, Pirandello, Hopper, son artistas independientes y originales, demasiado distintivos e importantes para ser incluidos en ningún "ismo", aunque éste se llame "realismo". No crearon ni siguieron escuela puesto que no cabían en ninguna, y sus "realidades" son tas dispares y tan incompatibles como las de las mismas vanguardias.

Una ausencia mayor sirve para destruir este concepto de "realismo" como el ismo olvidado del siglo XX. Los años que nos ocupan vieron la ascención de la pintura/proganda del régimen, en fascismos, nazismo y estalinismos. Este estilo oficial como es bien sabido, era en todos el mismo, y respondía al nombre del nazismo. Extraña exposición esta que, centrada el el periodo de entreguerras, no recoje esta pintura.

Llamativa ausencia, que explica también el olvido de estos pintores independientes, de manera involuntaria, su libertad e independencia, quedó contaminada y envenada por la distorsión del arte a manos de los totalitarísmo. Todo aquel que no quisiese ser tachado de nazi o fascista, tenía que tomar el camino de la vanguardia, no el del realismo.