martes, 3 de noviembre de 2015

Universos y celdas

Mordí mujer, me hundí desvaneciéndome
desde mi fuerza, atesoré racimos,
y salí a caminar de beso en beso,
atado a las caricias, amarrado
a esta gruta de fría cabellera,
a estas piernas por labios recorridos:
hambriento entre los labios de la tierra,
devorando con labios devorados.

Pablo Neruda, Yo soy, Canto general.

Ezra Pound, de quien les he hablado en varias entradas anteriores, y Pablo Neruda pertenecen a la misma categoría de poetas. Los creadores que durante el siglo XX se embarcaron en el proyecto de escribir un poemario universal en el que cupiesen todos los paisajes, todas las historias, todas las vivencias. Más restringido, cierto, en el caso de Neruda que en el de Pound, ya que el escritor chileno se circunscribió a la realidad americana y compuso su obra magna, Canto General, en unos pocos años tras la segunda guerra mundial, mientras que el poeta británico pretendía construir en sus Cantos un Museo Británico portátil   - en la adecuada expresión de Stan Brakaghe - quedando la tarea inacabada a su muerte, tras largas décadas de añadidos, correcciones, abandonos y retornos.

Ambos son poetas de profunda inspiración, tocados por el impulso de las vanguardias europeas, aunque más experimental, más radical estéticamente, el inglés que el chileno. Neruda siempre se preocupó porque las imágenes turbulentas de su poesía no enturbiaran el mensaje que quería comunicar, mientras que en Pound la forma superaba y desbordaba al contenido, hasta convertirlo en enigma y rompecabezas. A pesar de la engañosa dificultad del uno y de la falsa facilidad del otro, ambos se han convertido en símbolos de sus literaturas respectivas, en autores que han llegado a encarnar el espíritu de sus tierras y de quienes no se puede prescindir, si realmente se quiere conocer ambas lenguas en profundidad.

Una posición central indiscutible que, no obstante, se ve lastrada, dañada, minada en sus obras magnas por sus posicionamientos políticos, fascismo en el caso de Pound, Estalinismo en el caso de Neruda, que llegan a ocupar por entero el espacio de su literatura, substituyendo todo lo demás por la necesidad de propagar los propios convencimientos ideológicos, sin admitir la posibilidad de dudas, mucho menos errores, en ellos.

En el caso de Neruda y su Canto General, esa intención propagandística es el motivo y la razón del poema. El poeta chileno se propone componer un cantar de gesta moderno, en el que se narre la historia de las américas, desde los orígines hasta el presente, situado éste en 1950, observando esa evolución histórica desde la perspectiva de un converso comunista. El tema de esa narración épica es, por tanto, la lucha constante entre explotados y explotadores, el combate perpetuo de los oprimidos por alcanzar y construir un mundo mejor, identificado en el caso de Neruda por el paraíso comunista.

La historia americana se divide así entre héroes y traidores. En el campo de los malvados, de los abyectos y miserables, se encuentran los conquistadores españoles, responsables de la violación originaria de las Américas, seguidos luego por todos los tiranuelos y dictadorzillos que se dedicaron a saquear el continente, bien por iniciativa propia, bien como lacayos del poderoso y temible vecino del norte, los EEUU. En el lado de la humanidad, de los salvadores y santos, todos los rebeldes, la larga lista de resistentes que combatieron, con éxito o no, la conquista española durante el siglo XVI, seguidos luego en el XIX por los próceres y libertadores que combatieron para liberarse del yugo de la metrópoli español, y más tarde, en el XX, por los guerrilleros y sindicalistas contra los diferentes opresores nativos, confundiéndose al final su gesta con con los promotores de la liberación universal y definitiva, encarnados en la URSS y su líder Stalin.

La obra de Neruda es, por tanto, una obra de combate, arte comprometido que se propone como arma en la lucha para la transformación del mundo. No es de extrañar, por tanto, su carácter apasionado y extremado, ni que su lectura levantase ampollas en sectores y círculos más acomodados, conservadores y acomodaticios. La indignación de Neruda le llevó a atacar sin compasión a muchos de sus contemporáneos del otro bando - como los españoles Gerardo Diego y Dámaso Alonso - a quienes su lengua ácida cubrió de improperios, acusándoles de hipócritas y traidores, de defensores voluntarios del tirano, la mentira y la opresión... para provocar en respuesta más de una reacción ridícula en forma de contracantos, afortunadamente olvidados.

Ese olvido, por otra parte, podría haber sido el destino del Canto General, devenido obra de circunstancias demasiado apegada a su tiempo, que ahora nos resultase caduca e incómoda. Si no ha sido así, fue gracias al aliento poético de Neruda, capaz de descolgarse, incluso en las secciones más  funcionarias del poema, con relámpagos cegadores de verdad poética, como el que abre esta entrada. Sin dejar de lado que desgraciadamente, en gran medida la realidad americana sigue siendo la misma que denunció el Canto General, la de unos países en poder de una élite despilfarradora, mientras el resto de la población vive en la más abyecta pobreza.

Verdad social y urgente que no quita que, en más de una ocasión, Neruda se torne el más rastrero de los aduladores a la misma altura que los él denunciaba, como ocurre en sus loas sin fisuras a un Stalin convertido en santo, pero que ha pasado a la historia como opresor y asesino de su propio pueblo, destructor consciente del paraíso que decía estar levantando. Unos pasajes en los que no se sabe qué versión aceptar de sus actos, porque ambas son igual de demoledoras. Si Neruda sabía y decidió mentir por el bien de la causa, o si le engañaron como si fuera un bobo, para acabar cantando la canción que le dictaban.

En las habitaciones del viejo Kremlin
vive un hombre llamado Josef Stalin.
Tarde se apaga la luz de su cuaerto.
El mundo y su patria no le dan reposo.
Otros héroes han dado a luz una patria,
el ayudó además a concebir la suya,
a edificarla
y defenderla.
Su inmensa patria es, pues, parte de él mismo
y no puede descansar porque ella no descansa.
En otro tiempo la nieve y la pólvora
le encontraron frente a los viejos bandidos
que quisieron (como ahora otra vez) revivir
el knut, y la miseria, la angustia de los esclavos,
el dormido dolor de millones de pobres.
El estuvo contra los que como Wrangel y Denikin
fueron enviados desde Occidente para "defender la cultura".
Allí dejaron el pellejo aquellos defensores
de los verdugos, y en el ancho terreno
de la URSS, Stalin trabajo noche y día.
Pero más tarde vinieron en una ola de plomo
los alemanes cebados por Chamberlain.
Stalin los enfrentó en todas las vastas fronteras,
en todos los repliegues, en todos los avances
y hasta Berlín sus hijos como un huracán de pueblos
llegaron y llevaron la paz ancha de Rusia.

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