domingo, 14 de enero de 2018

La lista de Beltesassar (CXC): Lev i Byk (El león y el buey, 1984) Fyodor Khitruk





























































Como todos los domingos, continúo con mi revisión de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar. Esta vez ha llegado el turno de Lev i Byk (El león y el Buey),  corto dirigido en 1993 por el animador ruso Fyodor Khitruk para Soyuz Multifilms.

Creo que ya saben de mi admiración por la animación de los países del antiguo bloque soviético. A pesar de la asfixiante censura o la obligación de responder a unas pautas ideológicas paralizantes, los animadores de esos países se las arreglaron para construir un corpus que no tiene casi parangón en la historia de la animación. Tal era así, que si en los años 1960 a 1990 se quería ver animación comercial distinta, o al menos más avanzada y arriesgada estéticamente, no quedaba otra solución que dirigirse a la producción de esas nacionalidades, ya fuera polaca, húngara, checoeslovaca, yugoeslava o simplemente rusa, en el sentido de soviética.

Khitruk (o Jitruk, como sería más correcto en castellano) es uno de estos maestros que dominaron la animación de finales del periodo soviético. Al contrario que Norstein, siempre más poético y centrado en la animación de recortes, Khitruk tenía una vertiente más paródica y caricaturesca, como se puede apreciar en el famoso, Film, Film, Film! de 1968, que ya les comenté en su momento. Lev i Byk, por el contrario tiene un acabado más artístico, mientras que en lo temático adopta la forma de la fábula tradicional. Lo que en la Rusia Soviética significaba ineludiblemente político. Sin embargo, no quiero centrarme en estos dos aspectos, que son inseparables de cualquier obra del bloque del Este, sino en otros tres muy distintos.

El primero es el de la música. Otro de las paradojas del arte soviético es que su música es de altísimo nivel, a pesar de los sucesivos ataques estatales contra cualquier asomo de modernidad o vanguardia. Por suerte, lesas mismas las directrices políticas del régimen comunista obligaban a que los compositores clásicos tuviesen que componer para artes que, en otras partes, se considerarían como menores, conservando y popularizando así obras mayores de la música clásica contemporánea. Los ejemplos clásicos serían el Prokofief de Alexander Nevski (1936, Serguei M. Eisenstein) o el Sostakovich de Novyy Vavilon (La nueva Babilonia, 1926, Kozintsev/Trauberg), pero la animación se vería favorecida también por esta política con nombres como Alfred Schnitke o, en este caso, Moise Weinberg. Un compositor que puede presumir de una serie de cuartetos de cuerda que merecen figurar entre los más notables del siglo pasado.

El segundo es como los animadores de los países del este se las arreglaban por conectar con la vanguardia a la menor de las ocasiones. En Lev i Byk, aunque la animación toma formas más tradicionales, el fondo sobre el que se mueven pertenece a otro ámbito estético completamente distinto. Tanto, que la discordancia entre ambos casi se las arregla para romper la unidad del corto, que sólo se restaura debido al uso de una paleta muy apagada, reducida a ocres, pardos y grises. La razón de este conflicto entre fondos y personajes es que aquellos son consciente y voluntariamente abocetados, reducidos a manchas informes, casi abstractas, propias de los informalismos de posguerra, que, no obstante, consiguen crear la ilusión de la sabana africana sobre la que se mueven los animales protagonistas.

Y con esto llegamos al último punto: la animación de estos animales. Se suele considerar a Disney como el creador de una animación que buscaba conseguir que sus creaciones actuasen como personas reales. Es decir, que mediante sus movimientos corporales y sus expresiones faciales consiguiesen transmitir sus estados emocionales. Ese afán no es privativo de la escuela americana y ha resurgido una y otra vez a lo largo de la historia de la animación, como ocurre en Lev i Byk. En este corto, cada personaje se mueve de acuerdo con la personalidad que le asignan las leyendas populares, desde la tranquilidad ponderada del Buey a la falsedad abyecta del coyote, pasando por la timidez medrosa de las gacelas o la dignidad poderosa del león. No sólo eso, sino que sus movimientos reflejan un cuidadoso estudio de como se mueven esos animales en la vida real. Con un resultado que produce asombro y que mis capturas sólo reflejan con torpeza.

No les entretengo más. Como siempre, les dejo aquí el corto. Se trata de una obra de primera fila de autor de primera fila, procedente a su vez de una de las industrias de animación esenciales en su historia. Así que disfrútenlo, que la copia esta vez es de bandera.

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